lunes, 3 de agosto de 2009

Libro “El Milagro” – Capítulo 5

LA VIDA II

Cuando uno piensa, medita; sentimos que hay algo en nosotros. Lo primero que se encuentra, es una especie de nubes, de pensamientos, recuerdos; algunos agradables otros como los remordimientos, pero por lo general son móviles, sin consistencia, traspasables; eso nos quita visión, ya que es niebla; pero no dejamos de sentir que son nuestros, lo que fuimos, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que soñamos.
Algunas veces esa capa es pesada, depende de nuestro ánimo y de lo que estemos pasando; de nuestras circunstancias que nunca son las mimas, cambian como nosotros, siempre.
Pasamos por esa niebla, llegamos a una especia de punto concentrado, como si fuera un astro compacto, de tal compacticidad que hasta podría desaparecer de nuestra vista, inclusive de todos nuestros sentidos.
Algo que se pierde en lo infinitamente dimito, es como si saldría del espacio, pero sabemos que está ahí, que es real.
Pero a la vez sientes que ese centro casi imperceptible fuera capaz de abarcar todo, de ser el creador de todo, desde donde todo sale y todo llega, pero sin tiempo.
Primero lo imaginas luego lo sientes; surge una afectividad, un grado de relación afectuosa con ese centro, es además como si a la vez ese centro fuera tu también.
Una sensación extraña allí en el límite, solía tener conciencia de mi cuerpo, de mi alma, de mi espíritu, de mi mente; pero aquí todo se diluyó en uno, todo se concentra en uno. Uno el que observa y otro el que es observado, pero los dos son uno; como si no existiese separación.
Está allí y es lo que siempre estuvo; me voy dando cuenta que desde niño y más aun percibo que desde antes, eso estuvo ahí, ahí adentro de mí; lo que pasó es que yo fui cambiando, fui mudando de piel, de ropa, de ojos, de gente que me rodeaba.
Fue tal vez solo esa etapa, la de niño, la de muy niño, en donde eso que hoy trato de ver, de encontrar, estaba afuera; sí, si estaba afuera y con él jugaba. Era la lluvia, el viento, los días claros, nublados, el agua que caía de la montaña después de la lluvia y abría acequias, era un agua marrón casi lodo, pero me gustaba verla, me gustaba mojar mis pies en ella.
Si tenía deseos de despertarme temprano, como lo hago ahora para escribir, ya que sentía la necesidad de respirar el aire fresco, ver como las sombras se disipaban como niebla ante un sol que se imponía, derramando su luz y calor.
En ese tiempo, no había cosa mejor que ver cuando brota la claridad, cuando se comienza a iluminar la penumbra. En la noche todo parecía igual, pero ahora con la luz, la luz de sol, de ese sol, que daba la sensación que al iluminar veía. En ese entonces no tenía conciencia de que, lo que iluminaba mi ser, era diferente al sol que salía de detrás del volcán.
¡Qué felicidad!
Con el tiempo cambian las cosas, recuerdo que sentía la necesidad de registrar todo ello, percibo ahora que lo he guardaba en el fondo de mi corazón y que ahora ya destilado recién lo puedo escribir, recién he creado las maquinarias necesarias como para sacar ese metal precioso de dentro de la montaña de cosas, de hechos, que sucedieron y que lo enterraron.
Ayer ví sobre una autopista un letrero que decía: “si ve algo raro denúncielo” es por la seguridad, yo sentía en aquel tiempo la necesidad de sí ve algo escríbalo.
Allí está, ahí, nunca se fue, ni con el tiempo, ni con las perturbaciones que causan los letreros de la realidad.
Puedo volver cuando sea, en todo momento, eso va a estar aquí; en lugar de llamarlos eso podríamos llamarlo la mismisidad, pero parece más Psicológico, podríamos llamarlo Dios, pero parece que estamos cortando distancias con las Religiones, con la fe, con las creencias; resistamos un poco, busquémosle, como dicen los poetas la palabra nunca dicha, nunca nombrada. El amor, tampoco me gusta.
El ser, parece algo como o similar que estar, o relacionado con ello.
Yo el reflejo de mi ser, de mi conciencia; huele como intelectual y de eso no estamos hablando.
No se puede tocar, no se lo puede nombrar, pero está allí, a una cierta distancia, allí si la distancia es el alma de la belleza, es algo bello lo que percibo. Creo que por ahí podemos caminar y avanzar mejor, es decir describamos qué es lo que se siente ante la presencia de lo innombrable.
Respeto, la verdad que sí siento respeto, mi alma se llena de alegría, de plenitud, frente a su cercanía; mi espíritu se vuelve niño, un infante feliz, recobro ni niñez, brota por debajo del lodo del tiempo y atraviesa esas nubes que impedían hace solo algunos instantes mi paso hacia el.
Mi cuerpo allí no participa, mi mente atenta pero no sorprendida, sino como lo hace un medico; osculta, mira, con esa mirada fría que tiene la razón.
Pero hay algo extraordinario, algo que creo que tiene que ver con él, de una manera directa, hasta por momentos creo y siento que es como su embajador en mí, como si dentro de mí tuviera un cuartito, una morada, un nido, en donde él está también; yo sí que me atrevo, mejor dicho mucho otros antes que yo lo nombraron: es el corazón; ahora sí, no me digan dónde está, lo único que puedo decir que está en alguna parte dentro de mi.
Pero lo imnombrable también. Ay. Ay, me da no sé qué, pero creo que es lo mismo; pero no quiero cortar camino, quiero permanecer aún despierto dentro de esta sensación.
Veamos, me parece que el corazón es como un claro dentro del bosque, dentro de la maraña de cosas, de genes, de células, de recuerdos, de pensamientos, de sentimientos, que soy; sí, si es una especie de oasis en el desierto, que a la vez soy también.
Pero he ahí, lo veo habitar al amor, a la amistad, a las fantasías, a la delicadeza, todas esas cosas lindas las veo ahí.
Ahora creo sentir que el corazón es como la sala de espera, no como la de un consultorio, sino como nido, en donde gota a gota, como las gotas de rocío, se irán depositando en la hoja temblorosa que es mi alma; se podría decir que así como el rocío aparece, aparentemente como desde la nada, desde la noche, así también aparece el día, aparece ésta sensación de ver, de comprender.
No hay duda con lo único que puedo ver, es con mi corazón, eso ya es bueno, buen tramo hemos avanzado.
Pero debe haber un vínculo, una vena, una arteria, una sinapsis, que me una con él, lo puedo mirar con los ojos de mi alma, pero no soy él, hay una distancia, que no es espacio ni tiempo, pero ¿qué es eso? Esa distancia ahora es mi objetivo.
Existir es luz, la separación también, lo mismo que la belleza.
Es decir que la distancia hace posible formar, no digo crear, un mundo, en donde vernos y donde verlo: la vida.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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