lunes, 15 de julio de 2013

Libro "Z" – Capítulo 27


ESPIRITU COMO NECESIDAD
Hay tormentas, convulsiones, estremecimientos tales que no podemos soportar, que no podemos controlar, regular, y muchas veces no podemos convivir con ellos.
Son cosas que suceden, que tiene la vida, que son parte de la vida; vida como algo que está ahí, como algo brotado del medio, nacido de él, y creado por él.
A qué llamamos entonces medio ambiente: a todo lo que nos rodea, a las cosas, a la vida, a la naturaleza, a los elementos, a los fenómenos y a todo de lo que estamos relacionados y dependemos además.
Necesitamos del aire, del sol, del agua, de la tierra, de los alimentos que brotan de la tierra, necesitamos de los otros, de aquello con los cuales nos relacionamos, de aquellos que dependemos también.
En dónde está nuestra participación, nuestra presencia, que de por cierto no es la misma que las de los otros. Un pino, una nube, un sauce, una roca, una gaviota, un hombre; todos están aquí, están como producto, pero a la vez son los que sostiene, los que mantienen, que las cosas sean así.
Que no son imprescindibles, eso ya lo sabemos; pero son y somos participes, células, si se quisieran decir así, de lo que está aquí, necesarios, pero no suficientes, y a la vez imprescindibles.
Es decir que hay algo más grande que estos elementos, que estas partes que están ahí, que vive ahí, y de lo cual no tenemos ni la idea, ni el presentimiento, ni menos la presencia.
Una uña no debe tener conocimiento, ni percepción, ni menos entendimiento (si suponemos que la uña, pueda tener algo incipiente de todo esto); pero a nosotros nos pasa los mismo, por mas que seamos los que piensan, los que observan (deberíamos definirnos así).
Partimos de una primicia interesante que es la de decir. Es decir usar, usando el lenguaje, las palabras; para decirnos, yo siento, yo soy.
Es decir que ante todo ha tenido que existir la palabra primero, luego la pregunta; la pregunta después de habernos visto en el espejo de un río o de un lago.
Mirar, mirarnos, fue lo primero; aunque ya teníamos presentimiento de nuestra presencia por medio del otro, de aquel que nos atacaba o huía, o rozaba, o amaba u odiaba.
Fuimos teniendo recepciones, captábamos por medio de los sentidos la existencia de lo otro y de nosotros. Hicimos una división, tal vez fue antes o poco después de habernos convertido en hermafroditas y de haber roto después esa unidad.
En este campo, en este tema también existe el latido, debemos de haber sido primero hermafroditas luego nos expandimos en la división, a través de la división de a dos o más, así sucesivamente como una factor multiplicador, llegamos a lo múltiple, luego la contracción, la introspección, el volver a la autogeneración, como será dentro de no mucho tiempo.
Es decir, siempre un latido esta presente: lo existente. Un latido, no en si los contrarios sino una sucesión de hechos de fenómenos, de cosas que cambian, para llegar al otro extremo y volver. El cambio de los extremos como una sucesión de puntos cada vez más infinitesimales, cada vez más pequeños. Cambio o fenómenos, tan diminutos, tan posible de ser divididos, como son divisibles la materia o la energía.
Es decir que aquí estamos hablando de un tercer elemento, los fenómenos, no en si ya solamente la materia y la energía, sino los fenómenos.
Fenómenos posibles de ser medidos, como fenómenos imperceptibles, no siendo posible ni siquiera la percepción, sin embargo existen, están y actúan constantemente sobre lo existente, más aún son los cambio, los sucesivos movimientos, los sucesivos latidos, lo que crean la energía, los que crean y forman la materia.
Fenómenos como el pensar, el sentir, el amar, el odiar, el sufrir, el gozar, el temer, el luchar, el huir, el soportar, el resistir.
Bueno todos ellos han creado, han formado dentro de nuestro cuerpo una materia capaz de pensar y de sentir, y la destilación de afuera hacia adentro, como si hubiera un elemento extraño, un elemento catalizador, hace, permite que de ellos, de esta suma de fenómenos brote un yo, brote el yo.
El tema es que no tiene necesidad, ni su naturaleza lo requiere, que nuestro yo tenga un lugar físico ya que es un fenómeno. Es decir si buen lo ubicamos en el cuerpo, sabemos, sentimos que es algo etéreo, que puede estar dentro del cuerpo es cierto, pero a la vez puede viajar por el tiempo y por el espacio sin que por ello abandone su morada.
Con el bendito yo podemos mirar, contemplar y aún describir; porque desde la percepción del otro y desde la observación de la parte física de nuestro cuerpo, nuestro bendito yo está allí. Es como un ojo mutable que pueda estar por momentos dentro nuestro como afuera. O puede mirar y contemplar el pasado, imaginar un futuro y soñar, soñar huir de esta su realidad y ser otro también, otro al que las circunstancias lo requiere.
Los fenómenos del rayo, de la nube, de la lluvia, pueden estar, pueden brotar en cualquier parte del globo terráqueo, aunque en algunos lugares la hace con más frecuencia que en otros, pero sabemos que los fenómenos están, existen, brotan de las consecuencias de otros fenómenos. Solamente pensando en un de ellos nos sumergimos en el origen de todos ellos, en los fenómenos elementales, tan elementales como puede ser un quartz para la materia.
Pero lo importante es que para nosotros existen como fenómenos que lo registramos, en su aparición. ¿En donde están? ¿En donde habitan? Eso no lo sabemos, sabemos solo que brotan en cualquier lugar y que en algún momento comenzaron a existir dentro de la tierra y que en algún otro momento dejaran de aparecer, dejaran de existir.
Es lo mismo que pasa dentro de nuestro cuerpo, de nuestro cerebro, de nuestra mente.
Están aquí. Estamos aquí
Y pertenecen y pertenecemos a un cuerpo superior, a algo que todavía no podemos ni percibir, ni entender, ni siquiera imaginar y como metáfora tanto en el cuerpo superior como en nosotros ó dentro de las partes que nos componen, se está sucediendo los fenómenos, esos que mutan de energía en materia, y se mueven, y que se mutan, como el día y la noche, como las estaciones, como la edad, como la vida de los planetas y de los universos.
Los fenómenos suceden como en capas, como en cáscaras de cebolla, como en órbitas, y una de esas órbitas, de esas capas somos los seres que piensan, el pensamiento como fenómeno, como capa encapsulada, que mira, observa, relaciona, y por momentos cree sentir que ha creado un conclusión, pero una conclusión como paso, como quién tímidamente cambia de órbita y vuelve, como si todavía tuviera miedo del próximo paso, de la próxima órbita, del próximo estado.
Si salimos del agua, salimos rompimos el cordón umbilical, las raíces de la tierra. Por qué no, algún día no muy lejano, nuestra mente estará fuera del cuerpo, siendo muchos cuerpos a la vez, algún día nuestra mente será humanidad, aunque ya lo somos, todavía ni siquiera lo percibimos, ya que aún el cuerpo, nuestro cuerpo nos protege de la intemperie, tal vez todavía no nos ha crecido, no ha brotado de nosotros la piel adecuada para la próxima órbita, todavía estamos dentro del cuerpo dentro de esa concha que cubre al caracol.
Tal vez solo, tal ves ya somos, ya hemos sacado nuestro pico afuera del cascaron, tal vez ya, somos, pero todavía no nos atrevemos a caminar, en esa libertad que nuestro espíritu ya tiene como necesidad.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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