miércoles, 5 de marzo de 2008

Libro “El silencio” – Capítulo 6

MANIFESTACIÓN

El hombre lleva su medio ambiente a cuestas. Pero él en sí está libre, no es tan dependiente como el animal, quien es realmente dependiente de su medio.
Si bien el hombre, ama, quiere, llora, sufre, se ilusiona, tiene esperanzas, miedos, temores; es decir toda un reacción frente a lo exterior; tiene también aquello que lo compensa, que le da equilibrio.
Ese algo dentro de sí, es una organización interna tan poderosa, tan sofisticada, que recién la estamos deslumbrando; estamos presintiendo, por ahora, que el yo, la conciencia, el espíritu, solo son como punta de lanza o Iceberg de algo portentoso y superior.
El cuerpo mudo del hombre es aquello que está abierto, es lo abierto; es en donde no sólo se inicia el mundo, sino desde donde se construye, desde donde se erige, constantemente.
Por ahora, tímidamente las ciencias se atreven a decir, a suponer, que los genes, las células, los órganos, son productos de la evolución; pero el tema es que esta palabra es muy amplia, significa que estos componentes están cambiando, modificándose, mejorando, incrementándose. Pero todo este acontecer, está siendo medido por el mono que mide, y es él el que a la vez, observa, piensa, analiza, y crea.
El pequeño y el primer mundo del hombre es su alma. Aquello en donde se junta lo experimentado, un recinto en donde se almacena lo vivido. De dentro de ella ha surgido el pensamiento como la herramienta que destila, que trasforma lo visiblemente natural, informado por los sentidos, en algo invisible y oscuro.
Por una parte está algo en nosotros que quiere ser. Por otra parte, lo logrado, lo alcanzado, el cuerpo, el alma, el espíritu. Sólo el espíritu es como la Luna que mira a la tierra o un ojo que observa a todo lo logrado, y además actúa, resumiendo, frenando, incitando a la maduración, a la precisión; pero a la vez, es el que permite que el hombre se observe y se contemple a sí mismo.
El hombre, a través del tiempo de su existencia, está habitando su historia, una vida vivida, y cuya característica en sí es el desafío; un atrevimiento constante que le permite avanzar a través de aventurase en lo desconocido.
Y si vemos desde cierta distancia y afuera de él, observamos a un ser lanzado, echado al vacío, a la intemperie; y que por su debilidad, sumada a la incertidumbre que le da esta debilidad frente al medio que cambia y evoluciona como él, se defiende, y de esta defensa, de este frenarse constante a lo que le incita el medio, crea su alma, crea su mundo, crea al mundo.
Decía Nietzsche: “El mundo es una boca abierta”. Debemos agregar: “el hombre es también una boca abierta; pero una boca que para existir tiene que devorar a parte de la vida, y además, se tiene que adaptar constantemente a su medio, como sucedió cuando salió del agua y tuvo que comenzar a respirar.
Primero existió la tierra, luego el medio ambiente desde donde surgió el hombre. Podemos decir entonces que el hombre es una consecuencia, un producto consecuencia de ellos.
Pero a la vez observamos que la vida está presente más de lo que nosotros creemos que está. Si abrimos la tierra y tomamos un trozo de ella, comprobaremos que hay millones de seres vivos, bacterias, microbios, etc.. Hay más vida de lo que nosotros pensamos que hay.
¿Qué pasa si la tierra está compuesta de vida; que la vida fue lo anterior? Así como las teorías modernas de la evolución, como la de Arnold Helhen, dicen: el hombre desciende del mono; ¿podríamos atrevernos a decir que la tierra es vida, es una consecuencia de la vida, es un descendiente de la vida?
Cosa nueva y atrevida. Pero veamos rápidamente por qué. Las tres terceras parte de la superficie de la tierra es agua. Además ella está sujeta, ya sea en estado de vapor, liquido o sólido, está sometida a los avatares, a las fuerzas que la rodean de una manera claramente expuesta; una de ellas, la fuerza de la gravedad.
Según las ciencias, el agua llegó y se está yendo, está de paso, digamos. Por otra parte, el planeta tierra antes de que llegue el agua estaba incandescente, es decir, era o estaba formada por componentes materiales y fuego.
Además, el fuego como el agua es escaso, se desvanece rápidamente, muta, se mueve, se traslada.
La tierra en sí se formó por concentración parcial de pedazos, escombros, de la gran explosión (del Big Bang).
La gran explosión fue energía, fuego que fue condensándose dentro de una sustancia que existía ante de la explosión. Los astros son refugios del fuego, almacenado dentro de esferas, de esferas logradas, extraídas de ese vacío anterior.
Casi algo similar a la palabra; aquel recinto, aquel canasto, aquella morada dentro de la cual se almacena un cierto significado. Algo que se quiere decir y que por ahora, hasta ahora, nos hemos arreglado transportándolo en esos canastos llamados palabras.
Sigamos con nuestro ejemplo.
Un planeta es un recinto que almacena fuego, energía que ya sabemos que se está alejando, se está enfriando.
Por otro lado, sabemos que el agua llegó a la tierra, la fecundó como cuando un espermatozoide fecunda a un óvulo, y de esta fecundación nació, brotó, la naturaleza.
Entonces, podemos ver que algo primero fue arremetido por el fuego. El fuego llegó y lo usó de refugio temporal; luego continuó con su camino. Mientras tanto, llegó el agua, y está haciendo lo mismo que el fuego, está siguiendo su camino, se está yendo.
Bueno, pero algo existe en donde estos dos elementos, inicialmente pensados como primeros por Tales y por Heráclito, se contienen. Es decir, hay un vientre en donde estos pájaros de un verano se anidan, y luego continúan. Podríamos pensar que algo que es vacío se solidifica al paso del fuego; el fuego lo hace visible, lo vuelve visible; más aún, primero lo licua y luego lo solidifica
Metafóricamente sería como el agua que tiene tres estados.
Por otra parte sabemos que el universo está compuesto de los 130 elementos de la tabla de Mendeleyev, que ellos se mezclan, se unen, transitoriamente, para formar los cuerpos, a los otros elementos compuestos, inclusive al agua. Así llegamos hasta los átomos, los electrones, los quartz, etc. Podremos imaginar que si seríamos un quartz, y viajaríamos por el universo, veríamos solo elementos que giran, unos alrededor de los otros.
Son fuerzas, de eso no hay duda, todo lo que existe en el universo.
La pregunta la podríamos plantear así: ¿La vida, los seres vivos, no seríamos sólo como el fuego, como el agua, etc., que nos componen?, o ¿no deberíamos ser otra cosa que es consecuencia de lo que nos compone?
Hay un componente nuevo, nuevo sólo para nosotros que todavía no podemos ver, aunque si ya presentir. Un elemento sin movimiento, un elemento que existió y existirá, antes y después de la gran explosión. Un centro catalizador alrededor del cual lo demás se aglutina, se forma las formas, los cuerpos, las ideas, los pensamientos, los sentimientos.
Un animal se especializa y por eso se detiene, se queda en la especialización; pero un hombre jamás. El hombre, es un ser que se desliza como lo hace la sabia por el tronco del árbol; el tronco es el conductor y a la vez es creado por esta savia que se eleva, que sigue su camino, un camino como cualquier otro que toman los elementos del universo.
El hombre es más savia que tronco, la vida también; pero más importante que ellos juntos es el vacío que resiste; y mientras más estemos hechos de ese vacío, más la vida será sólo algo que pasa.
Si bien la culminación del hombre es el espíritu (el arte es solo una manifestación de él) es a la vez el vacío que lo retiene. Es la muerte lo que lo demora, lo que le impide movimientos rápidos, bruscos.
La paz, la plenitud, la felicidad que el hombre siente por momentos en su corazón, no es otra cosa que ese acercarse a su centro, aquel centro que une la raíz y la flor, aquel centro del cual el universo es solo su manifestación, y la vida también...
Karigüe


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Gracias. Karigüe

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