lunes, 27 de junio de 2011

Libro “El Corazón" – Capítulo 3

UMBRAL

Dios, el diablo, los demonios, los ángeles, etc., son productos de nuestra imaginación; por mas que hemos tenido testimonios, experiencias, etc., parecería que todo ello fue producto de lo que pasa en nuestro cerebro; que dicho sea de paso ahora se ha encontrado que en los intestinos tenemos neuronas, es decir que ya estamos encontrando órganos, por así decir, que piensan, manteniendo esta palabra pensar como la actitud de discernir y tomar decisiones.
Ese crisol que sucede, que está en nosotros, es como una bola de energía que está en constante actividad; así que ya sea la memoria, la imaginación y tantas otras actividades que tenemos dentro de nuestro cuerpo mudo, están sucediendo en cada instante de nuestra existencia.
Creo que ha esta altura del desarrollo de nuestra mente no tenemos ni idea de lo que sucede en cada uno de nuestras partes de las cuales estamos compuestos.
Pero aunque sea por un instante dejemos decantar, dejemos que nuestro ser logre una cierta paz, tranquilidad, armonía, aunque sea temporal, instantánea, pero considero que no tenemos otra posibilidad para vernos.
Es como estar en una playa de arenas blancas, que esta siendo besada por pequeñas olas de una mar azul, un cielo claro y transparente, un sol potente cuyos rayos nos lleguen de una manera que solo nos ilumine y nos de el calor necesario para vivir.
Encontraremos una alma quieta, en paz; un espíritu que solo puede ver la belleza del momento y un corazón pleno de la inmensidad del instante, de ese paisaje que nos hace recordar aquel paraíso perdido; ya que debe ser así un paraíso, lo superior, lo que somos capaces de imaginar como superior ¿qué es lo que sentiríamos además de los descrito, narrado?
Es como si estuviéramos rodeados de ángeles; ángeles en este caso son los pensamientos calmos, luminosos, armónicos, con los cuales hacen brotar al corazón como un niño que sale a jugar, a disfrutar ese momento.
Ángeles también son esas sensaciones, que tienden a ser sentimientos. Todo ellos es como ese mar sereno, tranquilo, de olas casi imperceptibles que acarician las arenas blancas.
Ahora hagamos una metáfora, veamos como la tierra, lo sólido contiene al agua del mar, le da morada, cuenca, lo contiene en su seno; más allá el sol evapora el agua y la hace elevarse como nube, para luego caer como lluvia ¿no es ello como si la tierra respirase a través del agua? Como si el agua fuera la sangre de la tierra; pero la tierra también respira a través de los volcanes.
Algo vivo es la tierra, ésta tierra que tiene en su seno el fuego aún atrapado, o mejor dicho parte del fuego inicial atrapado aún. Es un astro, un ser vivo, la tierra.
¿No es la naturaleza una hija de ella, no es el hombre un hijo de la naturaleza, no es la idea algo que brota, algo que nace del hombre?
Ahora la pregunta ¿no es el corazón aquella enramada, aquella morada, aquel entretejido formando por las ideas, brotado por las ideas, que algunas veces son pensamientos, otras presunciones, percepciones; es decir como si las ideas tuvieran partes, tentáculos con lo cuales teje, forman, eso a lo que hemos llamado corazón?
El corazón como producto de la evolución, como lo más alto, lo más profundo que ha creado la idea, el hombre, la naturaleza, la tierra, el universo, el cosmos.
Es como una punta de lanza, lanzada al vacío. Ese corazón es el que goza, el que ve, el que contempla el paisaje, en ese tiempo corto de plenitud, en ese tiempo finito y profundo, en ese espacio luminoso y tiempo abierto, en el que se presiente, se siente también, que hay un sentido, hay una armonía, una delicada relación entre lo que estamos siendo y aquello que queremos alcanzar.
Ese el camino, ese sendero de cabras por el que nuestro ser se relaciona, tiene contacto con algo superior, eso superior son como ángeles, como umbrales, desde donde percibimos que lo superior, es lo sagrado, lo divino, y porque no lo bello, todo lo demás es cimiento, base, pedestal.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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