lunes, 14 de diciembre de 2009

Libro “El Mundo” – Capítulo 8

SER

Pensamos, como bebemos, como comemos; ya el pensar es una necesidad. Tenemos que pensar constantemente, cualquiera que sea nuestra actividad, nuestra función; pero en si pensar sobre nosotros, sobre lo que somos, ya es un detalle a ver, a profundizar.
¿Deberíamos dejar en manos de los especialistas, de los Filósofos, que son ellos los que se dedican a este tema? Podría ser ridículo si alguien opina sobre una especialidad de la medicina o ingeniería, sino está cerca o conoce sobre el tema.
Pero todos intuimos, pensamos; todos podemos intuir, opinar, sobre el ser, sobre lo que somos, porque en sí es una introspección, un adentrase en sí, un escucharse, un verse, o simplemente un ver.
Me imagino a un poeta como esos indios de Norteamérica que camina por las cornisas de las montañas, sin temer caerse, no tiene miedo a las profundidades; bueno tal vez por que nacieron allí, porque sus genes se adaptaron a esas situaciones.
Debe ser lo mismo con relación a los poetas, ellos están y camina sintiendo, viendo que las alturas y las profundidades no son muy diferentes, que lo grande y diminuto tampoco, salvo la belleza que brota, salvo la belleza que se deja ver. El horizonte es uno, un círculo infinito para el ojo humano, no vemos más allá de una cierta distancia; pero tenemos el foco, nuestro punto de vista, de observación; todo lo demás es imaginación, es pensamiento.
Eso tomado, bebido por nuestros sentidos, es almacenado en la mente, en el alma; allí se macera, se destila, con el tiempo surge la palabra, las palabras, los cántaros en donde se pone, se llena, ese licor, ese néctar, que nos entrega el alma; mejor deberíamos decir el espíritu; esa parte de nuestro ser que quiere ser en nosotros.
Surge allí como el goce, como el goce de sentir que lo que está escrito dice, se dice así mismo, nos habla de un mundo nuevo, diferente, resplandeciente, cuya característica es el goce por la belleza, por lo bien hecho. El vino de la uva.
No es muy diferente una buena copa de vino, que un buen poema; los dos han brotado de la tierra, les hemos hecho enramadas, como para que maduren en la intemperie; los dos se depositan en cántaros, la uva, la palabra, las dos maduran allí, luego son destilados, uno en barriles, el otro en el alma.
¿No es así también el pensar? El meditar es observar, es detenerse en sí mismo y con atención verse, contemplar a las cosas y así mismo.
Parménides en su poema sobre la naturaleza, muestra, nos muestra el camino del ser, la búsqueda de nuestra identidad, como elemento primero; ya no era el agua, el fuego, la tierra, el aire, ahora era el ser como el elemento desde donde todo es, desde donde todo se desprende.
Una cierta unidad ¿Será así? Y si pensamos de diferente manera, es decir sí todo es en sí, toda cosa ó existente; y, a través de ellos circula una especie de sangre, una especie de savia; podríamos llamarla vida, existencia.
Y ella nos hace sentir, gozar y hasta pensar, pensarla, pensarnos como elemento, como cántaro en donde ella se deposita, solo por un tiempo.
Si vemos el campo desierto, el agua, la planta de la vid, luego el tutor, la enramada, las hojas, el tallo flexible que sino lo elevamos se vuelve rastrero; luego surgen, brotan, las pequeñas uvas de color verde que solo con el tipo toman un color, forma, y se expanden como ubres: fruto; luego la maceración, la destilación.
¿No somos así? Bueno la respuesta contundente, por supuesto que sí, pero somos algo más que una uva, un fruto. ¿Es cierto? Seguiría insistiendo; y no es que la uva tenga dentro de si más que nosotros, no, no me refiero a eso, sino el sentido del cántaro.
El hombre no existía sobre la tierra, la uva tampoco; no despreciemos entonces lo que ella como parra, hizo, no es que la uva surgió de la nada; le llevo millones de año para ser así.
Y con seguridad la uva sigue su evolución, vaya a saber en lo que será; lo mismo pasa con el hombre y con cada elemento o cosa del universo.
Una uva esta más cerca de nosotros, por así decir, es más familiar, que una roca por ejemplo. Los dos son algo vivo.
Pero ¿cómo va a ser una uva algo vivo? Lo es, tal vez no tiene lo que tú tienes, las formas, los órganos, el alma, la mente; de lo cual tampoco estoy tan seguro. Hay familias de uvas, tienen genes que se atraen o se repelen, por algo son más sabrosas dependiendo del clima, del lugar, de los fenómenos, del ambiente.
Un Filósofo diría: por favor eso es ridículo, cómo podemos estar escribiendo, pensando, comparando a la uva con el hombre, que absurdo por favor, deberíamos concentrarnos en las ciencias, en lo hasta ahora logrado para seguir avanzado.
Mi pregunta ¿hacia adonde? Y si hemos errado el camino, y si no hay y no existe el ser, y lo que realmente existe eso que circula por el universo siendo por un tiempo cosas o seres, diferentes. Me viene a la memoria lo que nos decía D.H. Laurence: “Somos solo transmisores de vida”
¿No será el tiempo de ver, solo ver y contemplar? No digo que nos dediquemos solo a ello; no, no, sigamos como estamos, instintivamente, cada vez estamos y somos mejores; pero hagamos surgir el gusto, algo más que placer es el gusto, el disfrutar de esta nuestra vida, de esta nuestra existencia.
Comenzar a ver como lo niños, poco a poco, primero el seno de la madre, su cuerpo, sus ojos, el padre, los hermanos, los vecinos, el jardín, los árboles, el viento, las rosas, los claveles, los eucaliptos doblándose al paso del viento de agosto, el paso del tiempo.
Qué hermoso ver el paso del tiempo, es como si el mismo tiempo fuera una brisa que nos consume y a la vez la consumimos a ella. ¿No es la vida tiempo?
Qué pregunta. Otra ¿No es el dios tan buscado, el tiempo? Mientras estemos aquí somos tiempo, tiempo es lo que tenemos, lo que podemos gastar, consumir, y hasta regalar. Y hasta regalarnos; darnos, donarnos tiempo; una forma de hacerlo es pensar en nosotros, vernos, hurgar dentro de nuestro mundo interior, no lo que somos sino lo que hemos llegado a ser, como individuo, como persona y como grupo, como humanidad.
Vernos aquí sobre la tierra, sobre el vientre de esta madre tan antigua, cariñosa y bondadosa, que todavía nos mece, nos trata como niños entregándose, haciéndose consumir.
Tal vez nuestro ser es vacío, como el centro de una rueda, todo lo demás es vida, es giro, es movimiento, es avanzar, rodar, llegar, volver partir, en es mar inmenso que es el tiempo.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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