lunes, 5 de noviembre de 2012

Libro "Z" – Capítulo 9


TEMPLO
En lo diario, en la actividad, las cosas suceden como son. Cómo si el mundo exterior fuera un ser vivo, tan vivo, y tan complejo, como somos los seres humanos.
Pero de una u otra manera tendríamos que limitarnos, y decir que el mundo exterior para un ser humano, es equivalente (y aquí si que no podemos dar medida ni referencia) al mundo interior del ser humano que estamos hablando. Esto como una ley general, global.
Y aquí nuevamente nos tendríamos que limitar; porque el mundo interior (cercano) del ser humano en consideración, es equivalente al mundo exterior (cercano), a su mundo exterior, pero limitado a sus relaciones, a sus sucesos circundantes; personas, hechos y cosas que lo afectan de forma directa.
De ese mundo exterior circundante, lo equivalente es un mundo interior inmediato, superficial, que está en la superficie del alma, y que al estar en relación directa, diaria y efectiva, se convierte en eso común, en eso que es la conciencia, el yo, y su medio ambiente.
Es decir que podríamos hablar de lo real, de lo que le está sucediendo ahora al ser de nuestra referencia.
Podríamos imaginarnos a dos elementos; cada uno de ellos con sus capas, con sus diferentes niveles, como si fueran cortezas de un árbol, que se unen con céntricamente. Una capa de uno y otra capa del otro.
Lo que siente, lo que le pasa a nuestro ser de referencia es un torbellino, es un huracán de cosas, de hechos que suceden, cada uno con su centro. Cada uno, ya sea ser o cosa, con su forma de ser, con su forma de estar presente, aquí, ahora.
Como si nuestro presente fuera un punto de intersección de fuerzas, de fenómenos compuestos de fuerza, que en este instante interceden. Un punto el ahora. Un punto que es tiempo, espacio y universo.
Un universo vivo, expuesto, posible de estar aquí dentro de estas dos coordenadas, espacio y tiempo.
El sistema binario de nuestra tecnología informática, es de estar activo, es decir con tensión, y no estarlo. Es decir son ceros y unos. Esto es la base de nuestra tecnología actual.
Imaginemos que nuestro universo, representado por cualquier elemento que lo compone, sean cosas o seres, está en un punto, formando por las coordenadas cartesianas del espacio, es decir x, y, z. Y que ese punto está quieto, inmóvil, dentro de lo que consideramos universo. Seria el punto cero, sin actividad, sin energía, como el cero de nuestro sistema informático.
Ahora imaginemos que ese punto se mueve a otras coordenadas, x1, y1, z1, y luego se detiene nuevamente. Es decir que nuestro punto se ha desplazado una cierta distancia, que ha pasado un cierto tiempo, un delta de tiempo, para volver a la quietud.
El tiempo aparece aquí como duración del desplazamiento, tiempo de encendido de una cierta luz, como puede ser el de la luciérnaga en una noche oscura.
Nosotros somos receptores del encendido de la luciérnaga, es decir del tiempo en el cual está encendida la luz, como podría ser del tiempo que se desplaza nuestro punto del 0 al 1.
Así como en nuestro sistema informático es quietud (0), y energía (1); en nuestra vida real, en lo que nos pasa como seres vivientes, estar quieto (0), estar en movimiento (1).
Aquí está lo interesante, nosotros, nuestro ser receptivo es binario quietud y movimiento, el espacio no existe. ¿Cómo? Sí, el espacio es la consecuencia del movimiento del ser en el vacío, que es lo mismo decir dentro de sí.
Los sentidos imaginan, crean, inventan, las formas, como si alguien estuviera soñando, para después desvanecerse en el sueño mismo. Cuando Calderón de la Barca nos dice la vida es un sueño, nosotros imaginamos un antes y un después; antes de venir a este mundo y después, y la verdad que es solo un tiempo, un tiempo asignado, dado, donado, para estar aquí, como un suspiro, como un sueño.
Nacemos, crecemos, aprendemos, amamos, odiamos, sufrimos, gozamos, anhelamos, soñamos, etc., y sin embargo solo queda de nosotros los hijos, nuestros pensamientos, nuestra obra.
La vida también nace, y muere; el mundo lo mismo; el universo otro tanto; el universo de los universos también.
¿Qué queda entonces? Queda la oscuridad, el silencio, la quietud, todo lo demás es ruido, latido, dentro de otro latido, movimiento pendular. Para adentro para afuera, como si fuera un corazón que late y cuyo aliento se pierde en los orígenes de los tiempos, del tiempo.
Quartz, elementos que forman a los quartz; se juntan, se separan, se agrupan en forma familiar, para luego volver. Así podríamos seguir, y ni nuestra imaginación podría continuar, porque así como no podemos ver los confines de nuestro universo, aún con la tecnología, tampoco podemos ver nuestro origen, nuestro inicio, el inicio en el tiempo de los universos, del universo. Somos todavía muy débiles, muy niños, para poder ver y comprender lo inmenso, lo eterno, lo sin tiempo.
Sin embargo no podemos dejar de valorar nuestro atrevimiento de hablar, de escribir, sobre estas cosas inconcebibles, inimaginables. Ello se debe a que existe dentro de nosotros una inquietud atrevida, floreciente a lo largo de la existencia individual, como colectiva, que está constantemente husmeando. Cómo cuando un pájaro vuela en lo alto o como un buzo se sumerge dentro del mar, de ese mar cercano, de ese mar que es memoria de la vida sobre al tierra; nada mas que eso.
Un alma dentro de otra alma. El mar y nuestra alma. Elementos que almacenan nuestro pasado, nuestro pasado cercano.
El alma y el mundo, cómo centro el espíritu El universo y el mundo, cómo centro el hombre.
El universo y el dios, ¿cómo centro el mundo?
Toda una pirámide que se pierde en las alturas de los cielos y cuyas raíces beben de un pasado que nos une, que une al cielo y la tierra, al universo y al silencio, a dios y a los hombres. Cómo si todos estuviéramos dentro de un templo invisible, inmenso; formado de silencio, de oscuridad, que nos sustentan. Mientras nosotros decimos: “pienso luego existo”.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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