lunes, 1 de julio de 2013

Libro "Z" – Capítulo 25


INSTANTE
Si soltáramos amarras, si por un momento dejáramos que las cosas sean, que nuestra vida flote, aunque sea por un instante, sobre ese mar de dudas que nos circunda.
¿Por qué querer más? ¿Por qué querer saber, conocer, entender más? Será tal vez porque hemos llegado ya ha flotar, a sobrevivir a los saltos. Tenemos, contamos con los medios de y para ser felices; pero no, todavía nos queda el envión, y en verdad será así por mucho tiempo más; después de haber luchado, de haber logrado imponernos sobre los demás, sobre las demás cosas de la tierra; y estar, ya estamos, sin embargo queremos ser. Solemos decir que no sabemos nada y en verdad sabemos mucho, no se trata de ser optimista ni pesimista, estas son palabras, dos actitudes, que juegan con nosotros como sí nosotros fuéramos pelotas de pimpon.
Hemos llegado y estamos aquí, dentro de estas cajas de acero, cemento y vidrio, desde allí miramos las tormentas, los tornados, la nieve. Nos desplazamos a velocidades increíbles, tomamos hasta perder la razón; soñamos, labramos las palabras con las que luego construimos esa choza invisible a la que hemos llamado mundo.
Es verdad que aún nos acechan las cosas pequeñas y las más grandes; pero nos guste o no, esta choza es una choza hermosa; aunque todavía adentro algunos se devoran entre sí. Ya no los demás; los demás nos han aceptado como los dominadores.
Solos así, como si fuéramos un niño miramos a las estrellas, al cielo azul y oscuro. Lanzamos sobre él nuestros brazos extendidos, hurgando entre esos nuevos hermanos y hermanas llamadas galaxias.
Soles como ideas; planetas como pesadumbre y sin embargo en ellos habitamos, en ellos moramos. Mientras lo otro late como el acero fundido dentro del crisol. Un fuego, no hay duda, es lo que hace que las cosas cambien, que las estrellas se junten y exploten, que la vida de un hombre se crea, se expande y se contraiga hasta desaparecer.
¿A donde van las estrellas muertas? ¿A dónde van los hombres cuando se mueren? Será que el fuego que los enciende es el mismo que crea los universos.
Algo es el error, algo que lo que ha irrumpido el silencio y la oscuridad que contiene a los universos; el fuego, la chispa, el rayo, la idea. ¿Siempre de la materia brota el fuego? ó el fuego es materia evaporada.
Hemos supuesto que la materia se convierte en energía, en fuego; pero ¿El fuego no se apaga? ¿No es atrapado por algo? ¿Por algo que lo convierte en materia? Es fuego lo primero, es energía lo que estaba libre, lo que vivía libre; pero algo sucedió, algo lo atrapo como cuando un Pararrayos atrapa un rayo y lo lleva al seno de la tierra, lo sumerge, lo apaga; como la madre tierra apaga una vida.
Una vida es error. Es lo que quiere ser libre; lo que quiere vivir en libertad; pero ¡ay la bendita materia, la carne, la tierra, el vientre! Algo ha atrapado al fuego, al espíritu libre que habita dentro de nosotros; pero ¡ay benditas cáscaras de cebolla! cómo me hacen recordar mi pasado. Cómo toda cosa es testigo, da testimonio de aquello que nosotros todavía no podemos recordar.
Capa sobre capa, corteza sobre corteza, crecen las cosas y en ellas está gravado lo que no podemos recordar.
Pero he ahí éste niño nuevo, éste nuevo ser, cuyo cuerpo somos los seis mil millones de hombres, de seres, de monos que piensan.
¿No será, no seremos solo otra cáscara de cebolla? ¿No nos viene a la memoria que dentro nuestro están cien mil millones de células, que conforman a cada uno de nosotros? ¿No hay millones de millones de neuronas, entrelazadas a través de esos cordones umbilicales llamados sinapsis, no se alimentan entre ellas, no se comunican como nosotros nos comunicamos a través del lenguaje?
Nuestras benditas neuronas no ocupan mucho lugar, si en un milímetro cúbico, viven un millón de ellas, cada una conectada con la otra por mil sinapsis ¿Tenemos así, nosotros los humanos, un lenguaje que tenga mil palabras?
¡Cómo poder dejar de ver este hermoso paisaje, esta hermosa choza, morada que es nuestro cuerpo, que es el mundo! Es verdad que hay que avanzar, hay que conocer; pero no será que aquello que hace más de dos mil cuatrocientos años nos dijera Sofocles todavía tenga vigencia. El dijo: “Los hombres pasan toda su vida ciegos, salvo por algunos instantes” ¿No será que él, aquel que creo esa criatura que fue cegada por el destino, fuera el mismo que instala, que siembra el instante como lo supremo?
Como si por primera vez se instala el eje Z, ese eje que nos detiene y nos sumerge afuera del tiempo. Nos detiene como aquel barquero que al detenerse sobre una orilla, desvía el río y crea lo nuevo, crea el cultivo; le da lo que el desierto desde hace tiempo tiene, le da, le abre la posibilidad de que de su vientre brote vida. Pone como pone, como siembra el hombre, cuando da, cuando entrega, cuando permite que el óvulo se fecunde entregando su espermatozoide. Lo mismo hace el barquero cuando entrega el agua al desierto.
Cáscaras de cebolla son lo que sucede; sin embargo es necesario la secuencia, son necesarios los fenómenos cómo son necesarias la sinapsis. ¿No será que con Sófocles se instala otro sol, se crea otro sol? Este sol no es aquel que da luz y calor a la tierra y a todos los que la habitan. Este sol nuevo es el que ilumina a un mundo nuevo, a un mundo en donde habite un espíritu, el espíritu, aun más nítido, más preciso, más real.
¿No será que las cavernas de Platón, se ilumina con este sol? Alguien podría decir: no fue sólo Sófocles, fue Jenófanes, Heráclito, Parménides. No importa el nombre, fue el mismo espíritu que se instala en el alma del hombre y al cuál lo hace decir. Díganme, ¿No sucedió lo mismo con sus contemporáneos: Buda, Confucio, Lau tse, Zoroastro?
¿No pudo ser, no hubiera sido, una ola? Una ola de energía, de espíritu, de dioses, que llegó a la tierra e ilumino a los seres que lo habitaban. Sean ellos fuerzas, dioses, energías, fenómenos, que importa; sin hay cometas, meteoritos, ondas, rayos de energía que constantemente circundan a la tierra, llegan y algunas hasta la traspasan sin que suceda nada, sin que haya cambios que nosotros los medidores registremos.
Es el instante, es la primer mirada. Es el instante que nos abre a la luz, es la mirada que comienza a ver. Son los ojos que todavía no distinguen algunos colores. Es el alma que no siente la obra del espíritu.
Somos las pequeñas lentejuelas, pequeños cristales que están formando un ojo más grande, más potente, que pueda mirar más lejos, mas de lo diminuto también. Cómo debe haberse formando el ojo del animal.
Estamos ahí, ahí en donde hemos llegado arrastrados por la fuerza del río, del espíritu. Pero ¡hay de aquello que se detengan! ¡hay de aquellos que quieran desviar al río, para fecundarse! Para fecundar a esa tierra nueva de la que nos comenzó ha hablar Sofocles, Hólderlin. Nietzsche.
Será, es y fue el error, aquel alrededor del cual se forma el tumor, que puede ser maligno o benigno o puede ser una tercera alternativa: la vida misma que se desvía para asegurarse, para asegurar su existencia, su presencia. Ya una vez confió en los dinosaurios, ahora esta confiando en el hombre; que por cierto no está segura de él tampoco.
Entonces que le queda a este nuevo ser ¿Seguir arrastrándonos, seguir al río de la vida para que llegue al mar y de allí sea nube, rayo y lluvia, para volver a ser río?
¿O nos atrevemos a sumergirnos como se sumergen un buzo? No es que sentimos que estamos evitamos lo que debe ser, sino que nosotros mismos debemos ser. Ya una vez el animal rompió las raíces de la tierra y fue astro; hoy debemos romper las cadenas de la vida y ser otro ser algo más libre. Si bien el espíritu también es vida, pero vida es ya otra cáscara de cebolla.
Lo primero ver, lo segundo ver a nuestra obra, lo que hemos llegado a ser, y a hacer, junto a los miles y millones de seres que nos acompañan, que nos forman, que nos conforman.
Y no es que renuncie a ser lo que soy, a mi mismisidad, a mi ipsidad. Yo no he nacido de un repollo; así como reconozco a mi madre, a mis padres, a mis ancestros; así también debo conocer, reconocer a todos los seres por los cuales estoy aquí presente, aquí presente diciendo: yo soy, yo siento, yo pienso.
Amén.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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