miércoles, 20 de mayo de 2009

Libro “Cuando se retira la ola” – Capítulo 9

SAVIA

Por momentos o por días, uno se separar de lo que está haciendo, por ejemplo, escribiendo, investigando, conociendo; y, cuando vuelve, cuando se quiere retornar, no sabe a donde se había interrumpido; pero es tan grande nuestra memoria, nuestro cerebro, que al comenzar otra vez a escribir, es como si volvieran las ideas, los pensamientos, y dicen: aquí estoy, aquí estoy nuevamente.
Tenemos adelante de nosotros al mundo, a los otros, a las cosas; y a lo que se produce por la relación, por el contacto, por las circunstancias.
Al comenzar un tema, parecería que no hubiera nada, bueno como nada no, lo que había eran cosas que desconocíamos, que luego al avanzar fuimos lentamente viéndolas. Por el atrevimiento, vamos conociendo cosas que no conocíamos, pero que estaban allí; y, otras son las cosas que cuando el Dios se retira tenemos que ocupar su lugar, esto significa hacernos cargo de las cosas que es responsabilidad de nosotros en este mundo, en nuestro mundo.
Salvo excepciones, todos lo intentamos ocupar ese lugar; que no es sólo trabajo o el empeño que uno pone, sino que tenemos que crear los elementos que son necesarios; la energía necesaria como para ocupar ese lugar
El hombre tiene que hacerse de energía, de su mundo interior; no hay otra manera, podremos tener alguna buena intención, o los demás, en darnos ánimo, en alentarnos; pero ellos es aquello que dice la Biblia: Dios nos da la sed, nosotros tenemos conseguir el agua, por que es necesaria para nuestra existencia.
Eso seria con relación al cuerpo, pero con relación al alma, a nuestro mundo interior: Dios nos da la inquietud nosotros tenemos que satisfacerla.
Aquí podemos dividirla en dos: una es para la construcción de mundo, satisfacción de conocimiento e inclusive de sabiduría; y otra es ese pararse arriba de la roca y encontrar una visión tal, que nos permita ver ese vacío, así como la forma de llenarlo.
Y desde allí vemos el valle, las montañas debajo de nuestra altura, los ríos como venas, los lagos cono lugar de reposo; las ciudades como claros en el bosque, en donde alguno seres se agrupan, se reúnen, se unen, formando una comunidad, llamada humanidad.
Se ve vida. Podría decirse que hasta las montañas se mueven, las nubes, los vientos, los ríos, los mares y los hombres también. Cómo hacer una separación si todos dependen de todos. Salvo aquello más poderosos cómo la luz del sol y su calor, ellos parece que constituyen la cadena desde afuera, como superiores, como algo que depende de algo más superior a todo lo que existe en la tierra.
Pero es algo superior, que nosotros, que somos la punta del Aiseberg, no podemos ni siquiera intuir, por lo que por ahora lo dejamos de lado, no lo tratamos.
Pero sigamos viendo lo que está allí debajo de esa alta montaña, nos podríamos pasar años en describirla, porque sabemos poco de ello, por lo que nos deberíamos concentrar en lo que es vida.
Dijimos que es muy difícil trazar un limite entre las montañas, los ríos, los vientos, las nubes, los mares, y lo que son las plantas, los animales, los hombres; pero hay un vínculo entre ello. Los últimos dependen de los primeros, es decir sin ellos no existirían, no estaría la vida allí.
Lo cual no lleva a pensar que podríamos tener aquí dos eslabones, unidos eso sí pero diferentes, lo que deberíamos también considerar es: que nosotros que indicamos lo que es vida, es decir, las plantas, los animales y el hombre, no podemos vivir, existir, sobrevivir sin ellos.
Pero sigamos en detalle, nosotros los hombres no podríamos existir sin las platas y los animales; ni lo vegetarianos lo lograrían.
Las ideas, los pensamientos, las creaciones, es decir la actividad mental, espiritual, del hombre, no podría existir sin estos corpúsculos llamados genes, células, órganos, sistemas, es decir lo que es nuestro cuerpo físico.
Nos quedamos allí en la punta de esa montaña tomada. Y veremos a nuestro ánimo, a nuestro espíritu, mirando no la nada, mirando a los cercanos eslabones, a los cercanos dioses. Decía Holderlin: “Cercano y difícil de captar es el dios…”
Es así, podemos ver a esos eslabones que nos sostienen, que nos dan sustento. Pedestales, podemos decirles.
Y lo otro nos permite contemplar el cielo, en donde estrellas, los astros, las galaxias, conviven; y, desde donde de una manera u otra, hemos brotado.
Estamos en el medio, en el punto medio, en el prudente mundo que nos otorga la energía suficiente para poder convivir en nuestro medio.
Podríamos permanecer o intentar por lo menos seguir así, seguir la concatenación de lo que es universo, batirnos en las olas que es él mismo; pero no es así, ahora desde ese punto alto pedimos alas.
Y si vemos la realidad: lo estamos logrando, sí estamos logrando tener alas, hemos llegado a la Luna y lo seguiremos haciendo, más allá de las estrellas.
Por otro lado estamos construyendo un mundo interior muy rico, un mundo bello, en donde cada vez más sea agradable vivir, compartir, nuestra existencia con los demás.
Y es que no estamos solos, no es difícil darnos cuenta de ello, lo hemos descrito más arriba; el punto es que somos una boca abierta que se está expandiendo. Es y fue algo que se multiplicó así mismo. Algo que luego pensó, creo; y, porque su naturaleza no lo fue acompañando, creó herramientas, sentidos, entendimiento, que dio lugar a que reunidos esos tentáculos individuales se fueron ahumando en uno, ahora ya es mundo, es humanidad.
Y he aquí que D.H. Laurence dice: “Somos sólo transmisores de vida”
Ahora nos quedaría algunas consideraciones. Ese algo a lo que podemos llamar vida, una vez que nosotros hayamos cumplido la labor encomendada, dada, ¿ella ó el, nos descartaría? Sí es positiva esta pregunta no hay duda que seremos cosas, porque es así la vida nos esta convirtiendo en cosas, primero nos la pone delante, como un traje a medida, luego nos lo calzamos y realmente está como si fuera para nosotros; pero en realidad es como un chaleco de fuerza, en el cual nos tendrá hasta que nosotros mismos no desvaneceremos como un nube.
Pero qué pasa si nosotros no revelamos ante esta ley universal, hasta ahí lleguemos, no podemos decir ley divida, porque estamos aquí en la tierra, en el mundo, donde llevando a cabo estas consideraciones, no pidamos ayuda afuera, ocupemos “el lugar que el Dios nos deja, …”
¿Es aquí el origen del pecado original? El atrevimiento a través del deseo de eternidad, a través del deseo no solo de levantar vuelo, sino de dominarnos a nosotros mismos, que no seria otra cosa que domesticar a la vida; como si ella, de ella reconocemos su superioridad, a la que no debemos vencer, no destruir, porque de ella estamos hechos; sino la de montarla, si la de montarla como si fuera un caballo, que ella nos lleve a donde nosotros, por nosotros mismos, no podríamos llegar. Llegar a ser.
Un atrevimiento, un intento el de ser hombres capaces de tomar el lugar que el Dios deja, para que el universo sea mundo, se transforme en mundo, una tarea tan grande como grande es ver a la vida sólo como la sangre del mundo, la savia de ese hombre que está llagando a ser.
Karigüe

Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.Gracias. Karigüe

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