domingo, 5 de abril de 2009

Libro “Cuando se retira la ola” – Capítulo 5

LO NUEVO

No hay duda avanzamos sobre el vacío, hacia lo desconocido sí por eso entendemos al vacío; avanzamos sobre lo que además de ser desconocido, es nuestro alimento.
En el momento que algunos de nuestros antepasados quedaron en un charco atrapados; y, ese charco se fue secando, tuvieron que hacerse crecer los pulmones; debe haber sido un proceso lento. Pero, ahora: ¿qué situación de riesgo, de peligro de muerte o extinción, nos asecha, para que seamos capaces de crear lo nuevo, esos órganos que sean capaces de hacernos sobrevivir?
Primero deberíamos preguntarnos ¿Cuál estado? ¿Qué estado? Hay un poema de Karigüe llamado: El hombre, que en su última parte dice: “…el Dios muchas veces se retira - y - tú que deberías ocupar su lugar - te quejas y lloras - y dices: ¿por qué me haz abandonado? - ¡para que seas hombre! - sueles escuchar”
El hombre es eso, algo que tiene que ocupar el lugar cuando el Dios, los dioses o la misma naturaleza se retiran; cuando lo dejan a la intemperie.
Y esa intemperie, es por así llamarlo el vacío, tiene que ser ocupado por el hombre. Si bien aquí se puede hablar de obligaciones, debe y puede ir más allá y crear. Viéndolo del otro lado, el medio lo obliga a dedicar, a crear, situaciones capaces que lo hagan sobre vivir.
Las mismas leyes creadas por el hombre o los compromisos, se vuelven en contra de sus intereses, no por la ley en sí, sino que la ley es como las diez carreteras principales. Y por donde andan los especialistas son por rutas de tierra, rutas interpretadas, en donde el hombre común no puede llegar a ello debido a su falta de conocimientos, de tiempo, 0 por qué no considera que es su tarea.
Ahí aparece el mundo de los especialistas, son o es el mismo mundo, pero más evolucionado, más desarrollado, más especializado.
Ahora ya no es el Hércules, sino las organizaciones grandes, fuertes; en la que un dueño o un conjunto de dueños, muchas veces no conocidos, forman lo que se llama la corporación.
Y no es como si al hombre común se le presentara como enemigo, sino que es como una niebla, en donde entra y no sabe con quién pelear y se da cuanta que no puede ver e inclusive respirar; y, a veces hasta puede asfixiarlo.
Decía Kafka: “El hombre hasta el último momento de su vida debe luchar contra el mal”
¿Qué es el mal en este nuestro tiempo? El hombre por el hombre mismo, se está produciendo una devoración entre ellos, entre nosotros. Delante del hombre está otro hombre; ya no están los animales; ya que aún aquellos pequeños seres vivos como son los microbios y bacterias están quedando como controlados; inclusive ya su evolución genética está siendo manipulada por el hombre.
Parecería que estamos subiendo una montaña, en la parte del valle está el hombre común y simple, en la parte superior está el hombre que tiene el poder; no estamos preguntándonos si tiene que existir o no este tipo de hombres, sino que al describirlo, al tratar de verlo, lo vemos arriba en donde hay poco aire, la altura produce un mareo especial; si bien lo primero es el mareo, pero lo otro es como un acto de desesperación, es como si se estuviera asfixiándose y quiere compartir ese pequeño infierno con los demás, con aquellos con los que tiene que ver; y si bien tiene cosas, pero le falta esa vida pura con las que se puede enfrentar la altura: la vida espiritual.
Tal vez lo que se retira ahora es el aire y tenemos que vivir con poco, nuestros pulmones tiene que desacostumbrarse al aire ¿cómo?
Sí, es cierto, hemos entrado a un estado en donde aún el cuerpo necesita de alimentos, de agua, y nuestros pulmones de aire; pero el nuevo estado, ésta nueva situación, no es solo de compasión sino una visión capaz de ver al otro, como alguien necesario, como un socio en ésta vida, en este Trasatlántico con el que creamos y debemos cruzar este mar de dudas y de ignorancia; ver como se ven los genes, las células, los órganos, los sistemas, allí en donde todos son necesarios, o por lo menos la no admisión, el rechazo, es mínimo.
No se trata de función, porque todos lo estamos sufriendo de una manera u otra, de un grado u otro.
Y ya no se trata de mente, se trata de espíritu, el espíritu está tomando el mando, pero un espíritu brotado de lo instintivo, de aquello que se ha ido decantando en el hombre, y ahora es cimiento, es fundamento: no se trata de ir, de atravesar, de avanzar, se trata de expandirse.
Eso que llamamos el corazón es ya la morada del espíritu y la vida espiritual es el aire nuevo, que el mismo espíritu tiene que respirar.
El paraíso que quería crear Baudelaire, Poe, era un paraíso en donde la belleza sea la naturaleza de las cosas. Y es así porque el Dios es armonía, es plenitud, es belleza y nosotros si bien debemos ser custodios, debemos ser a la vez creadores de ese mundo bello.
La justicia es orden, es respetar lo que hay, ya sean cosas, obligaciones, recursos; pero la belleza es aire, es atmósfera, es morada a donde estamos entrando.
Este nuevo mundo, este nuevo mundo bello, espiritual, está ahí, visto, mirado, contemplado, dentro del corazón del hombre, es como una esencia que todavía no es presencia. Y ahora, este nuestro tiempo de espanto, es como la ante sala, de lo que está viniendo.
Es bueno recordar a Bach que decía: ”Las disonancias son tanto más fuertes cuanto más cerca están de la armonía”
Karigüe

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.Gracias. Karigüe

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