miércoles, 28 de mayo de 2008

Poema - El Pensamiento

Los pensamientos son nubes,
desde donde de vez en cuando
brota la idea.

Ve como el espíritu
evapora la sangre,
Tu sangre.

Y así lentamente él
se pregunta en el Tu.

Diálogo,
Alas, que se elevan
al cielo azul de
tu alma.

Sólo después verás la
aurora, el crepúsculo,
sus colores, sus formas;
como si los mismos hablaran.

Sólo el pensamiento dice.

Karigüe

lunes, 26 de mayo de 2008

Libro “Mi amigo el Poeta” – Capítulo 1

Nota. Es el diálogo entre un Poeta y un Ingeniero, dos maneras de ver la realidad, al mundo, de diferentes ángulos o puntos de vista.


JULIÁN.- Estimado amigo, el conocimiento del alma, del alma del hombre, es una tarea necesaria, pero a la vez interminable.
Deberíamos comenzar por averiguar qué es en realidad el alma. Esto es algo que no se encuentra en los diccionarios y los que tratan de definirla, la confunden con lo que es espíritu.
Lo poco que he podido averiguar, lo leí en un libro de un escritor inglés, del que ahora no recuerdo el nombre, y decía así: Supongamos que un visitante extraterrestre llegara a la tierra y observara un hombre, sin que este hombre pueda hablar ni expresar nada; nuestro visitante vería solamente la parte física, química y biológica; bueno, todo lo del hombre que no podría ver el extraterrestre, sería lo más cercano a lo que los humanos llamamos alma.
Así también podríamos definir o explicar lo que es el alma del mundo.
La definición sería muy similar a lo que entendemos por alma del hombre. El conocimiento del alma del mundo se logra al poner especial interés en la observación de los actos de sus miembros, sus relaciones, su pasado, etcétera.
Uno de los observadores atentos del alma del mundo es el poeta. Por lo general nosotros, los hombres comunes, tenemos nuestro interés puesto en las obligaciones contraídas, en las noticias, en lo que sucede y se volatiliza rápidamente. Por lo que he podido conocer y estudiar, esta clase de seres tiene la capacidad de poner en palabras las cosas sobresalientes, relevantes, de nuestra realidad.
Estamos acostumbrados a imaginarlos aislados y solitarios. Mi relación con algunos de ellos me ha llevado a pensar que no es así. Son personas muy comprometidas con los hechos de la realidad, su atención está focalizada en las relaciones que tienen estos hechos que nos pasan, que nos suceden, con la manifestación general del espíritu en el mundo y en particular en su alma.
Su existencia se torna un drama humano, ya que estas relaciones nunca coinciden ni viven en armonía; más aún, es el desfase la humanidad. En estos crisoles humanos es donde se funde lo nuevo, y de ese bullir es de donde brotan sus obras.

RUBÉN.- Es difícil ver con claridad lo que nos pasa y lo que pasa en el mundo exterior. Estoy de acuerdo en que seres especiales pueden ver en su propia alma lo que nosotros, los hombres de acción, no podemos ver.
Nunca fue diferente, pero ahora más que nunca se hace necesaria la reflexión particular y personal sobre la realidad a la cual estamos expuestos. Lo primero que necesita el hombre de nuestro tiempo es ordenar sus prioridades. Así como se puede observar un interés creciente en una alimentación racional del cuerpo, también se necesita una racional alimentación del alma.
Podemos comparar el aire que necesita el cuerpo con la reflexión que necesita el alma. Sabemos la importancia del aire para la vida, pero a veces ignoramos la importancia que tiene para el ser humano la reflexión.
Estamos dejando de utilizar uno de los sentidos (por así decir) más importantes del alma. Indudablemente, esto no es nada novedoso, lo que es novedoso es nuestra realidad exterior, que por diversas razones esta expandiéndose en forma acelerada, no sólo como conocimiento, sino como alternativo mundo exterior. Las relaciones humanas se están incrementando de acuerdo con el crecimiento de las ciudades, pero el conocimiento de nuestro mundo interior o alma está siendo dejado a un lado.
Frente a esta realidad son pocas las respuestas, y los conflictos a que lleva este crecimiento inarmónico son cada vez más inmanejables.
El primer paso para dar una respuesta es poder plantearnos con claridad los problemas más importantes de nuestro tiempo. En la observación atenta de lo que nos sucede estará la fuente donde podremos ver y desde donde podremos intentar dar una respuesta.

JULIÁN.- Lo que dices es una observación válida para la esperanza de toda persona interesada en este tema. Debemos comenzar viendo que el hombre de nuestros días está viviendo (particularmente en lo referente a los medios con que cuenta para vivir) con un componente que se está acentuando de una forma exagerada; ello es el individualismo. Es como si el hombre hubiera retrocedido al tiempo de las cavernas, como si dijéramos ahora: ¡Sobrevivan, sálvese el que pueda!
En esta actitud tan primitiva el hombre se siente más solo que nunca. Por una parte algunos son fuertes, se sienten fuertes y además han aprovechado de esta realidad; por lo general son los más astutos y los que tienen menos escrúpulos. Otra parte, la gran mayoría activa, lo acepta y se encolumna.
Los restantes, los que por alguna razón han quedado rezagados en esta marcha que se llama progreso, ni se han enterado, son los que la sufren en el reparto final de bienes materiales. Ellos son más de las tres cuartas partes de la población humana sobre la Tierra.
Todo este conjunto de actitudes frente a una realidad que el mismo hombre está creando, lo ha llevado, lo ha encerrado en un círculo pequeño y exterior a él. En este círculo el trabajo se ha convertido en su amo y su señor.
Se podría pensar que se está convirtiendo en esclavo del dinero, pero no es así; para el hombre moderno vivir solo del dinero es languidecer.
Él lo que quiere es triunfar, él quiere poder. No hace mucho tiempo atrás, fueron solo algunos los elegidos; hoy son cada vez más. Y el polvo que levantan en el camino es tal que no nos deja ver ni siquiera el rostro de nuestro contrincante. Y con el agregado especial de que para muchos de nosotros ello se ha convertido en la única razón de nuestra existencia.
El poder ha sido una constante en la vida del hombre, pero en este siglo se ha acentuado aún más, por el hecho de que la actitud bélica se ha volcado a esta guerra casi personal del hombre contra el mundo. Se está perdiendo la posibilidad de encontrar en el otro ese sentido misterioso de la unidad.
Se nos hace muy difícil recordar lo que nos decía Nietzsche: "Se paga caro el llegar al poder. El poder vuelve estúpidos a los hombres".
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: Lunes 2 de Junio

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a amigos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe

Frases Celebres - El Lenguaje

1.- Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. (Ludwig Wittgenstein)

2.- No nos damos cuenta de la prodigiosa diversidad de juegos de lenguaje cotidianos porque el revestimiento exterior de nuestro lenguaje hace que parezca todo igual. (Ludwig Wittgenstein)

3.- El lenguaje es el bien más precioso y a la vez el más peligroso que se ha dado al hombre. (Friedrich Hölderin)

4.- Utiliza un lenguaje ordinario y di cosas extraordinarias. (Arthur Schopenhauer)

5.- Cualquier cosa que se quiera decir sólo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y un adjetivo para calificarla. (Maupassant)

6.- Peligro del lenguaje para la libertad de espíritu- cada palabra es un prejuicio. (Nietzsche)

7.- Pronunciar una palabra es como tocar una tecla en el piano de la imaginación. (Ludwig Wittgenstein)

8.- Imaginar un lenguaje, significa imaginar una forma de vida. (Ludwig Wittgenstein)

9.- Donde nuestro lenguaje hace presumir un cuerpo y no hay un cuerpo allí, quisiéramos decir, hay un espíritu. (Ludwig Wittgenstein)

10.- El significado de una palabra es su uso en el lenguaje. (Ludwig Wittgenstein)


Las Frases Célebres de El Lenguaje o Citas Célebres de El Lenguaje fueron especialmente seleccionadas por Karigüe para sus lectores. (Frases del lenguaje y Citas del lenguaje)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Poema - Capas

Capas.
Con capas, de capas
estamos hechos;
sólo después,

mientras el niño nace
desnudo al mundo,
los padres, el hogar, la cultura,
lo van cubriendo
con demasiadas y pesadas
capas.

Ya cuando es hombre
necesita viajar
con poco peso.
Se va desprendiendo
una a una.

Algunos sólo reconocen,
otros son sabios;
Y sólo algunos encuentran
al niño.

Y lloran juntos.

Karigüe

lunes, 19 de mayo de 2008

Reflexiones Celebres - Raúl Ballbé

En un honor para mi poder publicar en este medio un adelanto del libro del Dr Raúl Ballbé que aún no ha sido publicado.
Karigüe



Anticipos del libro:

"EL ESPACIO CERRADO DE LO ARTIFICIAL""


Sobre el sentido común.
Lo que denominamos, en sentido amplio, mundo burgués, poseía una coherencia y unidad que el actual ha perdido. Por eso ya nos resulta difícil comprenderlo. Trataremos, breve y parcialmente, de averiguar por qué, indagando en las vicisitudes del sentido común. El sentido común se ha presentado frecuentemente como el arsenal de la mediocridad, un depósito abarrotado de evidencias, de lugares comunes y de todo lo que no merece ser dicho, acumulados por quienes unen a la incapacidad de reflexionar por sí mismos la pretensión que esta incapacidad comporta frecuentemente como contrapartida. Sin embargo, la experiencia nos enseña que si bien el filósofo no debe esforzarse en ponerse de acuerdo con el sentido común, es recomendable inspirarse en él. Pero debemos recordar que en nuestra juventud y, sobre todo, en la de nuestros padres, antes de la guerra del 14, se hacían las más fantásticas ilusiones sobre la solidez y resistencia del sentido común, mientras que nuestra generación, aún terminadas las grandes guerras, lo creíamos a prueba de todo y, por esta razón, parecía indigno de interés y, aún, sospechoso. Podíamos depreciarlo como Flaubert desaira Charles Bovary comparándolo con la chatura de las aceras por las que transitan todos los lugares comunes. Lo mismo ocurría con ciertas ideas entonces corrientes sobre la justicia y sobre la libertad, porque teníamos la ingenuidad de creer que esas ideas sobre las cuales parecía sustentarse lo que podríamos llamar una democracia liberal, no podían seriamente ser cuestionadas. Pero en esas condiciones, esas ideas parecían impropias para estimular una reflexión cualquiera, mientras que los problemas religiosos o metafísicos, por las controversias mismas que suscitaban, no sólo entre los hombres sino en el interior de cada conciencia, me parecían muy dignas de la consideración de un filósofo y que consagrase a ellas toda la fuerza de su atención y la meditación de que fuera capaz. Uno podía apropiarse de las palabras, aún siendo adolescente, del viejo Goethe para quien toda cultura es una prisión cuyas rejas ofuscan a los transeúntes y el prisionero, el que se cultiva, choca contra sí mismo; pero el resultado de sus esfuerzos es una libertad bien ganada.

Pero después de esta época, de la cual nos separa un abismo, las perspectivas se han transformado completamente. En Miradas al mundo actual, Paul Valéry escribió que “los hombres de cierta edad que han conocido una época completamente distinta han admirado cosas que ya casi no se admiran. Han visto, vivientes, verdades que están casi muertas. Han especulado, en suma, sobre valores cuya baja o hundimiento es tan claro, manifiesto y ruinoso para sus esperanzas y sus creencias, que la baja o caída de títulos y monedas que, como todo el mundo, habían tenido antes por valores inquebrantables. Han asistido a la ruina de la confianza que tuvieron en el espíritu, confianza que fue para ellos el fundamento y, en cierto modo, el postulado de sus vidas” (1).

En verdad, se trata de algo más que de la confianza en el espíritu si nos detenemos a observar la comparación capital esbozada por Valéry en el pasaje citado entre los fenómenos morales y el fenómeno monetario o fiduciario.

Pero ante todo convendría definir lo mejor posible qué se entiende por sentido común. Pese a la conexión que liga ambas nociones, no habría que confundir el sentido común con el buen sentido, es decir, con la sensatez, de la que dispone el que tiene buen juicio, es prudente y cuerdo. Entendemos por sentido común la facultad, que la generalidad de las personas tiene, de juzgar razonablemente las cosas (D.R.A.E.). Por eso decimos que una idea o una persona son insensatas cuando se dicen o se hacen cosas carentes de sentido común.

El problema del sentido común excede los límites de la psicología. Los filósofos del sentido común, como un Reid, por ejemplo, no han sido esencialmente psicólogos y se comprende muy bien que en una época en que la psicología estaba sin duda mejor considerada que hoy, es decir, en la segunda mitad del siglo XIX, esos filósofos hayan sido considerados con profundo desdén. Por lo contrario es cierto que desde el punto de vista fenomenológico el pensamiento de esos filósofos recobra un interés y, hasta cierto punto, un valor positivo.

En estas condiciones, el problema que se aborda aquí no sólo consiste en preguntarse por qué ciertas disposiciones interiores han cambiado. Como en todas las cuestiones que tienen una verdadera importancia filosófica, la distinción entre interior y exterior, entre subjetivo y objetivo, debe ser rebasada. Por supuesto que hay que indagar por qué el buen sentido, el sentido común, han sido depuestos, en cierto modo, en nuestros tiempos, pues la frase liminar del Discurso del Método nos suena de una manera diferente de cómo lo hacía un siglo atrás. Pero lo que importa subrayar es que estamos en presencia de problemas que interesan, que importan a la ciencia del hombre en su conjunto, es decir, a la antropología filosófica, en la medida en que se refiere a una cierta visión del mundo: “Pues el sentido común es la cosa del mundo mejor compartida pues cada cual piensa estar tan bien provisto de él que aún quienes son los más difíciles de satisfacer en cualquier otra cosa no acostumbran desear tener más sentido común que el que tienen. En lo cual no es posible que todos se equivoquen; pero más bien esto atestigua que el poder de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos el buen sentido o la razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y es así como la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que los otros sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por caminos diversos y no consideramos las mismas cosas. Pues no es suficiente tener una buena mentalidad, sino que lo principal es aplicarlo bien. Los más grandes espíritus son capaces de los mayores vicios como de las más nobles virtudes, y los que sólo marchan muy lentamente pueden avanzar mucho más, si siguen siempre el camino recto, cosa que no hacen lo que corren y se apartan de él” (2).

Es necesario subrayar que no se trata aquí de refutar la identificación de la razón y del sentido común que es presentada por Descartes como obvia, sino que en el mundo humano actual, el sentido común ya no aparece más de manera evidente como la cosa del mundo mejor compartida y que, por otra parte, hemos perdido la confianza de Descartes en lo que hay que llamar, técnicamente, la univocidad de la razón. En un lenguaje más simple, esto quiere decir que la idea de la razón ha perdido para nosotros la simplicidad o la evidencia que asumía todavía en el siglo XVII. Esto depende de causas profundas que irán apareciendo más adelante, además de tener conciencia, por lo menos indistintamente, de no saber muy bien qué es la razón y por eso rechazaríamos identificarla con el sentido común. Lo que llama la atención es, justamente, que la mayoría de los intelectuales –incluidos los filósofos- aparecen en su mayoría despojados de sentido común y, en cambio, en la gente de condición modesta encontramos hoy a menudo esta cualidad tan preciosa que se llama sentido común. ¿A qué se debe esto? Probablemente al hecho que esas personas de condición muy modesta han mantenido un contacto inmediato no solamente con las cosas, sino con la vida. Las temibles ideas generales, de las que tenemos tantas razones para desconfiar no se han interpuesto entre ellos y la humilde realidad que es la suya. Cuando por azar tienen ideas, son siempre dignas de interés y de atención, porque emanan directamente de su experiencia. Si tienen sentido común, no concluiremos que no leen los periódicos, sino que experimentan aún por su diario habitual una desconfianza de buena ley, es decir, de perfectas condiciones morales y materiales. Podríamos acercar este sentido común más a la sabiduría que a la razón, pues es en el fondo algo así como un arte de vivir, aún si es incapaz expresarse en enunciados claramente inteligibles. Pero nosotros hemos pagado un alto precio por saber que en este terreno la razón es con frecuencia curiosamente impotente y que su impotencia sólo iguala sus pretensiones (3).

Bien entendido que esto exige ser matizado, puntualizado y de ningún modo debe despertar la sospecha de defender una filosofía de lo irracional. Pero lo que es ciertamente verdadero es que si la razón puede llegar a ser sabiduría, lo es sólo con la condición expresa que se mantenga en guardia respecto de sí misma, contra sus propios excesos y toda la cuestión consiste en saber si el principio de esta vigilancia indispensable reside en ella misma. Esta es una cuestión difícil de resolver porque vemos hoy mucho menos claro que nuestros ancestros en qué consiste la esencia de la razón. Pero lo que discernimos de seguro es que esta esencia de ningún modo reside en la facultad de razonar, la más peligrosa de
todas cuando se ejerce sin contrapeso y cuando dicha facultad está sostenida por cimientos empíricos insuficientes. Recordemos que el ser humano es fundamentalmente capaz de delirar, lo que estriba en el modo en que es el mundo para él que se le aparece con el carácter franco y abierto de su ser-ahí (4).

Entre todos los problemas tradicionales importa sobremanera el que surge de la razón y sus relaciones con la vida. Ciertamente no es sensato ni burlarse de un racionalismo de tipo clásico ni de una doctrina que pretendiendo oponer la razón a la vida, la declara incapaz de aplicarse a lo viviente sin desnaturalizarlo. Son visiones demasiado simples que es necesario rebasar.

Podríamos decir que en la época de Descartes y durante mucho tiempo después de él se mantuvo una cierta continuidad entre el mundo del sentido común y el mundo de la ciencia. Pero resulta manifiesto que en nuestros días esa continuidad se ha roto. En sus Palabras sobre el Progreso, de 1929, Valéry nos ha dejado esta admirable página: “Pero el curso del tiempo, o, si se quiere, el demonio de las combinaciones inesperadas (el que extrae y deduce de lo que es las consecuencias más sorprendentes con las cuales fabrica lo que será) se ha divertido en hacer una confusión del todo admirable con estas dos nociones exactamente opuestas. Sucede que lo maravilloso y lo positivo han contraído una asombrosa alianza y que estos viejos enemigos se han conjurado para comprometer nuestras existencias en una carrera indefinida de transformaciones y de sorpresas. Podemos decir que los hombres se acostumbran a considerar todo conocimiento como provisional, todo estado de su industria y de sus relaciones como provisoria. Esto es nuevo. La condición de la vida general debe tomar cada vez más en cuenta lo inesperado. El dominio de lo real ya no está demarcado con precisión. El lugar, el tiempo, la materia admiten libertades de las que antes no presentíamos. El rigor engendra ensueños. Los ensueños se corporizan. Ya sólo la ignorancia invoca el sentido común, cien veces confundido, escarnecido, por felices experiencias. El valor de la experiencia media ha descendido a cero. El hecho de que sean comúnmente admitidos los juicios y las opiniones, cosa que antes les daba una fuerza invencible, hoy los desprecia. Lo que fue creído por todos, siempre y en todas partes, no parece ya pesar gran cosa. A la especie de certidumbre que emanaba de la concordancia de los pareceres o de los testimonios de gran número de personas se opone la objetividad de los registros verificados e interpretados por un pequeño número de especialistas. Quizás el precio que se asignaba al consenso general (sobre el cual descansan nuestras costumbres y nuestras leyes civiles) no era sino efecto del placer que tienen la mayoría de los hombres cuando se sienten de acuerdo entre sí y semejantes a sus semejantes”(5).

Dr. Raúl Ballbé


(1)Valéry, P.: Variété (1924-1944), Gallimard, Paris.

(2)Descartes, R.: Discours de la Méthode, La Pléiade, Paris, 1954, p. 126 : « Le bon sens est la chose du monde la mieux partagée : car chacun pense en être si bien pourvu, que ceux mêmes qui sont les plus difficiles à contenter en toute autre chose n’ont point coutume d’en désirer plus qu’ils en ont. En quoi il n’est pas vraisemblable que tous se trompent ; mais plutôt cela témoigne que la puissance de bien juger et distinguer le vrai d’avec le faux, qui est proprement ce qu’on nomme le bon sens ou la raison, est naturellement égale en tous les hommes ; et ainsi que la diversité de nos opinions ne vient pas de ce que les uns sont plus raisonnables que les autres, mais seulement de ce que nous conduisons nos pensées par diverses voies, et ne considérons pas les mêmes choses. Car ce n’est pas assez d’avoir l’esprit bon, mis le principal este de l’appliquer bien. Les plus grandes âmes sont capables des plus grands vices aussi bien que des plus grandes vertus, et ceux qui ne marchent que fort lentement peuvent avancer beaucoup davantage, s’ils suivent toujours le droit chemin, que ne font ceux qui courent et que s’en éloignent ».

(3)Marcel, G.: Le crépuscule du sens commun, Plon, Paris, 1958, p. 170-179.

(4)En el sentido de Heidegger.

(5)Valéry, P. en Miradas al Mundo Actual, trad. J. Bianco, Losada, Buenos Aires, 1954, p. 133.

Libro "Mi amigo, el Poeta"

A partir del próximo lunes, publicaré semanalmente un capítulo de mi libro "Mi amigo, el Poeta". Espero que les guste. Como siempre, pueden enviar sus comentarios a info@karigue.com.ar. Aquí les dejo el prefacio del libro.
Gracias.
Karigüe


Prefacio

"Mi amigo, el Poeta" pertenece a la trilogía escrita en la época de los '90. En esta primera parte, el autor comienza a revelar mediante diálogos imaginarios entre un poeta y un ingeniero, la lucha interna que se gestó en su interior para comprender y dar sentido a su vida. Cada uno de los actores ofrecerá su visión acerca de diferentes temas que hoy en día preocupan al hombre común. En estos tiempos, en donde se hacen cada vez más profundas las diferencias entre la vida interior y la exterior, el autor logra, gracias al camino recorrido, entrelazarlas y darle sentido a cada una de ellas. De esta forma, Karigüe se perfila como uno de los referentes del pensamiento del nuevo siglo que ha comenzado.

domingo, 18 de mayo de 2008

Poema - Arequipa

Ciudad blanca,
Hija del volcán,
Madre de todos
cuantos han brotado de ti.

El cielo azul,
las montañas, los volcanes
que acompañan al Misti
parecen centinelas,

mientras el río Chili baja
y ruidoso pasa
por el puente Grau,
por el Bolognesi.

Todo un campo verde
es tu vientre,
en donde das morada
a una raza de hombres
cuya música es el dolor de la ausencia.

Blanco es el sillar
sobre el que,
peldaño a peldaño,
te eriges.

Ciudad de los conventos,
de las picanterías,
del Yaraví.

Cuna de hombres
que sueñan.

Karigüe

Reflexiones Celebres - Friedrich Nietzsche

Fragmentos de su libro:

"La filosofía en la época trágica de los Griegos""


Hay adversarios de la Filosofía; y es bueno escucharlos, sobre todo cuando provienen de los cerebros alemanes enfermos contra la metafísica y predican el cambio, la purificación por la física, como Goethe, o la salvación por la música, como Richard Wagner. Los médicos del pueblo reprueba la filosofía; por ende, el que quiera justificarla debe explicar por qué los pueblos sanos necesitan de la filosofía y la han cultivado. En caso de lograrlo, quizás los mismos enfermos puedan comprender por que les hace daño precisamente a ellos. Podríamos mencionar bueno ejemplos de una salud, que puede lograse sin la filosofía o emplearla moderadamente, casi por recreo, uno de ellos es el pueblo romano, que vivió en sus mejores tiempos sin filosofía. ¿Pero donde encontrar el ejemplo de un pueblo enfermo al que la filosofía le devolviera la salud? La filosofía ejerce una acción de socorro, de auxilio, de protección, precisamente con los sanos, a los enfermos no hace más que agravarlos. Cuando un pueblo ha exhibido su descomposición por haberse relajado los vínculos que unían a sus individuos, la filosofía nunca a logrado remediar el mal. Cuando un pueblo se ha mantenido aislado, trazando en su derredor un muro de suficiencia y contención, la filosofía ha contribuido a aislarle aún más, acrecentando los males de este aislamiento. Únicamente deja de ser nociva allí donde está justificada; y solo la salud de un pueblo, aunque no de todo pueblo, hace posible esta justificación.
Intentemos averiguar ahora, valiéndonos de aquella suprema autoridad, cuándo puede decirse que un pueblo está sano. El Griego, pueblo verdaderamente sano, “justifico” de una vez para siempre la filosofía por el hecho de haber filosofado, y por cierto mucho más que el resto de los pueblos. Ni siquiera dejaron de filosofar a su debido tiempo, pues aún en su vejez, prosiguieron amando ardientemente la filosofía, aunque ya no entendieran por esta más que las piadosas sutilezas y refinamientos bizantinos de la dogmática cristiana. Asimismo al no dejar de filosofar a tiempo, redujeron los servicios que hubieran podido prestar a la posteridad bárbara, ya que ésta, dada la ignorancia y la violencia de su juventud, se dejaría prender en aquella red tejida tan sutilmente.
En cambio los griegos supieron comenzar a tiempo y trasmitir como ningún otro pueblo, la enseñanza de cuándo se debe empezar a filosofar. No ciertamente en la miseria, contra lo que algunos piensan de qué la filosofía nace con la adversidad, sino en plena prosperidad, en una virilidad madura, en el seno de una generación valiente y victoriosa. El hecho de que los griegos hayan filosofado en esa época nos instruye tanto sobre lo que la filosofía es y debe ser como sobre los mismos griegos. Si los griegos hubieran sido aquellos hombres prácticos, sobrios y astutos que el filisteo ilustrado de nuestros tiempos imagina, o hubieran vivido, respirado y sentido en una ociosidad glotona, como admiten muchas fantasías indoctas, la fuente de la filosofía no hubiera tenido allí su origen. A los sumo, hubiera sido un arroyuelo, pronto cegado y desecado, pero nunca aquel caudal imponente de soberbio oleaje, que llamamos filosofía griega.
Es cierto que se ha intentado mostrar con empeño cuánto deben los griegos a los piases orientales. Constituiría un espectáculo curioso trazar un cuadro de los supuestos maestros orientales y de los principales discípulos griegos: Zoroastro junto a Heráclito, los indos con los eleáticos, los egipcios son Empédocles, o Anaxágoras entre los judíos y Pitágoras entre los chinos. En realidad, poco de esto se ha hecho; pero la idea no dejaría de complacernos si no se sacase de ella la consecuencia de que, por tal razón, la filosofía en Grecia fue algo importado y sin raíces en su propio suelo, y aún más; que, como algo extraño, mas bien la arruino que la favoreció. Nada más insensato que negar a los griegos un cultura autóctona; al contrario, absorbieron toda la cultura que los demás pueblos les proporcionaron, y que por eso llegaron tan lejos, porque supieron ir más allá del resto que el resto de los pueblos. Digno de admirase fue el arte que poseyeron de aprender con provecho; y así como ellos “debemos” nosotros aprender de nuestro vecinos a vivir, no a recoger cocimiento eruditos y a utilizar provechosamente lo aprendido a fin de elevarnos sobre nuestro vecinos. Los problemas acerca comienzos de la filosofía no tiene importancia, porque al principio todo es amorfo, tosco, vacío y deforme, y en todas las cosas no se aprecian más que los grados superiores de desarrollo. Quien en el dintel de la filosofía griega se inclina a ver elementos persas y egipcios, considerándolos más originales y en todo caso más antiguos, se muestra tan desaconsejado como los que ante la magnifica y soberbia mitología griega, no se sienten tranquilos hasta haber referido sus orígenes a trivialidades físicas como el sol, el relámpago, el viento y la niebla, y ven en la ciega adoración de la bóveda celeste de los otros indogermanos una forma religiosa más pura que el politeísmo griego.
Remontándonos a los orígenes, sólo llegamos a la barbarie, y quien se ocupa en el estudio de los griegos no debe olvidar que el indomable espíritu científico en todos los tiempos ha barbarizado tanto como el odio a la ciencia, Y que los griegos, por la atención a la vida, por un ideal de vida, dominaron su insaciable avidez de ciencia, viviendo inmediatamente lo que aprendían.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Libros recomendados de mayo

Con frecuencia mis amigos me piden que les recomiende algún libro para leer. Unos tal vez para introducirse en la lectura y otros para profundizar en el pensamientos y/o la poesía. Ahora con el blog, también me llegan consultas por mail al respecto.
Es por esto que he decidido crear la presente sección en la que voy a recomendar una serie de libros por mes. Para empezar, lo haré simplemente con 2 libros, Pedro Páramo, para iniciados y Hiparión para los más avanzados en la lectura. Espero que les sea de ayuda. Igualmente pueden seguir consultándome por mail que me será grato responder.


Libro Recomendado N° 1
Nombre del libro: Pedro Páramo
Autor: Juan Rulfo

Juan Rulfo es uno de los escritores más importantes de la lengua Hispana. Iniciador de la nueva literatura Latinoamericana, que tan buenos seguidores tuvo, como es el caso de García Márquez, lleva por primera vez a nuestra literatura a un nivel universal y clásico. En ella Rulfo hace gala de una inusual y extraordinaria capacidad para llevarnos de la realidad a la fantasía, y de la fantasía al mundo de los espíritus, como tan bien lo hizo Jenófanes.
Con esta obra, Rulfo, nos hace volver a sentir a los dioses a través de la poesía y la fantasía, y a lo largo de este viaje de ensueños quedamos tan encantados que no queremos salir, que no queremos que termine, porque sus ensueño son los ensueños, de gran parte de los Latinoamericanos.


Libro recomendado N° 2
Nombre del libro: Hiparión (o El Eremita en Grecia)
Autor: Friedrich Hölderlin

Así como Esquilo tuvo su Prometeo, y Nietzsche tuvo su Saratustra; así Hölderlin tuvo su Hiperión.

Cometario de Heidegger:

Heidegger dice: “ Hölderlin no se ha escogido por que su obra, como una entre otras, realice la esencia general de la poesía, sino únicamente porque está cargada con la determinación poética de poetizar la propia esencia de la poesía”

Cometario de Octavio Paz :

Octavio Paz, en su obra Los hijos de lino dice: “El tema de Hiperión es doble: el amor
por Diotima y la fundación de una comunidad de hombres libres. Ambos actos son inseparables. El punto de unión entre el amor a Diotima y el amor a la libertad es la poesía. Hiperión no sólo lucha por la libertad de Grecia, sino por la instauración de una sociedad libre; la construcción de esta comunidad futura implica asimismo un regreso a la poesía. La palabra poética es mediación entre lo sagrado y los hombres y así es el verdadero fundamento de la comunidad. Poesía e historia, lenguaje y sociedad, la poesía como punto de intersección entre el poder divino y la libertad humana, el poeta como guardián de la palabra que nos preserva del caos original: todas estas oposiciones anticipan los temas centrales de la poesía moderna”

martes, 13 de mayo de 2008

Poema - Valle de los volcanes

Allí arriba,
entre la quebrada y las montañas altas,
se elevan como hongos,

como tumbas,
cargadas de estremecimientos tempranos.

Centinelas de las alturas,
duermen.

Toda una vida hierve en sus entrañas,
lavas de ríos subterráneos son sus raíces.

Desde lo más hondo respiran,
se elevan cerca, columnas de vapor
como cuando una locomotora de carbón, avanza.

El silencio allí,
lleno de presagios y recuerdos
estremecen al visitante.

El cual,
calla también.

Karigüe

lunes, 12 de mayo de 2008

Poema - Un sueño

Bajo del monte,
recorro las calles vacías
de noche,
y llenas de muchedumbre
durante el día.

Escucho como en los mercados
se intercambian bienes y sueños.

Los bares abarrotados en el
atardecer;
se conversa tanto que no
se llega a escuchar de qué.

Luego volvemos cansados
y sólo basta una buena
comida y una cama
para descansar.

Por las noches me despierto
y encuentro que quiero hablar;
lo extraño y tal vez el milagro,
que hay alguien que escucha.

Soy yo – digo

Sí, sí... el olvidado
aquel mutilado
y que sin embargo,
aún quiere estar a mi lado.

Pero él es,

yo sólo

su sueño.

Karigüe

Libro “El mar” – Capítulo 10

RÍOS

Hay mares sorprendentemente salvajes; mares inquietos, sembrados de remolinos. Pobre nadador que se sumerja en sus aguas; no se puede nadar, luchar contra olas que no tiene orden, que no tiene dirección ni sentido. Pero hay otros, particularmente en el caribe, en donde las aguas son calmas, tranquilas, transparentes, tibias, en donde solemos descansar.
Todo un abanico de posibilidades, de formas, de maneras de ser del mar, que vive dentro de esa cuenca, de esa cuna, que la tierra le construyó para él.
Aunque es uno el mar, él se expresa de distintas maneras, con distintas formas.
El viento es como la vida del mar, lo lleva, lo arrastra, lo eleva, lo hace caer. Se unen en danzas de nubes que bailan en el aire, que chocan; que se tornan descontroladas sobre las costas y terminan adormecidas en la arena.
Las corrientes marinas son como venas, como arterias que llevan vida dentro de senderos flexibles, como lo hace la sangre en el cuerpo. Unas corrientes cálidas, otras frías, cambian los climas, los microclimas, de esos estados que tiene la tierra.
Todos estos torrentes de aguas que viajan por dentro y por fuera del mar. Corrientes con nombres de ángeles, de infantes, como si ellas fueran fuerzas inocentes; pero son como cometas invisibles que fecundan otra vez a la tierra. Llevan en sí, en sus senos, lluvias, sequías, animales, alimentos. Ellas se arrastran y arrasan como los ríos de la tierra; algunas cierran sus círculos, otras se desvanecen nuevamente.
Fuerzas que no podemos comprender, calcular, ni menos determinar.
Sin embargo él es como un espejo, una forma, una piel, que se abate entre sí mismo; que se ondula, que se crispa como un animal enjaulado cuyas rejas son cada vez más angostas, más difíciles de traspasar, de remontar. Sólo entonces le queda la retirada a través de las olas; la espuma como la baba de un animal herido que trata de entrar nuevamente en su madriguera.
De vez en cuando se ve el Istmo, aquel punto más alto que alcanza el mar como mar. Si bien puede ser nube, pero ella sólo es excusa de la huida. El mar en sí trata de elevarse, de encontrase con su origen, con la libertad que le infunde un comenta, traspasando como un espermatozoide los cielos, los espacios abiertos de los que está constituido también el universo.
Es la ola como un brazo extendido que se quiebra; en ella cuando no hay un ribete, ni una roca sobre la cual bramar; entonces allí, en esos instantes, es en los que el animal herido, en un movimiento vano, como todo humano con deseos de eternidad, clama, estira, se estira tratando de alcanzar lo que le está velado aún.
Sólo allí, esta montaña diminuta del instante, cae; como toda esperanza del hombre. Como todo idea que trata de lograr lo inalcanzable: la verdad, la libertad de ser, de conocer todo cuanto somos y cuanto nos rodea.
Después, nuevamente la calma, nuevamente el aire limpio, como cuando la claridad de tarde se torna transparencia después de la lluvia.
Momentos en los cuales parecemos dioses caídos, abandonados a nuestra suerte, como el mar.
Sin embargo, es nuestro espíritu, como el del mar, que vuelve a golpear la roca, la playa, a elevarse en ese salto inútil, salto al vacío que nos vuelve a la realidad, a esa vida constituida de instantes, como un río por donde tenemos que transitar aún; debiendo compartir las cosas con lo demás; con lo mismo que uno es, pero sólo algunos pasos atrás.

Karigüe


Con este capítulo se termina la serie de muestra del libro "El Mar". Si desea adquirir la versión electrónica del mismo puede pedirlo a info@karigue.com.ar



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Gracias. Karigüe

domingo, 11 de mayo de 2008

Poema - La civilización

Las razas.

Ese conjunto de riachuelos,
que bajan de las montañas,
se sumergen en los desiertos
y brotan como valles en las quebradas.

Se los ve alegres en las ciudades;
intercambian bienes y sueños.

Luchan como si fueran enemigos
irreconciliables;
pero luego el tiempo
los mece en sus cunas
y se despiertan niños.

Ya adolescentes
bailan y juegan en los parques,
sobre las orillas del mar.

Y

Vuelven a mirarse a los ojos.
No solo no se reconocen,
sino que se vuelven a
trenzar en luchas inútiles.

¡Civilización!

Karigüe

sábado, 3 de mayo de 2008

Poema a la poesía

Subterráneos ríos alimentan al alma.

Fluyen, brotan instintos,
savias que sostienen como troncos.

Paraíso del recuerdo salvaje
antes que la palabra.

Donde el espíritu, el instinto o el deseo
eran niebla solamente.
Rocío aún
en la hoja temblorosa del animal.

Nubes
con forma caprichosa
que el látigo del rayo
anima.

La poesía,
estado del ángel.

El ángel,
estado de la poesía.

Karigüe

Libro “El mar” – Capítulo 9

OLAS

¡Cuánta agitación en las orillas, sobre las orillas! ¡El mar tan semejante al alma; tan semejante a todo lo que somos!
Es cierto que es en los límites, donde las olas se abren, donde habla el mar.
Mientras todo un mundo sumergido vive y mora, una vida dentro del mar. Una vida dentro del alma.
Debe haber un tiempo que contenga los movimientos de este fluir permanente. Pero el tiempo para el hombre, desde nuestro tiempo, los movimientos nos parecen eternos.
Si por un instante pudiéramos detener el movimiento del mar, su huida; los cambios en nuestra alma, la evolución; podríamos tal vez contemplar cómo son, ver sus partes, sus elementos: las especies, las montañas, la vegetación, los sentimientos, los pensamientos, los recuerdos, las culpas, los miedos.
La realidad está hecha de movimientos; todos ellos en movimiento, luchando, ganando, perdiendo, destruyendo, construyendo, naciendo, muriendo.
El hombre y el mar, los dos tienen vida . La vida bajo la piel, dentro del cuerpo. La vida dentro del mar.
Por todo eso, cuando contemplamos al mar, lo vemos con un dejo de melancolía; como si en el fondo tuviésemos el mismo destino, como si hubiésemos brotado de la misma fuente.
Todo un parecer, todo un perecer; agitándonos, bramando contra las estrellas, contra esas paredes flexibles que nos contienen, contra esas fuerzas invisibles que nos tienen atados, impidiendo nuestro libre vuelo.
Hay sólo una fuerza, un camino, un rumbo, que sólo lo sabe, que sólo lo conoce el espíritu del hombre, como el espíritu del mar. Una fuerza que nos moviliza, que nos lleva a crear, a actuar, a luchar, a persistir; sin saber ni la dirección ni el sentido.
¿Quién dice que una fuerza solo se puede representar en un plano, en el espacio? Sólo eso es lo que ha creado nuestra imaginación.
Fuerzas que producen movimiento, energía acumulada, en movimiento, energía trasmitida. Todo un mundo de fuerzas que tratamos, que intentamos representar, con nuestra geometría, con nuestras ciencias; pero es sólo un intento. Las verdaderas fuerza todavía no las hemos podido representar.
La fuerza de nuestro espíritu, la fuerza de las olas del mar, la trayectoria de un pensamiento, de una gota de agua del mar.
Una solo gota debe, a través de los tiempos, haber recorrido toda la tierra. Cómo poderla representar, como poder hacer el cálculo de su trayectoria. Así también un elemento de nuestra alma, un miedo, un temor, una esperanza, una idea, un sentimiento, puede recorrer desde las profundidades de nuestra alma, hasta la parte más alta de nuestro espíritu.
¿Cómo poder calcular sus cambios, sus formas, sus intensidades, sus potencias? Sólo con el habla, con los pensamientos, con las ideas, podemos saber algo de ellas, sin verlas nunca representadas.
Podemos a través de las metáforas saber algo de ellas, por la comparación, por la semejanza.
“Toda palabra es una metáfora muerta” Es así, porque las palabras son sarcófagos que contienen, no lo que son las cosas en sí, sino la representación, lo que nosotros hemos podido representar, imaginar, suponer y en último caso acordar.
Todo un mundo libre, contenido sólo por nuestra representación, por nuestra imaginación. No existe nada dentro de nosotros que no esté representado por una imagen. Inclusive los números, los pensamientos, las ideas, los temores, etc. Todos ellos tienen una imagen como representante dentro de nuestra alma, dentro de nuestra memoria activa, y en aquella que permanece desde los orígenes de los tiempos.
¡Sí pudiéramos sólo relacionar esas imágenes, sin palabras! No deberíamos gastar nuestro tiempo en palabras, ellas sólo son intermediarias, ellas contienen las metáforas, las relacionan y luego las entregan, las llevan, las comparten, para ser imágenes nuevamente.
El poeta, la poesía, solo tejen imágenes, las relacionan. Construyen redes de imágenes, para luego recién después ponerlas ya hechas, ya armadas, en palabras.
Tememos al universo representado como mundo dentro de nosotros. Lo construimos, lo volvemos a construir, y lentamente, eso sí, lentamente lo vamos modificando de acuerdo al desarrollo de nuestra naturaleza.
Si bien podemos saber, o en último caso imaginar cómo es el desarrollo de nuestro cuerpo, desde que nacemos hasta que desaparecemos, podemos también intentar ver o imaginar el desarrollo de nuestra naturaleza como hombres, como seres vivientes, como especie, ya que la vida también tiene que morir. Eso que llamamos vida, tiene su crecimiento y tiene también su decadencia.
Porque todas las cosas, elementos dentro del universo, y el universo mismo, tienen nacimiento y muerte, y por lo tanto una evolución, un camino, una existencia como la del mar, como la del alma.
La vida, la naturaleza dentro del hombre se está volviendo invisible, virtual, está desapareciendo físicamente. Si bien dentro del mar nacieron las especies, la vida animal y vegetal, así también dentro del alma brotaron, nacieron, los sentimientos, los pensamientos, las ideas, etc. Todo un mundo sumergido, vuelto a sumergirse dentro del cuerpo del hombre.
La vida natural se está convirtiendo ahora en una vida virtual, transparente. Un mundo salvaje como el que aún habita dentro del mar se está convirtiendo en mundo, humanidad, y la vez toda la especie humana se está sumergiendo dentro de una máquina; sus ciencias la están tratando de llevar allí.
En los laboratorios tendremos algún día vientres desde donde serán creados los semejantes. Ya hay indicio de ello. La memoria de una computadora esta almacenando más datos que el alma del hombre, aunque la memoria en sí de todo hombre es sólo su superficie; pero igualmente algún día habrá una computadora que tenga más memoria inclusive que el inconsciente de un hombre. Pero no es para alarmarse. Es solo la vida que pasa por nosotros. D.H. Lawrence decía: “Somos sólo, transmisores de vida”
Es sólo poder ver, contemplar lo que está sucediendo a nuestro alrededor, como si fuéramos un observador imparcial.
Solo así cuando vemos al mar, nos vemos. Vemos a la vida, al universo, al mundo, a todos ellos, mirando sólo al mar. Vemos a esa memoria que late en nosotros, que llega como oleaje de recuerdos, de ideas imaginadas, almacenadas en las galerías del alma.
Llegan y cohabitan con nuestra conciencia y de ellas brotan nuevas ideas, nuevas palabras, pensamientos, como brisas que refrescan a nuestro espíritu inquieto. A un espíritu que se bate sobre la roca de nuestra ignorancia, y es espuma, y es palabra, y es pensamiento nuevo, y es poesía.
Y es este libro también.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

jueves, 1 de mayo de 2008

Poema al libro

Lo viste de niño.
Veías como tu padre, tus hermanos,
lo tenían como una Lámpara de Aldino entre las manos;
parecía que él, les hacia brotar sonrisas,
inclusive el llanto.

Solo después, cuando un profesor de Literatura
te leyó:
“.. los pocos sabios que el mundo han sido”

Creo que era de Calderón de la Barca.

Desde entonces te sumergiste como en un mar.

Cada libro es la historia del hombre,
de la humanidad;
sus sueños, anhelos, fracasos
y por qué no,
esperanzas también.

Lo veo en librerías,
en bibliotecas, almacenado.

Todos bebemos de sus entrañas el néctar.
Ese néctar
que ha brotado del alma de hombre,
como gotas de rocío sobre la hoja temblorosa de su alma.

Lo abro y es como de él saltara vida,
como si no solamente el escritor hablara
si no que la misma historia,
nuestra historia,
me inundara de vida.

He agregado algunas palabras a ese río de vida.
A ese bendito río de vida
que no sólo apaga la sed de nuestra pura ignorancia,
sino que nos alimenta y acompaña en ese vuelo
por los cielos puros del universo y del espíritu.

Nuestro mundo,
nuestro universo,

Nuestro espíritu.

Karigüe

Libro “El silencio” – Capítulo 10

ACCIÓN

La mañana se cubre con la dulzura de la noche; ella la preña, la fecunda, con su misterio, con el silencio que en sí, también, a ella la contiene.
Todo un encadenamiento, todo un misterio se devela en la aurora, claridad nueva, transparente, llena de vida; porque así como tu te despiertas con más ánimo, así también la naturaleza, la vida, cada mañana es otra, es nueva, es fuerte nuevamente, potente, viril.
Lo vital llega por olas, como el aliento; llegan y se van, un latir constante, un aliento. Un aire nuevo, un alimento. Un proyecto, un amor, una esperanza; pero una esperanza de más vida, de que ella siga alimentándonos; no aquella que está más cerca de la ilusión condimentada con algunas gotitas de imaginación.
Podemos imaginar, pensar, soñar, otros mundos; mundos nuevos en donde seamos plenos, felices, armónicos; pero chocamos con el universo, un conjunto de fuerzas desenfrenadas, capaces de salirse de su carrilles, como son las alucinaciones.
Queremos, deseamos la plenitud, la paz, la armonía; pero algo nos sumerge en un baño de angustias, de miedos, de temores, de envidias, de odios, de rencores, que ni aún el hombre más benévolo podrá evitar que habiten dentro de su ser, dentro de su alma, y que en ella hagan su nido, se reproduzca, se multiplique, y muchas veces, la mayoría de las veces, lo destruyan.
Afuera tenemos a la vital naturaleza, la vemos en sus devastadoras tormentas, terremotos, tsunamis, que matan a miles de seres inocentes, niños, ancianos, etc.. Ella no tiene visión de ver, de entender; ella es así, tiene sus cambios, son fuerza que la forman, fuerza que están en relación con universo, con sus movimiento, sus cambios.
Aunque somos naturaleza, aunque estamos formados de ella, sometida a ella, compartimos el deseo, la necesidad de estar aquí.
Como detenidos en una orilla, vemos, contemplamos, sin poder hacer casi nada. Y como no podemos cambiar ese nuestro destino, como es el morir; no por ello debemos justificar, ni buscar razones para ello.
Pero existe el milagro del habla, del pensamiento, de la razón, de las ciencias, etc., y ello no quiere decir que seamos seres de otro mundo, de otro universo. Lo único que hay, que existe, es la falta de desarrollo, de evolución para poder entender los eslabones, los intersticios, los detalles, en donde sabemos que habita el demonio, el diablo, como nos decía Goethe.
Así como existen las portentosas fuerzas, leyes con que se rige la naturaleza, también los hombres hemos creado leyes, por medio de la inteligencia, de nuestra razón. Y con ellas vivimos, con ellas tratamos de surcar este mar tormentoso que nos rodea.
No busquemos la raíz de la voluntad; veámosla, sintámosla, con ella podemos cambiar rumbos, con ella abrimos acequias, túneles, ríos artificiales, creamos las ciudades en donde podemos estar más seguros
Tratamos de habitar allí, en donde cada vez estamos más en resguardo de las caprichos de la naturaleza.
En sí luchamos con la naturaleza, haciéndola útil, no otra cosa es la cultura.
Si tenemos inteligencia es porque tenemos astucia, porque nuestra columna vertebral es capaz de esquivar los golpes certeros, con las cuales no hace mucho la naturaleza nos sacaba de combate.
A veces hasta nuestro cuerpo mudo cuando no comprende, cuando no le llega la información adecuada, se autodestruye; sus propias defensas arremeten contra su salud, contra su seguridad, se auto elimina.
Nos refugiamos cada vez más adentro, nos defendemos; porque la vida en si no quiere débiles ni enfermos, los elimina; basta que vea un error, un defecto, para que ella misma se encargarse de eliminarlo. Hasta hace poco a los débiles, a los incapacitados, nosotros mismos lo lanzábamos al vacío, lo eliminábamos, porque no podíamos mantenerlos, sostenerlos; producían inseguridad para los demás, peligro; el alimento tenía que servir para aquellos que podían avanzar, que podían sostenerla a la vida, a nuestra vida, y por ende, a la naturaleza también.
Pero he allí que hay algo que está brotando dentro de nosotros, lo hemos llamado ser. Hemos imaginado que debe haber una fuente, que no es nada seguro, desde donde todo es, y lo que no es no existe. ¿Por qué? Porque hemos tenido que decidir por un solo camino: la acción, es lo único seguro que hasta ahora tenemos y hemos tenido; no han venido ni los dioses ni el dios para socorrernos.
Por más que los Prometeos y los Jesucristos clamen frente a una cruz o sobre un peñasco, siempre hemos estado solos. Y si algo nos acompaña, es este universo, el universo de los universos; las fuerzas, las tormentas, la calma que por momentos nos hacer ver lo que somos, lo que hemos llegado a ser. Pero no ha habido otra cosa que la acción, la lucha; nadie nos ha dado nada, nos lo hemos conseguido todo, todo lo que hemos podido lograr dentro de ésta nuestra morada, no afuera de ella.
Volvemos a decir, tenemos ojos porque queremos ver, oídos porque queremos escuchar, piel por que queremos tener limites y sentir a lo otro, al otro, a todo lo que no rodea. Y si tenemos mente es porque queremos ver, pensar, observar, conocer, entender, y porque no, disfrutar lo que hemos llegado a conseguir en ese mercado abierto, que es el mundo, que es la vida.
Las leyes humanas son partes de esa morada que estamos construyendo, ellas son su techo, su piso, sus paredes, y que no podemos dejarlas derribar por el paso del tiempo; no podemos dormirnos en nuestro laureles, si eso pasa, la vida, la naturaleza, nos pasa también, pero por arriba como una topadora.
Es la lucha, la acción en ella, y por ella recobramos nuestras fuerzas, cargamos nuestra baterías, cómo lo hacen los autos con su generador en movimiento, funcionando. La batería solo sirve para el arranque, el animo también; en la lucha es que la vida se inclina, la naturaleza en sí se somete a nosotros aunque sea temporalmente, nuestra naturaleza también; nuestros intersticios, deseos, miedos, temores, son parte que están dentro de nuestro cuerpo, pero afuera de lo que somos, de lo que es nuestro espíritu.
El espíritu no avanza, se retira; pero en ese retirarse se adentra y devora a cuanto elemento se le acerque demasiado, más aún, lo macera como su alimento, cada vez más selectivo, más exquisito, más purificado, más nítido si se quisiera hablar de precisión.
En ese retirarse está su potencia. Porque la vida, la naturaleza, lo quieren afuera, en donde ellas son viejas y expertas; pero el espíritu se profundiza como si fuera un nadador, un buceador, y desde allí, como en la clandestinidad, construye su reino; nadie lo ve, tal vez solo algunos los presienten, y en esa invisibilidad lo construyen.
Un reino cuya cara es el arte, el conocimiento y la fe en él mismo y por él mismo.
Karigüe


Con este capítulo se termina la serie de muestra del libro "El Silencio". Si desea adquirir la versión electrónica del mismo puede pedirlo a info@karigue.com.ar



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