lunes, 5 de septiembre de 2011

Libro "Común Unión" – Capítulo 3

ÓRBITAS

Sí miramos, no solamente miramos sino que contemplamos (es decir, con un cierto esfuerzo, como el esfuerzo que hacemos sin darnos cuanta para permanecer parados) a un grupo humano, ya sea éste una familia, un grupo de trabajo, en grupo de amigos, un equipo deportivo, etc.; podremos ver entonces la diversidad, sea cualquier el grupo.
El tiempo por lo general une, por lo general hace o permite que cada uno de los componentes se mimetice, que los puntos en común sean cada vez mayores.
Es verdad que cada persona es un mundo a parte, que tiene un universo dentro de sí, tan insondable es, que una vida no es suficiente para que la misma persona conozca sus rasgos importantes o principales. No es muy difícil entender ésta profundidad, porque cada uno lo sabe, lo siente y de por cierto se tiene miedo.
Una manera fácil de entender este tema, es comparar a una persona con un determinado país. Cuando decimos conozco ese país, por lo general decimos que conocemos a su capital, algunas ciudades, algunos pueblos, algunas carreteras, rutas principales; pero eso no es ese país, ese país es todas sus carreteras, todos sus caminos de ripio, sus caminos por donde solamente caminan las personas o los animales; es decir nos llevaría toda una vida intentar por lo menos recorrer ese país; imaginemos lo que sería un continente, la tierra en sí. Bueno, el hombre, el alma del hombre es todavía más inmensa que todo lo que inclusive podemos imaginar.
El milagro del grupo es que tiene raíces comunes, estratos oscuros que nos llevan de una manera inconsciente a hacer cosas, construir cosas que permitan, por ejemplo que se forme mundo. El grupo comienza siendo como una célula, la cual se relaciona (tiene la necesidad de relacionarse) con otras células, para ir formando, creando algo más grande, algo más superior. La globalización tan mentada en este nuestro siglo naciente, no es otra cosa que el resultado de éste mandato interior.
Es decir que como grupo, formado por un conjunto de personas, además de tener raíces comunes, de tener mandatos comunes; el grupo con el tiempo va echando otro tipo de raíces, raíces que no tendrían que ver, con esto común ni esto que es mandato. Las podríamos llamar raíces afectivas, “mientras más se conocen, más se necesitan”; es como si ellas fueran haciendo un entretejido social, como se le suele llamar a este tipo de relaciones. No fue en vano cuando Pascal nos dijo que: “Las costumbres es nuestra segunda piel” y además nos dejó una pregunta todavía no contestada: ¿La naturaleza no será una costumbre?.
Y éste trato frecuente del grupo, permite que se forme lazos afectivos, muchas veces son negativos, pero no viene al caso; este tipo de lazos nos retienen, nos amarran por así decir, nos van atando con leyes escritas y no escritas, costumbres morales, éticas, espirituales, etc., etc.
La palabra costumbre viene de costra, y la costra es algo que se forma, o mejor dicho que forma la piel después que ha sido abierta, después de una herida. Antes de la costra hubo una abertura, uno se abrió; en ese momento con seguridad muchos bichos que andan dando vueltas por el medio ambiente quisieron entrar, y en verdad algunos lo lograron, pero después el cuerpo reaccionó, y envió algunos cientos de defensores, que por lo general acaban con el enemigo, es decir con los invasores.
El cuerpo en sí, está formando por un conjunto de costras, es como un poliedro de infinitas caras, todas ellas fueron producto de la reacción de algo interno. Podemos ver por medio de nuestras ciencias como se forma la corteza de un árbol; como la savia que se produce en la semilla, es producto de que ésta semilla succiona del suelo el agua (puente de hidrogeno) y los demás elementos. En ella, en la semilla, se produce esta bendita savia que va convirtiéndose después en las hojas, en el trono, en las flores, en los frutos, es decir en piel del árbol.
Como habíamos tratado hace un tiempo; la savia de las plantas o vegetales se convierte en sangre en el animal. La savia nueva en el animal, ya no brota del seno de la tierra y se eleva para nuevamente volver en círculos tan grandes como el que tiene el agua al ser lluvia; ahora esta savia roja, a la que le hemos puesto el nombre de sangre, sé mueve, circula, en órbitas o círculos más cerrados, más estrechos, más almacenados en un cuerpo.
He aquí el corazón, este órgano capaz de hacer circular la savia roja por un cuerpo, haciendo circular el alimento, los elementos necesarios como para mantener encendida la antorcha de la vida, para mantener activo a este monumento móvil, a esta célula del mundo, de la humanidad.
El tema es ¿De donde viene la energía para hacer funcionar a este órgano? No hay duda del cerebro; pero da la casualidad que en el cerebro lo que hay es el líquido encefalorraquidio (99% de agua). Aquí podemos hacer un acápite y decir que el animal se mantiene en pie y puede caminar por muchas las razones, pero una importante es que el cuerpo humano, el 96% de este cuerpo esta formado por elementos muy livianos.
Es decir así como en la parte alta de la tierra, en su atmósfera se producen las tempestades, los rayos, los truenos y tantas otras cosas mas; como la ionización, que no se produce ni en el seno de la tierra ni en su superficie; así también algo similar se produce en el cerebro.
El rayo es producto del choque de dos nubes, es energía pura; energía natural convertida en un tipo especial de energía; como la que se produce en el cerebro, en donde también hay tempestades, reacciones químicas, físicas, eléctricas, capaces de generar otro tipo especial de energía, que llega al corazón y lo mueve, lo hace funcionar.
Y lo más importante lo crea; sí, si, así como cuando después que la tierra quedo cubierta de agua y por efecto del sol se formo la atmósfera; el agua quedó atrapada en un estado intermedio, en un estado gaseoso, en un estado de equilibrio de fuerzas, en una forma determinada.
El rayo nació de este intercambio de fuerzas, de luchas, luego cayó sobre la tierra creando el fuego; no como una forma nueva, sino como aquella forma que quedó almacenada en el corazón de la tierra, y que lo va perdiendo poco a poco hasta su muerte.
Las órbitas de la tierra, de la vida, de las plantas, superan tremendamente a la órbita de nuestro cuerpo, a la órbita que tiene nuestra sangre (80% de agua); pero hay otra órbita nueva en este universo, es la órbita del liquido encéfalorraquido (99% de agua), un líquido, un agua casi pura.
Cada órbita (cada cuerpo vivo) tiene un corazón; para no ir demasiado lejos, podemos decir que nuestro cuerpo tiene un corazón, los cirujanos lo conocen bien.
¿Cuál es entonces el corazón de cerebro? Con seguridad que lo tiene, lo que pasa que por ahora no lo podemos ver. ¿Será tal vez ese del que nos hablan los poetas? ¿Será la conciencia? ¿Será el yo? ó ¿Será que hay tantos círculos concéntricos alrededor de algo así como el ser?
¿El Ser?

Karigüe

PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 12 de Septiembre

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe

No hay comentarios: