sábado, 3 de mayo de 2008

Libro “El mar” – Capítulo 9

OLAS

¡Cuánta agitación en las orillas, sobre las orillas! ¡El mar tan semejante al alma; tan semejante a todo lo que somos!
Es cierto que es en los límites, donde las olas se abren, donde habla el mar.
Mientras todo un mundo sumergido vive y mora, una vida dentro del mar. Una vida dentro del alma.
Debe haber un tiempo que contenga los movimientos de este fluir permanente. Pero el tiempo para el hombre, desde nuestro tiempo, los movimientos nos parecen eternos.
Si por un instante pudiéramos detener el movimiento del mar, su huida; los cambios en nuestra alma, la evolución; podríamos tal vez contemplar cómo son, ver sus partes, sus elementos: las especies, las montañas, la vegetación, los sentimientos, los pensamientos, los recuerdos, las culpas, los miedos.
La realidad está hecha de movimientos; todos ellos en movimiento, luchando, ganando, perdiendo, destruyendo, construyendo, naciendo, muriendo.
El hombre y el mar, los dos tienen vida . La vida bajo la piel, dentro del cuerpo. La vida dentro del mar.
Por todo eso, cuando contemplamos al mar, lo vemos con un dejo de melancolía; como si en el fondo tuviésemos el mismo destino, como si hubiésemos brotado de la misma fuente.
Todo un parecer, todo un perecer; agitándonos, bramando contra las estrellas, contra esas paredes flexibles que nos contienen, contra esas fuerzas invisibles que nos tienen atados, impidiendo nuestro libre vuelo.
Hay sólo una fuerza, un camino, un rumbo, que sólo lo sabe, que sólo lo conoce el espíritu del hombre, como el espíritu del mar. Una fuerza que nos moviliza, que nos lleva a crear, a actuar, a luchar, a persistir; sin saber ni la dirección ni el sentido.
¿Quién dice que una fuerza solo se puede representar en un plano, en el espacio? Sólo eso es lo que ha creado nuestra imaginación.
Fuerzas que producen movimiento, energía acumulada, en movimiento, energía trasmitida. Todo un mundo de fuerzas que tratamos, que intentamos representar, con nuestra geometría, con nuestras ciencias; pero es sólo un intento. Las verdaderas fuerza todavía no las hemos podido representar.
La fuerza de nuestro espíritu, la fuerza de las olas del mar, la trayectoria de un pensamiento, de una gota de agua del mar.
Una solo gota debe, a través de los tiempos, haber recorrido toda la tierra. Cómo poderla representar, como poder hacer el cálculo de su trayectoria. Así también un elemento de nuestra alma, un miedo, un temor, una esperanza, una idea, un sentimiento, puede recorrer desde las profundidades de nuestra alma, hasta la parte más alta de nuestro espíritu.
¿Cómo poder calcular sus cambios, sus formas, sus intensidades, sus potencias? Sólo con el habla, con los pensamientos, con las ideas, podemos saber algo de ellas, sin verlas nunca representadas.
Podemos a través de las metáforas saber algo de ellas, por la comparación, por la semejanza.
“Toda palabra es una metáfora muerta” Es así, porque las palabras son sarcófagos que contienen, no lo que son las cosas en sí, sino la representación, lo que nosotros hemos podido representar, imaginar, suponer y en último caso acordar.
Todo un mundo libre, contenido sólo por nuestra representación, por nuestra imaginación. No existe nada dentro de nosotros que no esté representado por una imagen. Inclusive los números, los pensamientos, las ideas, los temores, etc. Todos ellos tienen una imagen como representante dentro de nuestra alma, dentro de nuestra memoria activa, y en aquella que permanece desde los orígenes de los tiempos.
¡Sí pudiéramos sólo relacionar esas imágenes, sin palabras! No deberíamos gastar nuestro tiempo en palabras, ellas sólo son intermediarias, ellas contienen las metáforas, las relacionan y luego las entregan, las llevan, las comparten, para ser imágenes nuevamente.
El poeta, la poesía, solo tejen imágenes, las relacionan. Construyen redes de imágenes, para luego recién después ponerlas ya hechas, ya armadas, en palabras.
Tememos al universo representado como mundo dentro de nosotros. Lo construimos, lo volvemos a construir, y lentamente, eso sí, lentamente lo vamos modificando de acuerdo al desarrollo de nuestra naturaleza.
Si bien podemos saber, o en último caso imaginar cómo es el desarrollo de nuestro cuerpo, desde que nacemos hasta que desaparecemos, podemos también intentar ver o imaginar el desarrollo de nuestra naturaleza como hombres, como seres vivientes, como especie, ya que la vida también tiene que morir. Eso que llamamos vida, tiene su crecimiento y tiene también su decadencia.
Porque todas las cosas, elementos dentro del universo, y el universo mismo, tienen nacimiento y muerte, y por lo tanto una evolución, un camino, una existencia como la del mar, como la del alma.
La vida, la naturaleza dentro del hombre se está volviendo invisible, virtual, está desapareciendo físicamente. Si bien dentro del mar nacieron las especies, la vida animal y vegetal, así también dentro del alma brotaron, nacieron, los sentimientos, los pensamientos, las ideas, etc. Todo un mundo sumergido, vuelto a sumergirse dentro del cuerpo del hombre.
La vida natural se está convirtiendo ahora en una vida virtual, transparente. Un mundo salvaje como el que aún habita dentro del mar se está convirtiendo en mundo, humanidad, y la vez toda la especie humana se está sumergiendo dentro de una máquina; sus ciencias la están tratando de llevar allí.
En los laboratorios tendremos algún día vientres desde donde serán creados los semejantes. Ya hay indicio de ello. La memoria de una computadora esta almacenando más datos que el alma del hombre, aunque la memoria en sí de todo hombre es sólo su superficie; pero igualmente algún día habrá una computadora que tenga más memoria inclusive que el inconsciente de un hombre. Pero no es para alarmarse. Es solo la vida que pasa por nosotros. D.H. Lawrence decía: “Somos sólo, transmisores de vida”
Es sólo poder ver, contemplar lo que está sucediendo a nuestro alrededor, como si fuéramos un observador imparcial.
Solo así cuando vemos al mar, nos vemos. Vemos a la vida, al universo, al mundo, a todos ellos, mirando sólo al mar. Vemos a esa memoria que late en nosotros, que llega como oleaje de recuerdos, de ideas imaginadas, almacenadas en las galerías del alma.
Llegan y cohabitan con nuestra conciencia y de ellas brotan nuevas ideas, nuevas palabras, pensamientos, como brisas que refrescan a nuestro espíritu inquieto. A un espíritu que se bate sobre la roca de nuestra ignorancia, y es espuma, y es palabra, y es pensamiento nuevo, y es poesía.
Y es este libro también.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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