lunes, 22 de julio de 2013

Libro "Z" – Capítulo 28


LA PALABRA POETICA
Las circunstancias están, están los motivos también, lo mismo que las pasiones, los vicios, las debilidades, y todo aquello con lo que un individuo está relacionado y muchas veces preso.
Las adicciones se nutren de la debilidad, del miedo, del temor o simplemente de las costumbres. Se hace porque eso es así; porque una cosa lleva a la otra, y así seguimos ritos, formas repetidas.
La costumbre se combate con otra costumbre, con otra forma de hacer, de relacionarse, de construirse, de movilizarse. Una adicción, una costumbre se combate, pero más que se combate, se reemplaza con otra costumbre.
Con el ver, contemplar, reflexionar sobre las consecuencias, sobre los resultados de tales malas costumbres, se podrá ver las consecuencias, que casi nunca son agradables.
Lentamente entonces, nosotros los animales de costumbres debemos ir reemplazando las costumbres que no nos hacen bien, que atentan contra nuestra naturaleza, contra nuestras relaciones con los demás.
Cuando se tiene un mundo rico, cuando nos damos cuenta que las cosas que hacemos, realizamos; todo ello se va aglutinado, se va formando, haciendo de la persona, el individuo: un mundo. Es bueno ya ir pensando que el hombre es un mundo, y el animal, y el cuerpo en el cual él se sustenta, es un universo.
Dentro de un cuerpo se erige una persona, dentro del universo se erige un mundo: el mundo.
Es interesante y agradable tratar de ver a la vida florecer, erigirse sobre la tierra, como si ella fuera un germen extraño, externo a esta, a la cual lo solemos llamar nuestro planeta.
La vida como vida, como elemento que se reproduce, que tiene memoria, que guarda, que conserva dentro de sí, en los genes, en las células, lo conseguido, lo logrado, lo alcanzado; para de ahí en ti en lo de ahora, sea; seamos un trampolín desde donde ella, la vida se eleva, se erige, se trasforma, para ser otra. Una continuidad que se puede ver, observar, contemplar, ya sea dentro de nosotros como afuera.
No vemos, no podemos ver, que la tierra se transforma en vida, como tampoco podemos ver que nosotros nos transformamos, vamos siendo otra vida: Una vida espiritual, etérea, invisible.
La idea, el pensamiento, son elementos, son átomos, quartz, si se quisiera ver así, como elementos básicos, elementales de lo que estamos siendo.
Yo soy, yo siento que soy así, de esta forma, con estas virtudes, con estos vicios, con estas debilidades, con estas fortalezas. Algo que se planta así y dice: yo soy. Pero ¿de donde ese decir? ¿Cómo ha llegado ese decir a ser, a ser contemplado también?
Algo que es, algo que se mira, se observa, y algo que se sumerge y calla. Algo que siendo vuelve a la paz, al silencio, a la quietud; las sirenas de Mallarme, las que nos llaman, las que nos animan, sumergiéndose, elevándose; siendo ángel y demonio a la vez, siendo vida y muerta: espejo de lo que somos.
Yo soy, yo pienso, yo me siento. Hemos vuelto a sentir, una ola más, ya no es el roce, como en los tiempos primeros, roce que era, que provenía del universo. Ahora ese roce es entre la persona, el individuo y el mundo.
Mundo como una nueva morada. Ya no aquella de adobe, de barro y paja, sino un mundo de muros invisibles, de relaciones temporales, de cosas, de bienes, de logros, de desaciertos, entre los seres existentes; entre aquellos que han logrado mirase en el espejo del agua primero y luego en el espejo del alma, de ese conjunto de cristales, de rombos, de prismas, que están orientados en las miles de direcciones por donde vienen los otros, ya no los soldados enemigos, sino todo aquello con lo que estamos relacionados y que sin darnos cuenta la mayoría de ellos siguen siendo nuestros enemigos. Muchos de ellos, con muchos de ellos hemos emprendido luchas, las luchas inútiles que hace un tiempo nos lo advertía Hölderlin.
El hombre espiritual brota, nace, del mundo; como la vida brota de la tierra.
No alcanzamos ha ver, a contemplar, ni inclusive estudiar, porque eso está delante de nosotros. Eso que está siendo. Inclusive la razón es solo un cristal, un prisma, de ese ojo, de ese espejo en donde lentamente no estamos contemplando.
Pero volvemos a sentir, tal vez eso somos aquello que siente, y reacciona con el sentir, para aceptarlo, para rechazarlo; pero ese, ese sentir es el que nuevamente nos despierta, el que está siendo, siendo en nosotros como algo que reacciona desde nosotros, como un eco; siendo solo formado, por ahora, de ecos, lo que a lo lejos vemos elevarse como un castillo, como una montaña, como un bosque.
Otra morada, otra cáscara de cebolla se está formando delante nuestro casi enfrente de nuestras narices; pero que todavía no lo podemos ver con claridad.
Roce con lo nuevo y reacción, como ola que nos eleva y nos arroga sobre la playa, sobre la arena. Sobre esas rocas diminutas, molidas por el tiempo. Barro somos nuevamente, pero un barro hecho de roca y agua; la tierra, el polvo no retienen, la roca hace nosotros catedrales erigidas. Plataformas sólidas y agua, agua convertida en vino, que nos hace soñar, que hace de nuestros sueños, imágenes, imágenes en movimiento, que hace, que construyen la imaginación. Esas alas; alas de Cóndor que nos hace volar, que nos hacen planear en el vacío.
Plataforma es el mundo desde donde volaremos; desde donde emprenderemos nuevamente el vuelo. Nuevamente tendremos que romper, la interminable cadena, cadena formada de eslabones, como son las raíces, como son los sueños, los miedos, las pasiones, las adicciones, las costumbres.
Algo rompen esta cadena, estas costumbres. A veces hemos tratado de nombrarlo como el espíritu, como aquel animo que nos anima a seguir, aún caídos, aún vencidos, aún sumergidos nuevamente en el barro.
El Ángel es nuestro sueño, la imagen del sueño que estamos soñando, son nuestras alas; y las palabras, el lenguaje nuestra forma de aferrarnos a eso nuevo, a ese espíritu que nos habla en su idioma.
Y nosotros entre nosotros, hablando, conversando en otro idioma, en un idioma todavía como un animal que se arrastra, mientras el espíritu vuela. Nos atrae desde las alturas, y nosotros nos arrastramos como reptiles.
Pero hay una parte nuestra que mira a los dos mundos. Al mundo de la naturaleza y del espíritu, y los une, forma un entretejido como lo hace la araña. Una red, una red tejida con palabras como alas; con palabras que en si dicen hablan de lo que estamos siendo, en cántaros de barro.
La palabra poética.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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