lunes, 29 de abril de 2013

Libro "Z" – Capítulo 24


LO DIFERENTE
Eran esos momentos en donde podíamos ver a la realidad. El placer solo como paliativo, solo como si recibiéramos un vaso de agua caminando en medio del desierto.
Es duro el camino, inclusive para aquellos seres, cuidados, protegidos por el destino. Aún ellos sienten dentro de sí la insatisfacción, aquello por lo cual no podemos vivir en paz, no podemos amar.
Vivir es un esfuerzo, inclusive al respirar estamos haciendo un esfuerzo automático; que aunque no nos damos cuenta es un esfuerzo. Muchas cosas podemos llamarlas, decirlas, nombrarlas como naturales, pertenecientes a nuestra naturaleza, a esa costumbre milenaria, a ese conjunto de actos aprendidos, internalizados que han hecho de la materia adquirida una forma, una materia con forma llamada, primero órgano, luego cuerpo.
Somos una costumbre repetida, que a la vez a aprendido a repetir, a repetirse, a multiplicarse, a unirse, a realizarse, a conjugar, así como si se conjugase un verbo, un verbo primero.
Vean sino cómo ésta masa, éste masa amasada en la repetición, late. Vean como ha tomado aquello que es vida, aquello a lo cual llamamos vida.
Nosotros, aquellos que tratamos de ver, de entender, estamos suspendidos, estamos sobre ese castillo construido por cada uno de nosotros, y aquí debemos incluir a todos aquello que participaron en esta monumental obra, a todos los seres vivos.
Si es verdad que decimos yo soy, yo soy el que siento mi mismisidad, mi ipsidad; pero sólo somos aquello que habla, aquello que piensan. Hasta nos podríamos considerar el fruto, pero ¿Qué seria del fruto sino existiera el árbol, las raíces, el agua, la tierra, el aire?
Somos la destilación de esa montaña de huesos, de esa montaña de troncos, de esa tierra que late; de ese sol que se consume siendo, entregando luz y calor, para que, como consecuencia existamos, exista aquello a lo que tratamos de nombrarla como vida.
¿Qué es la vida? Sino una destilación de todos ellos, de todo ello, un resumen, un sentido, una costumbre que se arroba así misma, formando el cuerpo, el cuerpo del caracol, el bendito hogar, el bendito mundo, la bendita humanidad.
Y hoy que miramos al cielo, que ya podemos mirar al cielo, contemplamos; hemos aprendido a imaginar, a suponer, a inventar otros cielos, otros techos de moradas que nos puedan contener, que nos puedan dejar morar, demorar por lo menos por algún tiempo más.
Ya hemos dejado el agua, tuvimos que hacer brotar de dentro nuestro los pulmones, esas alas, como las de la mariposa, que nos permiten caminar por los desiertos, por el agua, por las montañas, por los bosques, y allí en cada rincón de la tierra hincar el bastón de oro, como lo hizo Manco Capac, como lo hicieron los colonizadores cuando descubrían un nuevo lugar, plantar la bandera de sus patrias.
Hoy casi toda la superficie de la tierra nos pertenece, somos los conquistadores. Navegamos, caminamos, volamos, por la superficie de la tierra, como lo hacen las moscas alrededor de una bola de billar, cuando se les ha cortado las alas.
Somos conquistadores, pero no dueños; el dueño, los dueños, viven en las sombras, son aquellos a los que por ahora los hemos imaginado, les hemos puesto el nombre de dioses.
Algo superior gobierna el universo, el mundo, la tierra, nuestra humanidad, inclusive a nosotros mismos. Son leyes, a través de ellas, de ellas que a veces son fenómenos, otras caos, otras plenitud; nos gobiernan, nos rigen, nosotros en realidad poco podemos hacer contra ellas, solo, por ahora cumplirlas, muchas veces soportarlas, resistirlas.
El mundo existe por estas leyes, podemos nombrar una, la atracción de los astros, de las masas, la llamada fuerza de gravedad, por la cual estamos unidos a nuestra madre tierra, todavía pertenecemos, perteneceremos a nuestra madre, aunque hayamos roto las raíces.
Podremos y por cierto lo estamos haciendo, desprendernos de la fuerza de gravedad de la tierra, pero seguiremos dependiendo de otras semejantes. Así como el animal se desprendió de sus raíces, las rompió y pudo caminar, siendo así un astro, cuya savia ahora tiene un camino más corto, pero más intenso, así también lograremos romper, vencer a la fuerza de gravedad, pero para ello deberemos construir, formar, crear, nuestra propia ley, una ley a la cual le podemos poner el nombre de coherencia, sentido común.
Como cuando el carbón se comprime, se aglutina de tal manera que se convierte en un diamante, así son los seres sometidos a esas inclemencias de las leyes. Como cuando se abre para ser, para ser otro, es sometido por otras leyes más potentes, más precisas, que actúan en forma más directa sobre aquello diferente; aquello que ha salido de lo normal, del vientre de lo que debe ser.
Cuando una célula no cumple su función, esa función lograda a través de la costumbre, de millones de años, dentro de ella hay un gen que la insta al suicidio.
Así es el universo también, el tiene elementos, fuerzas, que mantienen un orden, cualquiera sea ese orden, pero un orden es mejor que ningún orden.
Él tiene elementos, fuerzas, para evitar lo diferente.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 6 de Mayo

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Gracias. Karigüe

viernes, 26 de abril de 2013

Poema - El paraíso

a veces levantas la cabeza
para ver en dónde estas

encuentras cosas, seres, estados
y sientes como si fuerzas otro

por un lado está la realidad
por otro lo que quieres ser,
lo que sueñas ser

alguien que vive y alguien
que ve, en el medio un abismo
que quiere ser

es con el tiempo cada vez
más nítido, más potente
más vivo

lo dejas ser y ves
un mundo maravilloso, el
paraíso en el que no te
atreviste a vivir.
Karigüe

miércoles, 24 de abril de 2013

Poema - Destino

lo ves allá a lo lejos
cómo el destino se mece con
las olas del mar

como un barquito de papel
que el viento lo hace
avanzar

que el viento lo envuelve
cuando es remolino y
quieto está en su ausencia

es el tiempo el que mueve
al destino, el que lo
lleva y lo hace perder en
el centro del mar

ó alguna vez lo ves
varado sobre una orilla
de arenas blancas.
Karigüe

lunes, 22 de abril de 2013

Libro "Z" – Capítulo 23


DETALLES
Se tiene que estar atento, se tiene que poner atención a los detalles, a esas cosas desapercibidas, sutiles; que pasan como al pasar, sin ruido, sin destello. Pasan como una sombra, como esas sombras que dejan las nubes altas, no densas, como si fueran aire, pero un poco más pesado que el aire.
Muchas veces sentimos una brisa fresca cerca del mar, es como si el mar se prolongara; como si algo de él nos alcanzara, llegara hasta nuestra frente y se posara en ella; como gotas de lluvia, pequeñas, como una garúa. Viento fresco, solemos decir; pero es el mar, el mar que ha llegado hasta nosotros, pero de una manera imperceptible, de una manera, que nos hace soñar, decir palabras que sean aun más sutiles que esa brisa; pero que, sin embargo la describan, digan de ella.
Esa brisa, ese brazo sutil e invisible del mar, ahora esta contenida en algunas palabras, depositada. Ya no es la brisa fresca, el brazo del mar, ahora es la acción, la reacción, que ella produjo en mi cuerpo, en mi alma, en mi espíritu.
Lo despertó, lo hizo mirar a ese inmenso mar que se abatía, que latía, como algo que se quiere ir. Ira, agitación; por momentos pareciera que una parte, un brazo de él se desprendiera, que quisiera desprenderse; pero luego la caída. En lo alto del Istmo el mar sueña, sueña en los brazos cálidos de un cielo, de un firmamento lleno de astros, de estrellas, que lo llaman, que lo atraen, como cuando a un niño le extienden los brazos.
Miro el mar y veo la inmensidad del cielo reflejada en el horizonte; porque el horizonte no es mas que una línea extendida, que une el mar y el cielo. Una línea semicircular, separadora; por momentos la veo, la contemplo y soy yo, si soy el horizonte, soy aquello que se abate y aquello que atrae, aquel niño y aquellos brazos extendidos.
Horizonte que se abre, que se cierra y, termina siempre en el círculo; en ése circulo, en ésa capa, en ésa piel que cubre mi cuerpo, que cubre mi alma, que cubre mi espíritu. Soy todo eso, todas esas capas que laten, todas esas capas que relacionan, que unen, que separan, que palpitan como un corazón.
Es el mar que me despertó de ese sueño solitario, de esa caminata pisando la arena, viendo como los cangrejos corren sin dirección ni sentido, verlos como se paraban de golpe, como se detenían, parecían como queriéndose camuflar entre la arena secas y los huellas que dejamos, que dejaron lo otros animales.
Sin embargo las gaviotas flotan en el aire, haciendo como si una pluma que el viento lleva, tomara forma, tomara dirección, sentido. Piruetas, eso es lo que hacían, dibujaban cosas coherentes en el aire, no era algo que a mí me aturdía a confundía. Era como si aquello que hacían, yo ya lo sabia, lo había aprendido en otro tiempo, lo había visto antes, tal vez hace poco, tal vez nunca, pero sabia que estaba dentro de mí, porque tenia sentido. Un sentido, como el mío.
Por momentos pensé: era bello, era la belleza. Era como si el mar, el cielo, la arena, la bruma, la brisa, los pájaros, los cangrejos, eran todos ellos bellos, todos era familiares; sin embargo era la primera vez que estaba allí, la primera vez que estaba caminado por esa playa.
Todo me era tan familiar. Pensé es bello, es conocido, es coherente, hasta preciso podía atreverme a decir. Cada uno, cada cosa ocupaba su lugar, siempre debe ser así; pero hoy lo estaba descubriendo, lo estaba viendo; porque parecía que antes estaba como ciego, ya que siempre debe haber sido así. Existió siempre, como algo que ha durado en el tiempo; pero yo no lo había visto, no tenía los ojos para verlo. Pero esta primera vez entraba como cuando debe haber entrado por primera vez el aire en el animal que salió del mar.
¿Era el mar lo más vivo, o era el cangrejo, o era las gaviotas, o era yo, el que miraba? El que había podido describir, marrar, este paisaje vivo. Este paisaje era mi morada. Yo estaba allí, compartía el aire con los animales, el cielo con el mar.
Ahora lejos de allí, después de mucho tiempo lo vuelvo a recordar, lo estoy describiendo y escribiendo a la vez, lo estoy embalsamando, lo estoy poniendo en palabras escritas, en eso cántaros que los llevará a donde alguien alguna vez los lea, y viva, reviva aquello que yo sentí.
Describir, cazar, una imagen, un paisaje, una cosa; pude ver algunas partes de ella, pero vista con mis ojos, comprendida e internalizada en mi corazón, en eso que tenemos, en eso por lo que sentimos, por lo que nos sentimos así, por lo que sentimos las cosas así.
Fue un momento, una representación ante mi mente, como si hubiera ido poniendo cosas, cosas que iba viendo, sintiendo primero tal vez. No se cual es lo primero si el pensamiento o el sentimiento, pero para esto casi no importa porque a medida que iba imaginado iba sintiendo, el pensamiento era aquello que unía la imagen, como si fueran sinapsis, como si fueran cables de hilos que unían la imagen y el sentimiento.
Era y es una fiesta del alma, en el alma; cuando la mente es sólo un instrumento, cuando la mente es solo una herramienta con la que el corazón sale, con la que el corazón caza, devora.
Ejercito de pensamientos y de ideas nos protegen. Mandamos, los mandamos como soldados al campo de batalla, mientras nosotros en el cuartel general nos mantenemos informados, analizamos, sugerimos, hasta ordenamos.
Pero la vida da más vida al que emplea bien la vida.
Así nos perdemos lo mejor de ella, cuando solo actúan los pensamientos; ellos son vida, algo más que vida, pero una vida alejada de nosotros, una vida de interés, una vida hacendosa; mientras nosotros en el Bunker esperamos al príncipe azul, a la princesa de ojos azules y mirada ardiente.
Es la palabra, el lenguaje que nos aleja y nos acerca como las olas del amar. Es él como un viento, como la vida que inexorablemente nos lleva a otros mundos, a otras vidas, y de eso solo nos hacemos llevar.
Pero está llegando el momento de detenernos, de sentir que somos, que soy. Yo quiero además de cumplir las leyes del universo y aun del mundo y de mi cuerpo, quiero quedarme en donde quiero estar, quiero disfrutar el paisaje del mar, de ese momento que era mío junto al mar, junto a las gaviotas, a la arena, al viento, a las nubes.
Ese era mi lugar, por qué desprenderme tan temprano, por qué no dejarme estar allí, quedarme y aunque sea por un instante sentirme parte de ellos, más aun sentirme ellos mismo. Con mí mismo pasado, con mi mismo destino.
Nos hemos separado tanto de las cosas y sin embargo las cosas nos tienen unidos, atados; mucho más de lo que nosotros creemos que estamos. Alabado sea el tiempo que de vez en cuando nos lo hace ver, ver la verdadera realidad escondida, atrapada en los detalles sutiles.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 29 de Abril

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Gracias. Karigüe

viernes, 19 de abril de 2013

Poema - Una amistad

golpetean las gotas de lluvia
sobre una ventana vertical,
abierta

la lluvia se convierte en sonido
y es como cuando las olas
irrumpen sobre las rocas

como si las casas hablasen
un idioma, intentaran
desarrollar un lenguaje

como alguien que toca la
puerta solo para peguntar,
y el dueño de la casa lo
hiciese pasar

una amistad con las cosas,
tal vez hasta cariño; como
vapor que brota desde el
abismo que nos separa.
Karigüe

miércoles, 17 de abril de 2013

Poema - Arco

La calmada irracionalidad del ser
hace que de una playa de arenas
blancas y mar azul, brote una
tormenta

como un caballo salvaje, indomable
que un jinete asustado trata
de cabalgar en el

está ahí, pero no lo ves
solo sientes que a donde vas
a buscarlo el ya se fue,

así pasas tu vida tratando de
convivir con el; pero qué pasa
sí el y tu es lo mismo

sales solo para tener la suficiente
distancia para verter, he ahí
la belleza como salto como
un arco cuya luz
te vuelve a unir.
Karigüe

lunes, 15 de abril de 2013

Libro "Z" – Capítulo 22


LO MISMO
Las capas, las benditas capas, existen son reales; pero eso sí, difíciles de ver, de ser entendidas.
Uno cree saber, cree conocer, darse cuenta de que una cosa es así, de que tiene una determinada forma, un determinado comportamiento; pero después la realidad nos demuestra lo contrario. No solo cambian las cosas sino que nosotros también cambiamos.
En el fondo es como si nosotros no quisiéramos cambiar. A través del tiempo queremos una cierta armonía, constante, una cierta quietud; situaciones sin cambios; pero no sé por qué bendita razón, por que ley de la naturaleza, las cosas son así, cambian, no son las mismas, nosotros tampoco.
Nuestro organismo, el medio ambiente, el mundo, el universo, son así también, nada permanece quieto, todo tiene que cambiar.
Hay, debe haber, alguna parte nuestra, desconocida para muchos de nosotros que no cambia, que permanece, por lo menos por un tiempo más, tal como es, a través del tiempo, a través de los cambios, de el cambio de las circunstancias.
Yo soy yo, siento que soy, siento que existo; que estoy aquí frente a mis circunstancias, frente a las circunstancias, frente a las cosas. Veo al mundo, al universo, a los otros, a las cosas, a lo que está sucediendo dentro de mí; aun con las ideas, los pensamientos; puedo verlos, y a algunos hasta los entiendo, los digiero y me dejan un sabor, un alimento, que por un tiempo calman a mi espíritu.
Pero yo soy el que mira, el que registra, el que siente, soy afectado por lo que sucede; pierdo cosas, gano cosas, se desprenden de mi afectos, palabras, gestos, caricias, quiero dar y recibo, amo, tengo bronca, envidia, amor, amistad, cariño, miedo, rencor, temor, angustia, alegrías, sufro por lo que me pasa y por lo que pudiera pasarme; pero tengo, siento, placer, ese alivio temporal, que algunas veces deja algo y otras nada, otras solo el amargo sabor del tiempo perdido.
Sin embargo ese soy yo. Ese hombre que en este momento escribe, dice cosas sobre si, tratando de conocerse, de saber no quien es el sino cómo es él.
¿Quién es él? ¿Quien soy yo? Es una palabra, una pregunta que no tiene sentido de ser hecha, de plantearse, ya que nunca va a ser contestada, nunca va a ser una respuesta, porque ella en si es la respuesta.
Hay preguntas que son respuestas, como respuestas que son preguntas. Todo interrogación, es como enviar un satélite afuera de nosotros, no solo para que pueda ver mejor, desde más cerca de las cosas que están afuera de nosotros, sino para desde allí vernos, como si fuera una Luna, algo que desde allí nos observe, pero con nuestros propios ojos.
Somos, soy, un ser que se abre, como se abre una rosa, para luego ser marchitada por ese implacable e inaudible mounstro que es el tiempo. El nos cría y el nos devora, bajo su yugo estamos, no hemos logrado todavía nuestra libertad, estamos como una planta que depende directamente de la tierra, por medio de ese cordón umbilical que son las raíces.
Todavía ni eso podemos hacer, no podemos darnos cuanta de esa dependencia a la cual estamos sometidos.
Las religiones hasta ahora, esa perdida de libertad se la han donado a los dioses. Unos dioses inventados, los cuales, frente a los cuales, Prometeo no pudo, ni menos los otros grandes semi dioses que lo siguieron, por lo menos es ése el más grande los atrevimientos, romper primero con el temor, luego romper las cadenas con las cuales nos han atado por miles de años, sacerdotes representantes de la más grande y la peor fantasía que hasta ahora ha vivido el mono que piensa.
Teníamos que ser domesticados, teníamos que aceptar al otro. Cada uno un astro de una galaxia que se va aglutinado a través del tiempo, para enfrentarlo, para luchar, y dejar de ser ovejas, ganado, que pastorea en ese campo llamado naturaleza, ese manto en donde no sólo dejan de llagarse nuestro pies de tanto caminar errando, errados, sino que de ese paño nos alimentamos, para estar mejor, para ser y para hacer el disfrute de algo que está allí y que hasta ahora nos tiene encadenados.
Frente al mundo, frente a los demás, atados como Prometeo, sobre ese peñasco, sobre el que las olas del mar chocan, se abaten, haciendo brotar esa espuma, esa niebla que no nos deja ver, mirar, ni lo que está enfrente de nosotros, ni la imagen que la claridad del aire nos devuelva.
Estamos ciegos, parapetados, inmóviles, porque las cadenas ya no están, sin embargo hemos tenido que crearlas nuevamente a imagen y semejanza de las otras, de aquellas que nos hicieron brotar la sangre con las que escribimos las sagradas escrituras.
Ahora que estamos convirtiéndonos en astros, ahora que la libertad toca a nuestras puertas, ya no nos acordamos de ella, ya la hemos olvidado, como aquel que por muchos años estuvo entumido, agarrotado a esa roca que el temor al otro, que el temor al otro, infundido dentro de nuestro ser, de lo que hasta ahora hemos logrado ser.
Caminaremos en silencio, el es nuestro aliado, comenzaremos a pensar nuevamente, no podemos continuar con ese tejido de araña, aquel que nos ha formado, aquel que hemos creado, ese claro en el bosque, esa placita alrededor del cual formamos el pueblo, ese fuego, esa fogata alrededor de la cual nos sentamos, no solo para calentarnos por el frío de la noche, sino para mirar al otro a través del fuego, del calor y la luz que infunde el fuego.
Ya que eso somos y seguiremos siendo: un fuego, alrededor del cual se formó, se está formando lo que somos, ese fuego es aquello que nos infunde animo, animo para crear a nuestros dioses y espantarlos, con esa lenguas de fuego, esa lenguas que van mas allá del fogón, cuyas brasas, cuyas cenizas, llegan más lejos viajando, siendo llevadas por el viento, por esa masa de aire, por esa alma de la tierra que se nueve al compás de su rotación, por esa alma que silba en los pajonales como instándonos a hablar, a decir, a que esa lenguas de fuego, a que esa brasas sean otras.
Puedan brotar en otras tierras, en desiertos, en montañas, en bosques, y vuelvan a ser otras, otras semillas, algo de lo que mismo vuelve a crecer, por doquier, a los que reconocemos, a los que aceptamos, como nuestro, como si nosotros fuéramos ellos, como ellos fueran los que vencieron al tiempo. El pensó, creyó, que nos había consumido, que nos había devorado por completo ó será que el sigue, o será que el es el que nos volvió a plantar, será que nunca podremos verlo, porque cuando nosotros pensamos en él, él ya se fue, se fue con la pregunta, y volvió con la respuesta, como cuando se eleva el agua y vuelva a caer, siendo la misma.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 22 de Abril

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Gracias. Karigüe

lunes, 8 de abril de 2013

Libro "Z" – Capítulo 21


SUEÑO
Se vuelve sobre lo mismo, es como si tuviéramos un velero y quisiésemos navegar por un mar, cruzarlo, llegar a la otra orilla. Alguien se preguntara ¿Por qué? ¿Para qué?
Realmente es algo que está dentro de nosotros, es tal vez aquello que llamamos espíritu, o tal vez algo, porque no tenemos nada sobre que asirnos.
La ignorancia sobre las cosas es cada vez más profunda. Ya no nos sirven los dogmas, queremos saber, conocer, entender lo que somos y lo que nos rodea, por lo menos.
Bueno, es inquietud aquello que nos convierte en seres insatisfechos. Ello es lo que ha permitido formar, crear al mundo, inclusive los vicios son deseos de querer sentir más placer, de no saber vivir con lo que tenemos, con lo que nos ha tocado, entonces nos evadimos; sentir, aunque sea por momentos que somos plenos, que somos felices.
Se suele decir: “El hombre sencillo, simple, no busca la felicidad”. Es verdad tal vez porque es un hombre medido, es un ser hecho a medida, del medio, de las circunstancias.
Es como si los hombres inquietos, aquellos investigadores, pensadores, aventureros, empresarios, etc., fueran como la punta de lanza, como del gusano que se está convirtiendo en mariposa.
La vida, a través de su evolución, necesita cambios, somos solo transmisores de ella; la que quiere estar presente a través del cambio. Cambio y movimiento es lo mismo.
Una piedra también cambia, cambia por la manipulación; los cambios le vienen de afuera. En el vegetal, en los animales, los cambios son una relación directa con el motivo, con la motivación y la respuesta, la reacción de algo que está ya dentro de ellos, y que quiere mantenerse, conservarse, etc.
En el hombre además de estos cambios, además de la evolución, hay algo que lo lleva, lo mantiene en alerta, como sé él fuera el responsable inclusive de la piedra, de la roca, de la naturaleza.
Es como si fuera el hijo más apto, aquel que debe llevar a la manada, debe conservarla, mantenerla alerta, es decir asegurar su existencia, su permanencia.
Se ve, se puede ver una gama, aparentemente completa, que cubre todos los flancos, todos los frentes, desde la piedad, la caridad, hasta la aventura, el riesgo como motivo, como placer, como asegüranza.
Se llega entonces al muro del silencio, atrás quedo el camino, la obra, la construcción y hasta el lenguaje. Queda solo el silencio, la oscuridad, la nada; pero de éste lado está el yo, el yo marcado por lo ya vivido, por lo ya experimentado.
Y entre los dos el juego, la vida, la comunidad, el mundo. Toda una creación, formación, por miles de años, por miles y millones de seres que ha logrado su ámbito, su ambiente, su morada. Un fuego encendido, alrededor del cual está lo otro.
Un poema es un grano de arena que se arranca, que se desgrana de ese muro. Es alimento, es ladrillo, piedra, para formar, para construir, aquello aparentemente seguro, que es la pareja, la familia, la comunidad, el mundo.
Mundo como coraza, como concha, como casa, hogar, que construimos con nuestros propios movimientos, con nuestros propios actos, como lo hace el caracol, como lo hace la madre, la mujer, la niña; y que el hombre desde afuera cuida, separa, trae, contrae las puertas y ventanas por donde lo otro no avance. Es el centinela, el centurión, los muros del castillo de roca, tierra, agua, paja y arena, con las que hasta ahora hemos podido de vez en cuando, mantener alejado, lo otro que quiere devorar constantemente a esto nuevo, a este capullo, a este gusano, desde donde se desprende la mariposa.
El hombre desde siempre le ha tocado cuidar el vuelo. Desde la ruptura del hermafroditismo, hasta nuestros días, es el fecundador, el destructor y constructor de los muros de la cueva, mientras la mujer, aquel ser dejado, abandonado dentro de la cueva, teje; como lo hace la araña; teje, arma aquello que une, aquello con lo cual los hombres, los machos se unen, forma el ruedo, la idea, alrededor del fuego.
Hasta hemos llegado a pensar, la soledad nos ha llevado a eso. La soledad de los bosques, los desiertos, las montañas; desde allí hemos imaginado, soñado, construido el habla copiando el grito del animal, recordándolo, imitando el rumor de los arroyos, el silbido, el canto, del viento sobre el pajonal, sobre los bosques, sobre los campos que cultivamos.
Creamos una forma de ordenar, de nombrar, cuando el número sobrepasó a la memoria, a la memoria de las imágenes. El número contiene la imagen ordenada. Ordena antes que nombra.
Es la palabra un grito numerado, un grito domesticado, modulado, que ordena no lo que está afuera sino el ruido, el rumor que nuestra memoria almacenó. Nuestro cerebro creció, como crece un almacenamiento, un estacionamiento en donde se colocaron más autos que los debidos, aumentaba el número aumentábamos la capacidad hasta que en un determinado momento se terminó el espacio, el cerebro del animal avanzado; el cráneo del hombre sirve como muro de contención, allí entonces la tormenta. El liquido expansor quería seguir su normal camino, como cuando se evapora el agua; pero la garra, esa garra amorosa y a la vez salvaje de la tierra, lo contuvo, lo retuvo, formando el rayo.
Pero esta vez no fue un rayo abierto, sino un rayo cerrado dentro de la cabeza del animal, dentro del cerebro, dentro de su cerebro. Nació, broto entonces la idea, el pensamiento, el conocimiento, se iluminó la caverna, la imagen tomó movimiento, vida, se convierto en vida, una vida que interpreta a su propia vida, a su propia existencia.
El yo marcado comenzó a caminar, se paró en sus dos patas, levantó su mirada, miró al horizonte y desde allí comenzó a conocer al cielo, su origen; desde donde llegó, desde donde vino.
La mano descubrió el mido, al otro. La mirada desde entonces no tuvo limite, cada vez penetra más en la oscuridad, cada vez ve más; el rumor almacenado se comenzó a ordenar, cada palabra era como un arroyo, que baja, como una vena que conecta, como una arteria que lleva desde el mar al desierto, las cosas, las ideas.
Se formo entonces el mundo, se formó la humanidad. Un cuerpo más grande. El gen formó la célula, luego al cuerpo y ahora a la humanidad.
Fue la cueva, la choza, la casa, el hogar; ahora el mundo, la humanidad, lo que nos contiene.
Si bien vivimos, hemos comenzado a vivir en este mundo interpretado, representado; vivimos aún dentro de ese rumor que aumenta día a día y que supera a la palabra, al lenguaje.
Nosotros podemos canalizar un río, contenerlo con un dique, regar con él el desierto y de él sacar el fruto cultivado, la cultura inclusive; pero es allí en lo alto, allí en el cielo, arriba de nosotros en donde la nube creada, se desprende cae, se congela por un tiempo luego el sol la derrite, la transforma en su forma primaria; pero es allí arriba desde donde se desprende y cae.
Bueno desde allí, de allí hemos y seguiremos brotando, interpretando, imaginando, corrigiendo lo primariamente imaginado, sirviéndolo en la mesa de los intelectuales y del hombre común, al mismo tiempo.
El pensamiento, la idea, inclusive el lenguaje solo como un medio, como un hilo de la telaraña que nos une, como una arteria por la cual intercambiamos cosas, cosas logradas, con las que llegamos a ser, más aun a hacer.
Solo el rumor de los miles y millones de seres que nos habitan se escucha, como cuando en un campo de batalla la horda enardecida, promovida, agitada por el yo marcado, hace que brote como coro; el grito nuevamente, pero un grito más uniforme.
Porque solo el grito se opone el silencio, no lo nombra ni lo armoniza: la música y la armonía son y se producen siempre en el instante.
La horda de las miles de voces que nos habitan, que tratamos de interpretar, deben y de por cierto lo hacen; deben silenciar eso lo interpretado, lo representado, la choza abierta en el bosque que el hombre deber mantener encendida como señal de que los interpretadores han brotado también del rumor, son el rumor, pero un rumor que cada vez más se convierte en palabra, en idea, como queriendo ordenar lo in – ordenable: la vida, lo que somos.
Y por lo que de vez en cuando nos hace buscar la paz, la armonía, la plenitud, solo para respirar y volvernos nuevamente a sumergir dentro de lo que somos. Nuestra verdadera naturaleza hecha de silencio, de oscuridad y de sueño.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 15 de Abril

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Gracias. Karigüe