lunes, 20 de junio de 2011

Libro “El Corazón" – Capítulo 2

EVOLUCIÓN

El mundo como mundo tiene su forma de ser, ha sido posible así, construido por una raza, una especie de monos que piensan, de animales, de barro pensativo; fue lo posible, es lo posible; con esas cosas como la envidia entre sus componentes, amores, odios, recelos etc.
Es muy interesante lo que dice Holan, lo que en realidad se pregunta: ¿El hombre seguiría siendo malo si nadie lo ve?
¿Cuál es la raíz de nuestro ser, será el miedo? ¿El temor al otro, el miedo ancestral de ser devorado por el otro? Está no solo la historia personal en nuestra memoria, está la de nuestra especie, que fue caníbal, esta la del universo también.
¿En donde está esa memoria? Repartida por todas partes, en el cerebro, en el corazón fisco, en los órganos; en los intestinos, ya que en ellos se han encontrado neuronas. Es decir nuestra historia está dentro de nosotros. Según los que estudian el genoma humano, has descubierto que los genes no desaparecen, hay algunos que están como acorazados hundidos, y de vez en cuando disparan sus misiles.
Es realmente un crisol, nuestro ser, nosotros, nuestro cuerpo mudo, nuestra alma, y aun nuestro espíritu.
Por que no, nuestro corazón también.
Pero esta joyita que tenemos adentro nuestro, es lo decantando, es lo sabio, es la parte más pura, más purificada que hemos podido lograr tener, construir, poseer; en él se refugia, se retira, aquello por lo cual estamos en armonía con estratos superiores.
Como si el cosmos tuviera estratos, niveles, órbitas; en este caso deberíamos hablar de niveles ya no como los del Infierno del Dante, que tenia como ultimo la ingratitud; en nuestro caso podríamos decir que hasta ahora lo logrado como nivel superior seria una vida espiritual, que para el conocimiento de nuestro tiempo ya no es muy desconocida, podemos saber de ella, hasta podemos experimentarla.
¿Qué hay más allá, más arriba, que la vida del espíritu, que la vida espiritual? El amor tal vez. El amor muchas veces no es tan puro, o por lo menos no trata de serlo, el amor es humano; es una cierta conmiseración, una cierta aceptación de lo que hasta ahora hemos logrado ser, con un esfuerzo titánico.
Nos sentamos alrededor del fuego, como para vernos, como para que el fuego además de darnos calor, nos reúna; y, conversamos, intercambiamos miedos, compartimos miedos.
En realidad la angustia, más aún la angustia existencial como la plantea Kierkegaard, es el miedo, el puro miedo; pero no siquiera es al fuego, ni al monstruo más temido sino al otro, porque sabemos lo peligroso, lo temible, lo impiadoso que es; pero, pero porque ya nos estamos conociendo.
Cuando uno entra dentro de sí, pasa como nos decía kant: “El hombre tiene dentro de si desde lo más malo hasta lo mas bueno, con el tiempo me di cuanta que está igualmente repartido”
¡Qué realidad más cruda! Pero es la más real, no tenemos que mentirnos, porque sino nos viene Milosz con su frase que dice: “Que horrible debe ser el mundo para aquel que no se conoce”
Frente a esta realidad cruda ¿Cuál es la función de este nuestro corazón humano; de éste corazón que ama? En la pregunta está implícita la respuesta; es el amor, él es como un sol que ilumina la oscuridad del ser del hombre; de ese ser que tal vez todavía está gateando, intentando caminar, ni qué pensar en volar.
Es como si fuera el último refugio del Moicano, aquel en donde lo ancianos y los enfermos se van a descansar para siempre.
Un refugio, una morada para otros, para aquellos que emprendieron el camino, el sendero de cabras, que es el conocerse así mismo.
Un valle, tal vez, para aquello hambrientos de conocimiento, de amor, de paz, de armonía. He ahí la otra frase de Bach: “La desarmonía es potente antes de la armonía”
¿No será así nuestro mundo, nuestra existencia? ¿No será que la armonía este después de la muerte, que sea la muerte misma? Pueda ser sino estaría, sino tendríamos dentro nuestro ese corazón, ese algo dentro nuestro que nos lleva a soportar la realidad del mundo, de la vida, y por momentos tal vez, solo por momentos, el hombre ve, se ve, como nos decía Sófocles.
¿Qué tiene que ver el acto de ver, mejor si decimos el acto de entender, de conocer, con el corazón, con nuestro corazón? Tal vez el ver, el acto de conocer, de entender, es como un órgano de ese corazón.
Un poro tal vez, una boca, la boca, por donde el hombre injiere lo ya digerido por la mente, por el alma, por el espíritu; y es como si fuera otro estómago como los rumiantes; y que al entrar a ese organismo, el organismo lo digiriera, absorbiera lo más conveniente, lo más adecuado, aquello que servirá como alimento, como hace los intestinos del cuerpo del animal.
Si intentamos ver a la evolución de la vida sobre la tierra, veremos como surge uno de sus últimos órganos, dentro de su criatura más desarrollada: el hombre; ese órgano es el cerebro; pero si focalizamos al hombre lo veremos como una criatura que sigue evolucionando, ahora tiene dentro de sí conciencia, espíritu, mente, alma, y corazón, más aún un cielo de ese corazón.
Seria este corazón, más aún este cielo de ese corazón, como lo último alcanzado, lo ultimo logrado, y, que estar ahí, aunque sea por momentos, por instantes, es lo más sublime, lo más divino, lo más sagrado, alcanzado por la vida, por la presencia de la vida sobre la tierra; y, dentro de ese barro pensativo.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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