lunes, 18 de febrero de 2013

Libro "Z" – Capítulo 18


EL POEMA
Los cambios se producen, y a veces: unos traen salud, trabajo, amor, plenitud, felicidad; otros sin embargo no, traen dificultades; aunque puede ser vistas así al comienzo, luego la realidad nos nuestra lo contrario.
Siempre hay cambios, lo vemos a diario en nuestra vida, en el medio ambiente, en lo que nos rodea, con lo que nos rodea; sin embargo vemos que esos cambios pareciera que tienen un sentido, pareciera que existe una razón básica que hace, que permite, que las cosas sean, sean así; que el universo, el mundo, permanezcan, que tengan un sentido, una evolución y una involución también.
Lo que nace, muere; lo que brota y lo que cae, vuelve al árbol; y así en una sucesiva cadena de eslabones, de escalones; se forma, se permite que el mundo, que el universo, sea así como nosotros lo conocemos, como nos conocemos.
Si bien hay un pasado y un futuro que soñamos, también se erige el presente, aquello que está, aquello que se ha logrado tener, contener, alcanzar, pero no solo por nosotros y los otros, sino por lo que nos rodea, por las otras vidas, por las otras naturalezas, por lo otros sistemas, galaxias y porque no universos también.
Entonces estamos aquí por ese milagro que es la suma de los millones de milagros que se producen en y a cada instante, en cada quartz, en cada electrón, en cada átomo, en cada molécula, partícula, gen, célula, órgano, organismo, seres, organismos, etc. Son un milagro.
¿Qué es entonces el milagro? Es el hecho fortuito de ser parte de algo que está permaneciendo en el tiempo; del hecho de que algo, esas minúsculas partes, elementos, permanecen.
La idea, la mente, la conducta, la actitud, más aun sus sinapsis como son las palabras, se formaron, permanecen nombrando, diciendo, uniendo, purificando, puliendo, sosteniendo y porque no resistiendo, que las partes se diluyan, se desordenen, se pierdan.
Es decir que si bien hay fuerzas, como la de la atracción de los astros, como es el caso de la gravedad de la tierra, la que permite que las cosas sean de una determinada forma, de una determinada manera, que es la que nosotros conocemos y de la que estamos formados.
También existe dentro nuestro una actitud, tal vez una inquietud insatisfecha siempre, una necesidad como es el hambre y la sed, pero en este caso de una necesidad que siempre ha existido en todo ser viviente, tal vez es lo más importante, de la vida; cómo si fuera el corazón y el cerebro del hombre.
Algo que permanentemente está, una inquietud insatisfecha, siempre, por los siglos de los siglos amen; como si del otro lado estuviera el vacío, pero solo, el vacío como aquello diferente, aquello que está y desde donde florecemos, desde donde estamos siempre.
Es como si ésta nuestra inquietud permanente, no es sólo de los seres vivos, sino de todos los seres o elementos que componen, que han nacido de esta burbuja en expansión que es el universo; esta inquietud o espíritu está bebiendo, ya no el agua aquel elemento que le permito la vida, que le permite estar aquí, sino bebiendo el néctar de esa quietud permanente, de esa halada eternidad, de esa serena eternidad que lleva todo hombre dentro de su corazón.
Y que de vez en cuando, por medio de los cambios, de las situaciones sale, brota, de entre las piedras que nos han echado, que nos han arrogado, con intención y sin ella, la vida, los hombres o las circunstancias que es lo mismo.
Lo otro es lo que nos permite ser, considerando a lo otro no solo los demás, no sólo al otro medio ambiente, sino al espíritu de los otros, del mundo y del universo, que nos mantienen despiertos.
Entre todos cantamos, luchamos, lloramos sufrimos, nos alegramos o simplemente rezamos, para mantenernos despiertos, vivos, porque estar vivos es habernos elevado desde el fango, desde el barro, para volver a el, somos un instante como el vuelo de los ángeles.
Un instante glorioso en el que podemos ver, en el que podemos vernos, para luego volver. Un instante que nos une y que lo podemos describir, nombrar, con aquel tentáculo, con aquel don, que nos hemos ganado y que seguimos ganándolo, que es la palabra, la lengua, esa flecha lanzada al vacío que vuelve con el encanto del otro, de lo otro, con ese eco que rompe el aislamiento y crea la bendita soledad, esa soledad que comparten por ahora las especies y que crean eso que hemos llamado murmullos, como el que hace el agua cuando cae entre las piedras, un murmullo desde donde sale de vez en cuando el canto de una alondra, la palabra poética, la palabra de un poeta: el poema.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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