lunes, 19 de septiembre de 2011

Libro "Común Unión" – Capítulo 5

EL POETA

Escribir es una ventana, es permanecer en esa ventana y abrir un mundo, un mundo en donde se entreteje lo que uno siente, piensa, quiere, y por qué no también sueña. Sueña despierto.
Hablar con otro, con otra persona es hacer puentes entre lo que uno dice y lo que el otro piensa y lo dice después. Es un ir y venir, interpuesto con el tiempo, es decir que además de espacio hay tiempo. En esos intersticios es por donde uno a veces se pierde, se distrae, se desconcentra. Lo más importante es que el otro puede pensar diferente, puede sentir diferente, que es lo que normalmente pasa en una conversación.
Al pensar el espacio, el tiempo, se reducen a su mínima expresión. Al comienzo pueda ser que están el yo y el tu dialogando, pero a medida que uno va introduciéndose en sí mismo, este diálogo se unifica, y es como si fuera solo un ojo el que ve, y que explica. Es algo similar a cuando un explorador se introduce en lo desconocido y va describiendo lo que ve.
Lo que tiene ésta forma de pensar, de conocer, es que normalmente los pensamientos son tan volátiles como una nube. Pueden permanecer por un determinado tiempo, pero lo normal es que se desvanezcan en un lapso que hasta la conciencia es incapaz de capturarlo y en enviarlo a la memoria.
Un ejemplo de ello es la poesía. El poeta en el momento de su inspiración siente dentro de sí, mejor si decimos que lo presiente; presiente algo que lo conmueve, sabe que está allí, pero tiene muy poco tiempo para ponerlo en palabras.
¿Por qué las palabras de un poema agradan? Porque son las certeras, las más precisas para lo que el poeta quiso decir; palabra y sentimiento están tan cerca que hacen saltar el rayo de la belleza, de la conmoción. Es como cuando salta el arco eléctrico entre dos polos cargados de energía eléctrica.
Entonces palabra y sentimiento son o están cargadas de energía de distinto signo, de opuesto signo o polo.
Es un placer hacer poesía sólo con palabras sin escribirlas, solo para uno; se siente placer, pero es instantáneo. A los pocos segundos, si se olvida aunque sea una sola palabra, el poema ya no es el mismo, se desvanece con seguridad para siempre. Se puede hacer otro similar pero nunca será el mismo. En este tipo de poesía se logra tal precisión, que es casi imposible describir o explicar lo que sucede en esos instantes.
Viene luego la poesía que se escribe, la mano no tiene la velocidad de la mente. Es como si se tendría que vaciar un dique por una canilla de una pulgada de diámetro, además en unos segundos o a lo sumo en un minuto.
Pero qué sucede cuando se escribe, cuando se trata de poner sobre un papel en blanco o con un teclado grabar en la pantalla de una computadora, lo que hay, lo que sucede dentro de uno, y si además se disfruta de ello, se convierte en una tarea tan similar como cuando uno recorre un bosque, un campo lleno de flores, de frutos, de captu, de animales salvajes, de tormentas, de días de sol, de lluvia, de sequía, días de primaveras, de inviernos, de otoños. Es decir se pasa a describir de forma natural lo que hay dentro de uno.
Pero no como si uno describiera un museo, sino como si lo que se describe está tan vivo, como el que escribe.
No solo se va viendo lo que es uno, sino lo que hay, lo que existe pero en estado lárvico. Es decir que al escribir uno va tejiendo, uno va dando forma a lo que todavía no lo tenía, pero contaba con todos los elementos a mano, al alcance de la mano, para tenerlo.
Creo que ese es el estado del creador, sea cualquiera su especialidad. La función no es muy diferente a la de un cocinero; éste artesano lo primero que tiene que saber es hacer bien las compras, elegir los elementos de acuerdo a lo que se quiere cocinar, luego saberlos cortar, limpiar, darles o cortarlos de acuerdo a una medida, para luego darles la cocción adecuada a ese obra de buen cocinero; por último saberlo servir en una mesa bien puesta, para que después los comensales lo disfruten.
El escribir debe ser una tarea natural, en donde el escritor no es un artista sino un artesano. Aunque presiento, que el arte, el arte de escribir, sólo se da en la poesía.
Lo narrado, lo descrito, es una tarea labriega, en donde hay que preparar el terreno, labrar la tierra, luego sembrar para por último cosechar; así se convierte en una de las tareas más placenteras, no tanto en sí por la cosecha, sino por que la tierra (el alma del escritor) se convierte en fértil, ya que de lo que se cosecha solo se saca las flores, el fruto vuelve a caer a la tierra. Es decir la fertiliza.
Fertilizar quiere decir solo abrir, que este preparada, abierta a la fecundación. ¿De donde entonces le viene la fecundación al escritor narrativo? Del mundo, es el mundo, lo que sucede afuera, en lo exterior, lo que es vida en los otros.
Un poeta extrae del muro del silencio lo que tiene que escribir: el poema. Un narrativo es solo un cosechador de lo que el mundo a sembrado en él.
Un poeta tiene su mirada como el águila, fija en el vacío. Un narrativo tiene su mirada en sus manos, lo que sus manos pueden labrar, pueden cosechar; contempla en forma natural lo que la vida ya es.
El poeta nos da, nos destila, el vino, que inclusive nos hace embriagar, soñar. El narrativo nos trae el alimento, el fruto de la vida, que da la vida.
El poeta hace mundo. El narrativo lo disfruta cosechando y entregando, sirviendo sobre la mesa de los mortales. El alma es mortal, el espíritu es lo que permanece, no solamente en el hombre, sino en todo lo que es vida. Si bien el espíritu de la vida es el mismo que el del hombre. El alma de hombre no es lo mismo que el alma de la vida, ya que a esta le hemos puesto el nombre de mundo.
El escribir entonces es un acto por el cual el hombre, no dialoga consigo mismo, el pensar ya no es mas el diálogo del alma consigo mismo, como nos decía Platon; sino que es el acto por cual el hombre se derrama, se vierte, sobre el molde que las palabras le dan, que las palabras le prestan, para que él pueda ser, pueda por lo menos conocerse, y además construir no sólo su morada sino el mundo también.
Las palabras, esos moldes, luego se desvanecen, se vuelven signo; sí como piensan los poetas, que Dios habla por medio de signos. El mundo se forma por estos signos, que primeros son palabras en el hombre, para luego ser cimientos desde donde se levantan los pueblos, los países.
La escritura, el escribir en si, es un cause, es el cause del río de la vida que hace mundo, crea mundo, y lo alimenta constantemente. El hombre es este cause por medio de la escritura; no solo ha prolongado sus sentidos, sus manos, su vista, su gusto, su oído, sino que también a construido sus herramientas, sus ciencias. Ahora una tercera generación de desarrollo, de prolongación de su poder, es la escritura.
El hombre más que transmisor, es una pista de hielo, por donde lo divino se hace mundo. Sin tomar demasiado conciencia de ello, él construye esa fortaleza, ese castillo infranqueable, que solo algunos pueden ver, pueden comprender, ya que la vida se ha expandido tanto, en tantas ramas de ciencia, de tecnología, de conocimientos, que es casi imposible ver por donde anda ese hilo, esa vertiente por donde la vida avanza.
Es cierto que para un escritor, pareciera que la mano que escribe fuera conducida por otro, que escribe como si alguien le dictara. Esto en parte verdad, ya que el hombre no está solo, hay una vida dentro de él, y esa vida es la misma que la circula por los otros; somos un ensueño de ella. Un estado semi inconsciente, llamado ensoñación, es nuestro verdadero estado, por lo tanto no nos debería extrañar que es otro o pareciera que otro nos dicta lo que escribimos.
El hecho de acercarse a ella, tratar de saber por donde anda, seguir sus huellas es seguir nuestras huellas; somos demasiado jóvenes para saber de ella. Como ejemplo creo que si a alguien ama realmente la vida es a la cucaracha, por ella fue que supero los diluvios, las mayores catástrofes sobre la tierra, cómo entonces no va a ser su preferida; nosotros solo somos una flor, un fruto.
Por al escribir no solo fundamos mundo, sino que creamos un lugar común, entre lo que es vida y lo que es pensamiento, mejor dicho lo que es hombre. Es el campo en donde las palabras se juntan con el pensamiento y se produce la idea (aunque esta última no puede ser sin ninguna de las dos): se forma algo que solo podemos ver la punta del iceberg, el conocimiento.
El conocimiento además de estar formado por pensamientos, ideas, y conceptos, es sensación también. Un sentido nuevo, un sentido sensual. La sensualidad no tiene que ver ni con el placer, ni con el gusto; tal vez sí con una cierta dosis delicada de poder.
El conocimiento es un rayo atrapado del Dios, el sólo nos ilumina y nos da calor; pero el hombre con el brazo de su ciencia a atrapado algo del poder de Dios; esto no es ni poético, ni profético menos adivinador, es algo numérico.
El hombre está manipulando sus genes, por medio de su conocimiento de las leyes del universo. La trama, el encadenamiento genético, es lo que hará cambiar al hombre no solo físicamente sino intelectualmente y espiritualmente.
Es entonces la escritura, el escribir, el hacer que la esencia sea más presencia, sea más presente, hará de este nuestro mundo algo más virtual. Nuestra mente, nuestro yo, están quedando retrasado con respecto al adelanto científico.
Si quieres podemos plantearlo de distinta forma y decir que el ser allí (afuera de nosotros), lo está superando al ser ahí (tan poético).
Nuestro yo no puede controlar al mundo, tal vez se está formando un yo mundo, una conciencia, en donde nuestro yo personal es solo un voto, una opinión, una célula cualquiera, necesaria pero no indispensable.
¡Qué potente, que superior a nosotros es la vida!
Sin embargo todavía está el conocimiento en nuestras manos. Ese yo mundo, ese ser allí, necesita de savia, necesita de esa sangre que son los pensamientos, que brotan de esa masa encefálica, sin la cual la red se evaporaría, perdería su vitalidad, se resquebrajaría. Esta masa encefálica es o cumple la función de los pelos absorbentes de los árboles.
Tenemos en nuestro poder el puente de hidrógeno, capaz de absorber la esencia para que sea presente. No hay duda que allí está presente el poeta como el más necesario, como el cucaracha de la vida; pero ahora sólo para el hombre, sólo para el mundo.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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