lunes, 22 de febrero de 2010

Libro “El Alma” – Capítulo 8

VUELO

Muchas veces nos pesa el alma; se llena, se carga, de tantas cosas, tantos pesos, pesadumbres, que nos cuesta llevarla, nos cuesta seguir.
El dolor; las cosas que nos causan dolor, acompañadas por esos andrajos como es la tristeza. Nos dicen que ello es debido a que no sabemos elegir, no sabemos caminar ligero; que necesitamos peso, como es la cola de un barrilete, para darnos estabilidad; pareciera que la fuerza de la gravedad, con qué la madre tierra nos tiene atados, no sólo es a física, sino que se extiende al alma.
Por otro lado las cosas: son las físicas y las del alma. Tenemos, una casa, un auto, máquinas, elementos, artefactos, que nos dan confort y hay que pagarlos, hay que sostenerlos, mantenerlos; todo eso también nos ata; los consideramos necesarios, pero ¿son en si necesarios? Si hacemos una lista veremos que no, que la mayoría de ellos son superfluos; pero al fin esas cosas también nos dan peso; perderlas, tener miedo de perderlas, nos produce temor.
Otra cosa es la salud, tenemos miedo a las enfermedades, algunas nos agarran, nadie esta exento de ellas. Llegan y tenemos que soportarlas y muchas veces combatirlas.
Es decir, para estar atentos se necesita también de un esfuerzo, hacer un esfuerzo; sentir como el cuerpo se va desgastando, se van consumiendo las fuerzas recibidas. Todo tiene un tiempo de vida, nuestro cuerpo también.
Cuesta vivir, permanecer, estar, porque en realidad somos carnívoros; si bien hemos superado el canibalismo, pero está aún en nuestra sangre, en nuestros genes, y muchas veces sale, sale en forma de envidia, odio, temor, venganza, destrucción por la destrucción misma. No hace falta ver demasiadas cosas para darnos cuenta de ello.
Lo peor, aunque deberíamos decir lo interesante, es que clamamos pureza, delicadeza, justicia, a un animal que todavía tiene afiladas las uñas y los dientes, para llevar a cabo lo que su sangre le pide.
Y a veces en manada se juntan, se reúnen y realizan los más salvajes acciones, como se suele leer en un periódico o simplemente ver lo que pasa cerca, si muy cerca de donde está cada uno de nosotros.
Inclusive para estar parados tenemos que hacer un esfuerzo, por supuesto lo hacemos en forma automática, natural decimos, aunque en casi ya nada es natural en el alma de los hombres.
Este cuerpo respira y se mantiene en pie, trabaja, lucha, piensa sueña, porque tiene un yo, una voluntad capaz de hacerlo, capaz de tenerlo en pie, mantenerlo en pie hasta sus últimos días.
Sí bien tenemos en nosotros aquello que es vida, tenemos también esa voluntad de vivir, de estar aquí.
De inclusive remontar este peso y elevarse de sí, aún más; es lo que han hecho la totalidad de los hombres a quienes hay que saludar sacándonos el sombrero, cuando navegamos por los tiempos en la proa de nuestro vergel.
Si bien hay que reconocer y agradecer a ésta vida, desde donde hemos brotado, pero más que agradecer, bendecir, venir a decir, cantarle como lo hace Bach, Beethoven, Mozart, y tantos hombres que hicieron del dolor, la masa con la cual se elevaron de si, con notas musicales, con colores, con rostros, con palabras.
Es un himno humano que se eleva desde los tiempos remotos y llega a nosotros, tomamos el gallardete, la antorcha de la vida y la llevaremos más lejos aún, haremos los versos más hermosos que se pudieron hacer hasta ahora.
Esas son las alas con las cuales ésta ave Fenix, brota nuevamente de sus cenizas y remonta manteniéndose en el cielo claro y puro; cómo lo hace ese animal, uno de los más incompletos y débiles: el Cóndor; pero vuela.
Así es el volar, vuelan los más débiles o aquello que se desprenden de las cosas que están demás, que solemos tener y mantener. Ese estar ahí en medio de los acantilados, en medio de la roca vertical allí en donde nadie puede llegar, ahí es donde ésta ave débil y delicada; a la vez hace su nido. Allí también los poetas hacen sus moradas, los aparentemente débiles; nadie puede llegar excepto ellos a beber el néctar puro que la vida entrega como anzuelo a los seres que se elevan de sí; sí, si sólo en las alturas hay soledad, pero hay ese aire puro que respira nuestro corazón, ese corazón que tiene el alma.
Si, no nos debemos olvidar que el alma tiene partes, es un cuerpo, es el cuerpo etéreo, el cuerpo que se ha elevado de sí, que vive en esas alturas, pero a la vez tiene los pies sobre la tierra para no perderse; y así pagar el tributo que la tierra nos cobra por estar aquel. Allí llegan los perros a morder, a querer a impedir que nos vayamos, porque es envidia lo que tienen, lo primos son los que tienen más envidia, ya que a los hermanos no se nos permite sentir, tener esta sentimiento.
Lo cercano es lo que nos impiden volar, no para cuidarnos sino por la pura envidia de ser así.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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