lunes, 21 de febrero de 2011

Libro “Existencia"– Capítulo 9

LO ILIMITADO

Decidir es tomar una posición, y desde ese lugar virtual, actuar; pero lo interesante es que no es una posición fija o mejor dicho al no haber quietud, al universo en si estar cambiante, nuestra posición no va ha ser la misma tiene que ser flexible, cambiante dentro de un ámbito concreto de las alternativas, de las circunstancias.
Vemos entonces que la mente, pero más que la mente, la conciencia que tenemos de las cosas que nos suceden constantemente, está cambiando; más aún constantemente está evolucionado, incrementándose, creciendo en los ejes o sobre los ejes de un espacio virtual llamado realidad.
Nuestra realidad, nuestra bendita realidad; aquello que nos ha tocado, aquello que hemos podido conseguir, lograr, alcanzar. Si nos ponemos a pensar si es mucha, poca, buena, mala etc., no acabaríamos nunca, tenemos que tomar una resolución como aquella que tomo y dijo Nietzsche: “¿A quién agradecer, a dios, a la vida, a la razón básica, el hecho de estar vivo, respirando, tomando un buen vino, disfrutando un agradable paisaje o simplemente mirando, pensando? No lo sabría; pero no debemos pensar a quién, podríamos preguntarnos ¿Cómo? Cómo agradecer por estar vivos, tal vez la respuesta es: haciendo lo que la vida nos ha dado para hacer”
Tal vez es eso, no debemos pensar mucho, ya que el pensamiento es solo un sentido, como es el de la vista, el del olfato, el del oído. Pero, pero deberíamos pensar con el pensamiento, que el pensamiento es algo más que un sentido, tal vez podríamos decir que es un órgano, más aun un sistema como el digestivo, como el respiratorio; en el cual entran muchos órganos, muchos órganos que interactúan entre ellos.
Deberíamos agregar que el pensamiento nos da el placer de ver con el alma, el espíritu; y, hace, como hacemos en los altos hornos, fundir el carbón con el hierro; lo contemplado, lo almacenado, todos ellos con el fuego; con el fuego del espíritu; en este caso lograr un metal, lograr un conocimiento tal que con él podamos construir una ciudad, un mundo, en donde habitar.
Pero sigamos viendo ésta metáfora. Está demás enumerar las cosas que hemos logrado con el acero, pero podríamos nombrar algunas como los hogares, las casas, los autos, las herramientas, etc.
Y con el pensamiento: la razón, la ética, las leyes, el orden y por qué no el goce en sí que produce lo visto, la aprendido, lo logrado; pero aquí como en el caso del acero, se ha logrado ¡tantas cosas!
Con el acero, construimos barcos, aviones, perforadoras, puentes, es decir que es todo un encadenamiento de cosas, y además que esas mismas cosas han creado otras. Así también con el pensamiento ¡tantas cosas! ¡tantas ideas! ¡tanto conocimiento científico, filosófico, religioso, místico!
Pero eso si, es bueno detenerse en este lugar, en esta posición y preguntarnos por el lenguaje. Aquellos cántaros, aquellos sonidos, que llevan en sí al pensamiento, a la idea, a las teorías, ya sea a través de la palabra escrita, dicha o pensada.
Hemos llegado aquí a la palabra pensada, a aquel que se pregunta y se contesta, al diálogo del alma consigo misma: el pensamiento; es decir su raíz, sus pelos absorbentes; pero ¿qué extraen esos pelos absorbentes de la parte oscura de nuestro ser? ¿el agua tal vez? Como lo hacen los pelos absorbentes de las plantas, en la tierra está el agua y están los nutrientes; del agua podemos decir que es la sangre de universo y los nutrientes aquello almacenado por la tierra misma; es aquello que extraen las plantas para ser savia y así distribuirla por todo su cuerpo para llegar a ser flor y fruto.
Pero en el hombre ¿no será que el pensamiento extrae todo aquello almacenado, experimentado, no sólo como especie, sino como presencia, como existencia?
¿Lo equivalente al agua de la savia? El espíritu, aquello que es como la fuerza, la energía que mueve y mantiene en un cierto movimiento al universo, al hombre.
He allí al pensamiento, cómo se eleva de sí como la savia, como idea, como arte, poema, melodía, conciencia, conocimiento.
En un poema escribí: que las flores son como los ojos conque la tierra nos ve; la naturaleza, su hija, convertida en ojos para que ella vea. No será entonces que los pensamientos son como lo ojos del espíritu, con los cuales el hombre contempla al universo todo y aún así mismo; y, a la vez que ve, goza, disfruta. No es éste el placer más pleno, más completo, del espíritu: el mirase así si mismo en qué se ha convertido ¿no es entonces el hombre esos ojos?

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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