lunes, 8 de agosto de 2011

Libro “El Corazón" – Capítulo 9

LA CALMA

De vez en cuando nos encontramos solos, solos y con nuestros pensamientos. Lo primero que surge es la forma de solucionar los problemas o temas que tenemos ese momento, luego como si nos estuviéramos calmando, sumergiendo en las profundidades de nuestro ser, de nuestra existencia, es como ir viendo nuestra realidad en la cual estamos sumergidos, pero a la cual la pasamos por alto.
Nos viene como una oleada de cosas, como si ellas se atropellaran entre si; pero después de un cierto tiempo es como si ellas se cansaran como nos cansamos nosotros; quedamos como vacíos, como diciendo ahora ¿para donde tomo? ¿a donde vamos? Es como si existiera un vacío, un precipicio, en donde no podemos encontrar respuestas y tenemos que volar, permanecer suspendidos sobre ese precipicio, y desde allí si darnos las respuestas que consideramos adecuadas, convenientes para nuestra vida.
Llega entonces la preguntan ¿qué pasa si me dejo estar, como suspendido en ese vacío sin una respuesta, simplemente estar, estar en un estado de entrega, de abandono de sí mismo, como sin fe en nada, que inclusive pueda ser solo pensamiento?
Es una sensación extraña, pero pura, auténtica; como si nunca la hubiéramos pensado, ni sentida; las cosas están ahí y nosotros relacionados con ellas, pero con una relación de conveniencias, de intereses; todo el universo, se nos presenta así también; como si estuviéramos existiendo en una carpa amplia, con todos ellos, y esa carpa extensa, móvil, capaz de ser incrementada de acuerdo a nuestros intereses o conveniencia con las otras cosas, bueno esas carpa aparece como lo que llamamos mundo: un recinto.
Como si nos estuviéramos relacionando por primera vez, de esta manera; veo, además siento que puede pasar cualquier cosa, que de una manera u otra buscaremos la manera de estar, de seguir flotando, como si la relación, la ubicación se haría de una manera casi automática, con leyes que desconocemos; como si esta nuestra existencia estuviera sostenida, mantenida, por un enramado de leyes físicas que así lo permiten.
De este lado, de nuestro lado vemos que va creciendo una confianza, un especie de fe, en que eso que esta ahí, es algo que nos pertenece, o al manos formamos parte siendo actores permanentes, de una manera directa o indirecta, consciente o inconsciente.
Estamos solos es cierto, pero surge como un vaho desde las profundidades de nuestro ser el cual participa, llegándonos, despertándonos, para ver lo que nos está sucediendo en este mundo; a la vez el mundo participa de una manera activa pero de acuerdo a su forma, a su forman de ser, de existir.
Es decir que hay como un choque, un istmo, del cual se desprende un estado de calma; como esa brisa que se desprende cuando chocan dos olas o cuando una ola choca contra las rocas o la arena blanca.
Es como una presencia, como si esa calma fuera un nuevo estado, un nuevo estado de nuestra existencia, que antes no había, no existía, como el arte por ejemplo.
Pero en este caso, es como si se levantara un niebla de las acequias, de los pequeños charcos que todavía no se han disuelto; una melancolía pero con dirección; ya que la melancolía normal, mace, brota, de los recuerdos, de los estados que vivimos anteriormente, pero en este caso es un melancolía que se abre, que se abre camino siendo nosotros la melancolía, la niebla.
Es una sensación extraña, pero real, existe. Si bien consideramos al arte como una obra del espíritu, del ánimo que se anida en nuestra alma. Este nuevo estado es una obra, mas que obra es una necesidad que crea a este estado para permanecer allí, en estado naturalmente puro, como si no estuviéramos contaminados por la realidad ni las ideas, menos con los pensamientos, simplemente estar allí.
Este estado es obra del corazón, de la tremenda necesidad que tenemos de vivir en paz, en armonía, en calma.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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