lunes, 29 de octubre de 2012

Libro "Z" – Capítulo 8


LA SOMBRA
El carácter, el temperamento, la personalidad, son atributos, formas de ser, de comportarse, de reaccionar consigo mismo, con los demás y con el medio.
Cuando decimos consigo mismo, nos estamos refiriendo a que hay algo, alguien, que reacciona con el mismo, por lo tanto hay alguien también al que llamamos sí mismo.
Lo del mundo exterior esta claro, es el conjunto de cosas que pasan, que suceden en el mundo de todos los días, con los demás, en lo cual nos referimos también a la forma como reaccionamos, con los estímulos de los demás y con el ánimo que nos damos a nosotros mismos. Es decir que inclusive en el mundo exterior está actuando también aunque no siempre, lo intimo, lo nuestro, lo impalpable, nuestra forma de ser, nuestro carácter, nuestra personalidad.
En el mundo interior ya es otra cosa, estamos dentro de algo, de nuestro cuerpo, de nuestras ideas, percepciones, sentimientos, sueños, etc., es decir con todo aquello que es nuestro y de nadie más.
Si lo expresamos, si lo compartimos; lo que llega al otro son cosas similares, pero no llegan a ser lo que somos, lo que sentimos, lo que percibimos, la desconfianza, el interés, etc.
Cuando está el otro enfrente, son tres mundos que se encuentran, el mundo del otro, nuestro mundo interior y el mundo compartido. El mundo en el cual estamos compartiendo, lo común, el interés, el deseo, el miedo, es decir todo aquello que se pone al asador, en una olla, en un crisol, llamada comunidad. Lo común con el otro con los otros, es decir la sociedad.
No podemos decir mundo real, porque los tres son mundos reales. Existen, viven, laten, se expanden y se contraen; cambian. El mundo compartido, el común, es de difícil manipulación, es decir que es un mundo de cambios lentos, como si el mismo tuviera ya su propia mismisidad. Un mismisidad latiente, formada por cada uno de los seres que lo forman, por cada uno de los hombres, de los pueblos, de las sociedades, de las culturas.
Este mundo común, esta común unidad, comunidad, es un ser vivo, como es el de cada persona que lo compone. Es el mundo en si, es la suma, la montaña de huesos destilados, que se reúnen, que se unen, que intercambian cosas, como si fuera un mercado en los que todavía se trueca, se hace trueque, se vive intercambiando cosas, bienes; bienestares, bien estar.
Es como si se estuviera formando una galaxia, ya no un sistema como el solar, sino una galaxia, con astros estrellas, planetas, cometas, agujeros negros.
Hay algo en común, hay algo que podemos ver al atravesar verticalmente a lo largo de nuestra historia, desde el LUCA hasta ahora, hasta este momento que estamos intercambiando ideas.
Hay algo que se está haciendo, algo que se está expandiendo, desde el ARN, al ADN, desde el gen a la célula, desde el órgano al cuerpo, desde el alma a la mente. Esa mente, esa alma que ve, que quiere ver, con un interesante condimento, ver hacia fuera y hacia adentro, quiere mirar hacia atrás, desde un punto que está en al piel del alma. Un sentido, ya no solamente un poro de intercambio.
El poro fue un punto de intercambio, había que separar las aguas, había que buscar una identidad. Un pararse en si, un formar raíces, y ver que pasa; un detenerse y resistir los embates del sol, de las aguas, del tiempo, un estar ahí.
Fue después el ánimo, el temperamento, el microclima, la atmósfera, el agua retenida, fermentada, destilada.
Si vemos la formación de los moluscos, a los vertebrados, a los mamíferos; veremos que es la columna vertebral, la que sigue dándole flexibilidad a los vertebrados. Con la diferencia que es la columna, la que lentamente nos va a ser parar, nos va a permitir mantenernos erguidos.
Con ésta posición, podíamos no solo mantenernos parados, sino caminar, mirar no solo el horizonte sino el cielo físico también, entonces si soñar, pensar, imaginar; porque el cielo se abre como una ventana grande, ya no es solo un sentido como el de la vista sino que el cielo se introduce dentro de nosotros y lo que hacemos es copiar, gravar, recordar, memorizar.
Es entonces, que nuestro animo, nuestro carácter retiene, desarrolla un casco, una gorra, algo que detiene el agua que pasa por nosotros, el agua que se está yendo de la tierra y de todo ser, la retenemos formando una garra invertida, y allí el agua se enfurece; pelea, nos da pelea, y de esa pelea, de esa lucha brota nuevamente el rayo por segunda vez, pero esta vez de una manera sutil, etérea, imperceptible: la idea. El pensar, la luz que nos permite ver y vernos.
Por un lado la naturaleza hecha costumbre forma alrededor de un ánimo: el cuerpo, el alma; pero después de un cierto punto se repite, como se repitió el rayo, nuestro espíritu vuelve a brotar pero ahora como un yo, como una conciencia, que quiere aprende, que quiere ver, no solo lo de afuera, lo del mundo exterior, sino nuestro pasado, las distintas costras que hemos formado para proteger aquello que somos, conchas, casas, construidas al vivir, al existir.
Des – ocultarnos, para volvernos a ver, para reconocernos, es nuestro pasado, nuestra historia, el camino que hemos tenido que recorrer para llegar aquí, para llegar a ser lo que somos. Ver esa historia es vernos, es comprendernos, entendernos.
Hoy somos un ojo circular, esférico, que ve nuestros rastros, nuestro sueño, nuestros tentáculos, nuestro medio, medio ambiente, desde donde nos hemos tomado prestado lo que somos.
Un paso adelante, otro atrás. Soñamos y vemos el paso que todavía no hemos dado. Vemos que la sombra de lo que somos camina adelante de nosotros, porque es así el presentimiento es algo que reúne lo vivido ya, lo experimentado. El yo sólo tiene la cualidad de recordar, el espíritu de vivir, de soñar, de ser, de lo que estamos hecho.
El yo como ojo, el espíritu como obra, como la mismisidad que obra, que funde a las cosas de todos los días en el crisol de lo que hemos llamado mundo y de donde nos alimentamos, pero además decimos yo quiero, yo soy; y, una sombra que camina adelante nuestro se ríe, un ojo que ve nuestro sueños no solo sueña sino que nos abre camino, para que digamos como un niño: “Pienso, luego existo”.
Aquello que describe de una manera casi inconsciente el reino que vive desde siempre en el corazón del mundo, en el corazón de cada hombre: el amor.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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