sábado, 16 de febrero de 2008

Libro “El silencio” – Capítulo 4

LA IDEA

¿Debido a qué y por qué, tanta dedicación, tanta atención, a las cosas del espíritu; a esas cuestiones que están ahí, adentro y afuera de nosotros; a las que debemos decir además: nuestra obra?
Imaginamos, pensamos, escribimos, no de algo extraño, sino de algo que está nosotros, que hemos sido capaces de crear, de formar.
Cuando intentamos conocer al mundo, al universo, lo que hacemos es solo tomar otro camino para conocer lo que somos. .
Conocer lo que estamos siendo; pero no tenemos un punto de referencia desde el cual vernos, desde el cual podernos hacer una descripción real.
Hagamos un ejercicio simple. Supongamos que una persona no sabe nada de sí, salvo que ha nacido, que es la herencia de sus padres, de su educación, de sus características; pero herencia al fin; que además quiere vivir, ser feliz, disfrutar de ésta vida, de estar vivo y con una salud adecuada.
Si a esta persona se le da por averiguar quién es él, es decir hacerse el planteo milenario que se está haciendo desde siempre, el mono que mide, lo primero que le viene a la mente es todo lo que hasta ahora le ha pasado en su vida: sus padres, su niñez, su adolescencia, su juventud; y encontrará una gama variada de cosas, ya que por más aislados que vivamos, si no nos pasan cosas, las hacemos pasar aunque sea por nuestra mente, por la imaginación o simplemente como pensamiento.
Luego recordará lo que le contaron sus padres, sus abuelos, familiares, amigos, profesores. Cosas que sucedieron y que están en el recuerdo y que además de una manera u otra influyeron y aun influyen en su vida: La Historia..
Luego por un momento se detiene y se pregunta: ¿quien soy? ¿Quién es la persona que vive con todo esto?.
Le llegó ese momento tan especial en el ser humano, en el cual se pide así mismo una opinión.
Todo es bonito o feo, durante toda su vida se ha enfrentado a situaciones en las cuales tuvo que tomar una decisión: ¿voy para allá?, ¿estudio Ingeniería, química o simplemente trabajo?, ¿me caso o no?, ¿a dónde vivo?, ¿en dónde paso mis vacaciones?, ¿a dónde envío a mis hijos a estudiar?, ¿en qué colegio?, etc. etc.. Pero ahora se pide una opinión de si mismo.
Aquí es donde se le complican las cosas, no puede recurrir ni a un sacerdote, ni a un psicoanalista, ni a un historiador, ni menos a un filósofo, porque la pregunta nadie mas que él la puede contestar.
Nosotros, espectadores desde lejos, podemos decir que a nuestro observado, su “yo” le pregunta a su conciencia.
Una cosa extraordinaria, aunque aparentemente pareciera simple, es que no importa sí él cree en los santos dioses o en evolución Darwiniana, que en ultimo caso es lo mismo.
Hagamos un poco de historia. El hombre temió al fuego y creyó en lo superior. El macho de la manada era lo temido, era el jefe al cual había que obedecer, pero como todo ser humano de una u otra forma siempre termina por ser injusto; el mono que mide dejo de creer en él.
Tuvo que apelar a otros grados y tipos de caminos, de creencia. Lentamente fue buscando, elevándose, hasta llegar a lo que dijo Parménides: hay un ser único; y que el no ser no debería existir, sí existe el ser.
Luego, con nuestras técnicas, nuestras ciencias, fuimos relacionando las cosas, hilando las materiales con las no materiales y logramos lo que hasta ahora tenemos: un conjunto de conjeturas que de una manera u otra se cumplen, es decir hemos descubierto, visto y analizado algunas leyes de la naturaleza, del universo, y con ellas hemos podido hacer un modelo de lo que aparente somos; un sistema compuesto de diversas teorías, las cuales algunas se oponen, otras se contradicen y sólo unas pocas coinciden; pero eso es lo que hasta ahora hemos podido saber de nosotros, que somos una conjetura haciéndose.
Hasta aquí iría bien con nuestro personaje a no ser por que se está pidiendo una opinión, pero de él mismo, no del hombre.
Lo que diría: yo quiero, yo siento, yo amo, yo deseo, etc., etc., una seria de sentimientos, pensamientos y afecciones.
Pero como dijimos anteriormente, necesitamos tener un punto desde donde nos podamos mirar, contemplar, y porque no describir, y en ese describirse, decirse.
Ahora busquemos un punto de referencia. El cuerpo mudo se está formando v creándose así mismo, por el ánimo que lo habita. Una de sus creaciones es la mente, la cual con sus pensamientos ha ido creando ideas, imágenes referenciales a las cuales asirse, que luego las convierte en dogma, normas, leyes, teorías, ciencias.
Mientras la vida pasa por nosotros, es decir estamos; la mente al mismo tiempo imagina cosas, dioses, crea la ética, las leyes, como para contenerse, darse morada, morada que sea además agradable. La mente de esta manera canaliza al río de la vida.
Lo interesante es el regadío. Hemos abierto acequias para desviar agua del río y llevarla al desierto; a ese conglomerado de huesos petrificados hecho polvo; pero a la vez en el medio del río hemos creado un cachalote, luego una isla.
De un lado la vida; por el otro lo que ella deja a su paso en nosotros: lo almacenado, el alma como desierto, como isla, regada por el agua del río, por el ánimo del espíritu.
Bueno, he aquí lo interesante: la opinión, fruto brotado del cultivo, lo que hemos sembrado allí y ahora está crecido nos da sombra, frescura, y porque no, calma nuestra hambre.
Primero fue el hambre del cuerpo mudo, luego el hambre del alma, por último el hambre del espíritu. A esto último le hemos llamado la opinión.
Una opinión es algo más que una idea, un pensamiento, un sentimiento; todos estos últimos nos habitan desde hace mucho tiempo, son como la fauna que ha crecido, que se ha formando, como almacenamiento, como destilación, a través del tiempo. Pero una opinión es vernos, es habernos elevado de nosotros mismo; más aún es habernos desprendido, como lo hizo la Luna de la tierra. Nosotros nos desprendimos del cuerpo mudo, de la naturaleza, de la evolución de la naturaleza del universo, para ser mundo.
Somos ya una serie de capas, de cortezas apiladas sobre una base. Una base suspendida, elevada por una fuerza de gravedad pero inversa, una fuerza que expulsa. Suspendidos además estamos sobre el agujero negro desde donde somos, y desde allí el cuerpo, el alma, y por último el espíritu.
Ahora ya no sólo está nuestro espíritu, sino el espíritu del mundo también, como consecuencia natural de lo anterior. No estamos hablando aquí de la evolución de la naturaleza y menos aún de la vida, sino de una evolución superior que engloba a los seres vivos, a la materia, a la energía y a las demás cosas inertes también.
El espíritu del mundo como máxima elevación de la vida, del universo, de los universos.
He aquí donde estamos; desde aquí podemos vernos con los anteojos de nuestras ciencias, con los ojos naturales de la inteligencia, de la sabiduría y con todos los sentidos del cuerpo, pero ahora perteneciente a un ser superior que nos contiene: el mundo.
Decíamos, la Luna como ojo que ve a la tierra. Ahora decimos espíritu, decimos yo, conciencia. Parte que pertenece al cuerpo mudo, pero que a la vez y sólo por momentos, permanece desprendida para ver; como un ojo que ve, que describe lo que el hombre está llegando a ser.
Lo interesante es que este ojo es parte a la vez. Así como en algún momento nos dividimos para dejar de ser hermafroditas; hoy, estamos logrando desprender al espíritu y ser dos.
De esta separación, como cuando se enciende, se ilumina un arco eléctrico se está creándose la idea, como lazo, como unión, como sinapsis de lo que aparentemente está ya separado: La Naturaleza y El Espíritu.

Karigüe

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