lunes, 3 de octubre de 2011

Libro "Común Unión" – Capítulo 7

NIÑO

Niño solitario. A veces cuando genéticamente o culturalmente se nace en una familia, en un grupo humano, que no tiene mucha sociabilidad, y además si se viene con un cierto grado de inteligencia. Al niño todo esto lo vuelve solitario, asilado; se retrae hacia su mundo interior y allí se expande, pero no por ello deja de ser solitario e insociable.
Un paso posterior, normal, es la huida. Nadie se va de un lugar en donde se es feliz. El buscador, el explorador, el misionero, es por lo general un hombre que no tiene ni paz, ni es feliz en su lugar, en su hogar. Se vuelve entonces un ser errante; no tanto porque yerra, sino porque no sabe vivir con los demás, no sabe vivir con su familia, ni con el grupo más cercano ó más lejano; y tampoco con el mismo.
Normalmente se va muy lejos, ya sea en donde hay mucha gente o a donde hay un desierto.
Lo peor o lo mejor (en este tipo de personas, no se sabe que es lo mejor ni lo peor para ellos, para los demás son buenos consejeros) es que no tenga una guía, que no tenga nadie que lo contenga, (como se suele decir en psicología).
Sí se introduce en el mundo de los negocios, en donde es necesario trabajar en grupo, ahí se complican, porque no solo la falla es la elección de su profesión si no que en este mundo en donde lo social tiene o se extiende sus mejores armas, queda cautivo, a la merced de cuanta persona quiera manipularlo socialmente.
Así transcurre la vida hasta llegar a ser un hombre maduro, teniendo que hacer y soportar un esfuerzo titánico como para poder sobrellevar esa máscara que no es. Y no es que los demás lo rechacen, sino que el a permitido que el exterior le haga un molde, le haga una caparazón; y esa es la máscara que más le pesa.
Desarrolla entonces una capacidad de percepción muy especial, exquisita podríamos decir; alimentada por un mundo interior en donde todo lo que cae se funde. Un mundo inconsciente lleno de vida.
La vida es como un río, del cual nos guste decirlo o no, recibimos, lo recibimos con un cierto caudal que permanece constante toda nuestra existencia. Algunas aguas son puras, claras, cristalinas otras turbias, turbulentas, dependiendo principalmente del cause que hemos heredado también. Este cause es lo que podemos manejar, lo que podemos cambiar, mejorar.
Y otra cosa más, podemos robar agua de ese río y llevarla al Desierto de los Tártaros. A ese desierto en donde Pareze (escritor Italiano), o mejor dicho los soldados esperaban que el enemigo llegue. En esa espera podría producirse dos cosas: la podredumbre ó el vuelo de sí.
El desierto que yo trato de ver es otro, es un desierto vivo. Es otra vida que quiere ser fecundada, que quiere ser liberada de sí, quiere entrar en nosotros, quiere fertilizarnos, quiere que le demos morada. Entonces le abrimos un brazo al río y de él desviamos algo de nosotros, de nuestro tiempo, de nuestro esfuerzo.
Para luego ver coronado en otro mundo, un tercero. Un bosque en donde crecen las ideas, la belleza, el dolor y las alegrías como en el mundo exterior, pero unas alegrías más potentes, más silenciosas, más nítidas; y en el que el hombre es dueño de ellas.
Es necesario una herida para que el río se desvíe, es necesario el Cultivador, el Agricultor, que sepa regar poco a poco, parcela a parcela, luego sembrar, para que después florezca su monte, sus chacras. Es una Religión, es creer en el rió, creer en el desierto, en la semilla, en el cuidado, en la cosecha. Todo un conjunto de actos, de atenciones, de respeto hacía lo que está dentro, fermentándose en el cáliz que somos.
La fe está en la semilla, en aquello que nos precede. Muchas veces renegamos, rechazamos, nuestro pasado; a nuestra herencia de aquello de los cuales y por los cuales somos. Por ellos la vida llegó a nosotros y somos así, si no de otra manera no seriamos así; seriamos otros.
“Bendito el nombre del señor” se suele escuchar. Bendito los nombres por los cuales somos, por los cuales somos así, de esta manera como lo ves hoy, como sientes, como piensas, como sufres, como lloras, como luchas. Simplemente estás, simplemente vives, por ellos.
Que hoy tengas dificultades por la forma que eres, por lo que tienes, se debe en gran parte a ti, a ti agricultor amigo. En ese espejo, que es tu campo, que son tus chacras, te ves y disfrutas. A mí no me mientes, ya que lo que te pasa es que tienes hambre de lo que está servido en mesa ajena.
Cuando nos satisfacemos sin haber tenido antes la necesidad, cortamos camino (nos decía Pródico) y nos perdemos el placer. Lo que necesita el alma, el espíritu, mejor dicho el Ser, nuestro ser: es placer.
El gozo, el gusto, el goce, etc., todos ellos son tentáculos del placer; la vida no tiene otro fin que el placer. En tantos nombres nos hemos perdido, que hoy lo que necesitamos esta cubierto (mejor en donde buscamos) de una niebla producida por ello. La palabra nos a desviado, nos ha abierto al mundo, nos está haciéndolo crear; mientras nosotros, nuestro ser no sabe, no tiene sabor, ni gusto, ni goce, de lo que vive.
Es verdad que es muy hermoso el mundo; pero también hay que reconocer que nos cuesta trabajo, crearlo continuamente, mantenerlo, cuidarlo, corearlo. Todo ello se hace con esfuerzo, con sangre, con dolor, de todos nosotros los humanos, trabajamos para él, aún el que escribe estas paginas escribe para él, aunque se mienta y dice escribir para sí y para los demás.
Pero antes de continuar hay dos puntos que unir, para poder comprender lo que después diremos: Uno es la semilla que el agricultor tiene que sembrar y el otro es la construcción de lo que es mundo, de nuestro mundo; los dos se pierden en la oscuridad de nuestra ignorancia, no por ello vamos a dejar de intentar por lo menos de saber algo sobre ellos.
Y como es todo lo humano, es decir limitado, tendremos que darle el esfuerzo adecuado (para nosotros) en encontrar su unión. La semilla es como el primer impulso que hemos recibido, por ejemplo la formación del puente de hidrogeno en la molécula del agua, es decir una falla. Cómo para un escritor es la falta de comunicación con los otros, razón por la cual se pone a conversar con el mismo, y descubre que es posible crear otro mundo.
Origen: falla; fin: falla también. Es entonces la falla el motor del universo, del hombre, del mundo, no la continuidad. Podría ser un caño de acero inoxidable el camino, el cause del río, por donde el agua que nace de la montaña vuelve al mar, sería una continuidad perfecta; pero así, no es la vida. La vida requiere de fallas, del error, de la herida, para generar, para fecundar, para afirmar sus garras sobre ésta nuestra piel, sobre este nuestro cuerpo; a través del dolor.
Los dos extremos se pierden en la oscuridad y queda en nosotros su rastro, su huella. Esa huella, ese rastro, es el dolor, tan bien expresado en el libro de poemas de Holan: “El dolor”.
El dolor de nacer, el dolor de morir, el dolor de vivir, pareciera que nos convertimos en una María Magdalena, que perdió todo cuanto tenía: su fe, su esperanza, su vida. No es tanto así, ni creo que nosotros los hombres del siglo XXI hagamos gloria del dolor, no sólo lo rechazamos, sino lo combatimos con nuestras ciencias, de tal manera que algún día podríamos vivir narcotizados y lo matamos a ese nuestro motor llamado: dolor.
El verdadero dolor de la vida está dentro nuestro y es que no somos dioses. Sí, por casualidad, lo somos, el dolor sería que no nos demos cuanta de ello. Es decir que el dolor antes de ser falla es falta, nace no de un error sino de que desde que nacemos estamos perdiendo cosas que considerábamos nuestras. Aunque en realidad nada es nuestro.
Es hermoso el poema en donde Vallejos dice”... tu no tienes Marías que se van, por lo tanto el hombre es el Dios” Le esta diciendo al Dios que el no tiene dolor, no siente dolor, y que el Dios debería sentir dolor para ser Dios. Desde el punto de vista del hombre, el dolor es tan importante que lo consideramos como condición sinequanon para la divinidad, para lo divino.
Así como Tales puso como elemento básico del universo al agua y Heráclito lo puso al fuego, etc. Así también después los hombres han tratado de poner como elemento básico del hombre al deseo, a la necesidad, al vació, al vicio, etc., creo que también deberíamos considerar como elemento básico del ser humano al dolor. Ya que es la fuente desde donde brota el espíritu.
Decía Beethoven que el hombre sólo conoce a su espíritu cuando está contra el suelo. Sabemos de la vida de este gran músico, sabemos de su dolor, y de su obra también.
Lo que pasa es que la palabra dolor de por sí nos aterra, ya que esta relacionada con el sufrimiento, no con la redención. Considerar al dolor como redención seria un acto masoquista. El dolor por lo general nos quiebra, la muerte es otra cosa; podríamos decir que lo que nos hace el dolor es algo similar lo que hace la bisagra con los dos partes que la componen, las hace cambiar de dirección y de sentido también, pero no hace perder la continuidad, es decir la vida.
Lo que pasa es que el dolor no solo es sufrimiento sino lo consideramos antesala de la muerte, aunque ella por lo general no llega acompañada con nadie.
Es decir así como el niño que vive en un determinado lugar u hogar y no es feliz, trata de irse, así también nosotros los seres humanos (seres niños) tratamos de huir de nosotros mismos.
Y creamos la obra (como todo chico que huye), creamos un mundo, creamos al mundo, tal como lo conocemos. No es como nos decía Platón sobre las rendijas por donde la luz entra, no estimados amigos, es por donde nuestra sangre se pierde, por donde nuestras sangres salen y nos debilitan.
Podemos ahora comprender a Nietzsche, cuando nos decía que con él, el pensamiento humano giraba, es decir que la obra de él cumplía la función de bisagra. Tal vez la aparición de la vida sobre al tierra fue sólo eso y que la función bisagra no es solo física, es decir posible de ver y explicar, si no que se cumple en todas las funciones del universo; pero lo que no se pierde es la continuidad.
El dolor es solo el cambio, el constante cambio que experimentan las cosas del universo; pero que en el hombre, el hombre lo registra como sufrimiento, con sufrimiento. Cómo cuando una madre da un niño a la luz, un cambio, siempre un cambio, qué otra cosa no es el movimiento que un cambio permanente.
Lo extraño en si es que el ser humano, no quiere estar sujeto a tantos cambios, no quiere estar suspendido, supeditado a los cambios de las olas del mar. Él fabrica barcos para ello, no solo par mitigar las olas, sino para avanzar y llevar nuestra existencia a donde los cambios son menores.
Somos luchadores contra el movimiento del universo, de y todo movimiento; esta lucha nos causa dolor y de él a brotado el espíritu humano, nuestro estandarte de lucha, de presencia de nuestro ser sobre la tierra.
El mundo su resultado, que no es tan malo ya que en ningún momento se pierde la continuidad. Aun cuando algunos quedamos tendidos, el espíritu del ser humano continuara en esta su lucha, con ese armazón, esa coraza llamada mundo; hecha de sangre, con sangre de todos los que estamos luchando y de los que dejaron de hacerlo.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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