lunes, 15 de octubre de 2012

Libro "Z" – Capítulo 6


MUNDO INTERIOR

“Hay algo libre que vive en el universo”. Karigue

Hay un tiempo del tiempo, en cual quiero estar solo. Caminar, ver lo que me pasó en los últimos días. Verme cómo reacciono, cómo lucho; con ese carácter, con ese temperamento. Luego trato de ver eso que sucedió, eso que me pasó, eso que vive, de una manera más clara, dando una respuesta más de acuerdo a lo conveniente de las cosas, de mi interés también.
Entonces pareciera que la niebla que cubría (hace algunos momentos, desde que sucedieron los hechos, las cosas) se levantase, y las cosas fueran más claras. Luego me siento bien, me siento acorde con los hechos, con el mundo.
Pero qué pasó entonces, si los hechos seguirán sucediendo de esa manera, la gente no cambiará, el mundo es así: y si cambia, cambia a paso de una hormiga, de una tortuga. Lo que cambió es un baño, es hacer pasar una brisa fresca por una frente cansada, por una frente sometida a las tormentas que pasan, que suceden, en éste mundo, en ésta tierra.
Como un momento de paz, como un momento en el cual se construye, se erige, un castillo, un conglomerado, un edificio: el mundo. Mi mundo, pero lo interesante no un mundo exterior, aunque si bien este se ve afectado; pero lo que se construye es un mundo interior.
Algo tan grandioso, tan inmenso, tan inconmensurable; como si hubiéramos abierto el más grande de nuestro sentido, de aquellos poros por donde nos vinculamos con el mundo, con el mundo exterior.
Éste nuevo poro, éste nuevo sentido, es más profundo e inmenso que el pensar, que el conocer, que el aprender. Es un nuevo mundo, el cual se ha ido preparándose, construyéndose, a fuerza de la costumbre, a fuerza de estar aquí presentes, viviendo, siendo, conociendo.
Un mundo, un nuevo mundo que estoy descubriendo, aunque un poco tarde; pero temprano cuando se siente, se sabe, que es un mundo que no tiene tiempo.
Un mundo en el cual represento, en el cual cocino, aderezo, lo que he conseguido en el mundo en donde vivo con los otros. Luego allí con todos esos ingredientes, pongo al fuego, la olla de mi reflexión.
¡Ay fuego divino! Eres lo divino, eres aquello con lo que preparo mis alimentos, enciendo los palos, las ramas, secas, para que me den calor, fuego. Enciende las ciudades para prolongar el día, enciende las moradas para vivir juntos.
Alrededor de este fuego nos estamos, estaremos sentados por siempre. Fuego divino, fuego con el cual me reúno, con los otros, me vuelvo a reunir con los que hace tiempo me había separado.
El cariño, el amor, es ver, es ver en el otro la representación. La representación, la misma y a la vez otra de aquella brotada, nacida, fabricada, por la reflexión.
El amor solo es un vinculo, solo es una vena, una sinapsis, entre dos aislamientos, entre dos soledades. Representaciones diversas, diferentes, con diferentes actores; pero el mismo trama, lo mismo que se está haciendo desde siempre, que se está haciéndose presente, y que el eje z traspasa, que desde el eje z se puede ver, observar.
Por eso habrá sido que Wittgenstein, nos recomienda: “Antes que pensar, observar” Porque es de la vida que nos alimentamos, es del andar, del vivir, aún del pensar. Pero el pensar, cómo una cosa mas, cómo un tentáculo más, cómo un poro más.
Nuestra intimidad, nuestro mundo interior, nuestra mismisidad; es un mundo profundo, abierto, fértil; como los desiertos que algún día estuvieron cubiertos de agua, de vida, y ahora son reservorios; ahora ya están para volver.
Sí lo vemos así, nos daría la impresión que alguna vez y no hace mucho nuestro mundo interior estuvo cubierto de vida, era vivo, fértil, pensado, trabajado. ¿Era de otro? ¿Somos seres que vuelven a vivir, vuelven a cultivar un mundo ya cultivado, un mundo que cuando llegas es un reservorio? ó ¿Es un mundo compartido, un mundo parcelado, un mundo formado por celdas, células; a una de las cuales volvemos a cultivar?
Un mundo compartido, un mundo parcelado, un mundo separado, pero que se vuelva a unir por medio de la relación, del vínculo, del compartir, del amor, de los afectos.
Sí ahora vemos, lo vivimos, vivimos con él a diario, en cada momento, es porque es nuestro; es real. Así lo sentimos, así lo estamos juntado, uniendo; pueblos, ciudades, naciones, países, continentes, imperios, se unen. Se unen a fuerza, por fuerza, por el imperio de las fuerzas que nos incitan a unirnos, a estar junto, a forman un ser, más grande, más poderoso, para poder así sobrevivir.
Pareciera entonces que ya el universo está en el estado de contracción, se está volviéndose a unir, compactándose. Lo vemos a diario, en nuestras ciencias, en nuestras investigaciones, en nuestra elucubraciones: un mundo, una unidad.
Pero como el espíritu, es libre, como el espíritu es pura expansión, entonces se vuele contra sí, se arroba, y se introduce en el mundo interior, en el mundo de la conciencia, allí logra una libertad más pura, más plena.
Por eso nosotros, que somos portadores de vida, portadores de ese espíritu del mundo, nos sentimos plenos cuando estamos, cuando tratamos de conquistar, de cultivar, el mundo interior, un mundo que todavía ni siquiera le hemos nombrado. Un mundo nuevo, un mundo construido para el espíritu, por el espíritu, a través de nosotros, de aquellos monos que piensan.
Un mundo en el cual compartimos la paz, la plenitud que lleva dentro de sí el espíritu; y, que hoy lo encontramos con los otros, en el mundo exterior.
Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 22 de Octubre

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Gracias. Karigüe

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