lunes, 22 de abril de 2013

Libro "Z" – Capítulo 23


DETALLES
Se tiene que estar atento, se tiene que poner atención a los detalles, a esas cosas desapercibidas, sutiles; que pasan como al pasar, sin ruido, sin destello. Pasan como una sombra, como esas sombras que dejan las nubes altas, no densas, como si fueran aire, pero un poco más pesado que el aire.
Muchas veces sentimos una brisa fresca cerca del mar, es como si el mar se prolongara; como si algo de él nos alcanzara, llegara hasta nuestra frente y se posara en ella; como gotas de lluvia, pequeñas, como una garúa. Viento fresco, solemos decir; pero es el mar, el mar que ha llegado hasta nosotros, pero de una manera imperceptible, de una manera, que nos hace soñar, decir palabras que sean aun más sutiles que esa brisa; pero que, sin embargo la describan, digan de ella.
Esa brisa, ese brazo sutil e invisible del mar, ahora esta contenida en algunas palabras, depositada. Ya no es la brisa fresca, el brazo del mar, ahora es la acción, la reacción, que ella produjo en mi cuerpo, en mi alma, en mi espíritu.
Lo despertó, lo hizo mirar a ese inmenso mar que se abatía, que latía, como algo que se quiere ir. Ira, agitación; por momentos pareciera que una parte, un brazo de él se desprendiera, que quisiera desprenderse; pero luego la caída. En lo alto del Istmo el mar sueña, sueña en los brazos cálidos de un cielo, de un firmamento lleno de astros, de estrellas, que lo llaman, que lo atraen, como cuando a un niño le extienden los brazos.
Miro el mar y veo la inmensidad del cielo reflejada en el horizonte; porque el horizonte no es mas que una línea extendida, que une el mar y el cielo. Una línea semicircular, separadora; por momentos la veo, la contemplo y soy yo, si soy el horizonte, soy aquello que se abate y aquello que atrae, aquel niño y aquellos brazos extendidos.
Horizonte que se abre, que se cierra y, termina siempre en el círculo; en ése circulo, en ésa capa, en ésa piel que cubre mi cuerpo, que cubre mi alma, que cubre mi espíritu. Soy todo eso, todas esas capas que laten, todas esas capas que relacionan, que unen, que separan, que palpitan como un corazón.
Es el mar que me despertó de ese sueño solitario, de esa caminata pisando la arena, viendo como los cangrejos corren sin dirección ni sentido, verlos como se paraban de golpe, como se detenían, parecían como queriéndose camuflar entre la arena secas y los huellas que dejamos, que dejaron lo otros animales.
Sin embargo las gaviotas flotan en el aire, haciendo como si una pluma que el viento lleva, tomara forma, tomara dirección, sentido. Piruetas, eso es lo que hacían, dibujaban cosas coherentes en el aire, no era algo que a mí me aturdía a confundía. Era como si aquello que hacían, yo ya lo sabia, lo había aprendido en otro tiempo, lo había visto antes, tal vez hace poco, tal vez nunca, pero sabia que estaba dentro de mí, porque tenia sentido. Un sentido, como el mío.
Por momentos pensé: era bello, era la belleza. Era como si el mar, el cielo, la arena, la bruma, la brisa, los pájaros, los cangrejos, eran todos ellos bellos, todos era familiares; sin embargo era la primera vez que estaba allí, la primera vez que estaba caminado por esa playa.
Todo me era tan familiar. Pensé es bello, es conocido, es coherente, hasta preciso podía atreverme a decir. Cada uno, cada cosa ocupaba su lugar, siempre debe ser así; pero hoy lo estaba descubriendo, lo estaba viendo; porque parecía que antes estaba como ciego, ya que siempre debe haber sido así. Existió siempre, como algo que ha durado en el tiempo; pero yo no lo había visto, no tenía los ojos para verlo. Pero esta primera vez entraba como cuando debe haber entrado por primera vez el aire en el animal que salió del mar.
¿Era el mar lo más vivo, o era el cangrejo, o era las gaviotas, o era yo, el que miraba? El que había podido describir, marrar, este paisaje vivo. Este paisaje era mi morada. Yo estaba allí, compartía el aire con los animales, el cielo con el mar.
Ahora lejos de allí, después de mucho tiempo lo vuelvo a recordar, lo estoy describiendo y escribiendo a la vez, lo estoy embalsamando, lo estoy poniendo en palabras escritas, en eso cántaros que los llevará a donde alguien alguna vez los lea, y viva, reviva aquello que yo sentí.
Describir, cazar, una imagen, un paisaje, una cosa; pude ver algunas partes de ella, pero vista con mis ojos, comprendida e internalizada en mi corazón, en eso que tenemos, en eso por lo que sentimos, por lo que nos sentimos así, por lo que sentimos las cosas así.
Fue un momento, una representación ante mi mente, como si hubiera ido poniendo cosas, cosas que iba viendo, sintiendo primero tal vez. No se cual es lo primero si el pensamiento o el sentimiento, pero para esto casi no importa porque a medida que iba imaginado iba sintiendo, el pensamiento era aquello que unía la imagen, como si fueran sinapsis, como si fueran cables de hilos que unían la imagen y el sentimiento.
Era y es una fiesta del alma, en el alma; cuando la mente es sólo un instrumento, cuando la mente es solo una herramienta con la que el corazón sale, con la que el corazón caza, devora.
Ejercito de pensamientos y de ideas nos protegen. Mandamos, los mandamos como soldados al campo de batalla, mientras nosotros en el cuartel general nos mantenemos informados, analizamos, sugerimos, hasta ordenamos.
Pero la vida da más vida al que emplea bien la vida.
Así nos perdemos lo mejor de ella, cuando solo actúan los pensamientos; ellos son vida, algo más que vida, pero una vida alejada de nosotros, una vida de interés, una vida hacendosa; mientras nosotros en el Bunker esperamos al príncipe azul, a la princesa de ojos azules y mirada ardiente.
Es la palabra, el lenguaje que nos aleja y nos acerca como las olas del amar. Es él como un viento, como la vida que inexorablemente nos lleva a otros mundos, a otras vidas, y de eso solo nos hacemos llevar.
Pero está llegando el momento de detenernos, de sentir que somos, que soy. Yo quiero además de cumplir las leyes del universo y aun del mundo y de mi cuerpo, quiero quedarme en donde quiero estar, quiero disfrutar el paisaje del mar, de ese momento que era mío junto al mar, junto a las gaviotas, a la arena, al viento, a las nubes.
Ese era mi lugar, por qué desprenderme tan temprano, por qué no dejarme estar allí, quedarme y aunque sea por un instante sentirme parte de ellos, más aun sentirme ellos mismo. Con mí mismo pasado, con mi mismo destino.
Nos hemos separado tanto de las cosas y sin embargo las cosas nos tienen unidos, atados; mucho más de lo que nosotros creemos que estamos. Alabado sea el tiempo que de vez en cuando nos lo hace ver, ver la verdadera realidad escondida, atrapada en los detalles sutiles.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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