“Conversaciones de Goethe con Eckermann.”
Me represento la tierra con su círculo de vapores con un gran ser vivo que aspira y respira eternamente. Si la tierra aspira, atrae hacia sí el círculo de vapores que se acerca a su superficie y se adensa en nubes y lluvia. Llamo a este estado la afirmación acuosa; si durara más allá del tiempo reglamentario, anegaría la tierra. Pero ésta no lo permite; vuelve a respirar y envía hacia arriba los vapores de agua que se expanden por todos los espacios de la atmósfera alta adelgazándose hasta tal punto que no sólo el resplandor del sol los atraviesa, sino que la eterna noche del espacio infinito, vista a través de ellos, se colorea de un brillante tono azul. Llamo a ese segundo estado de la atmósfera la negación acuosa. En el estado de negación acuosa no sólo no llega desde arriba ninguna humedad, sino que además la humedad de la tierra desaparece en el aire, de modo que si este estado se prolongara más allá del tiempo reglamentario, incluso sin sol, la tierra correría el riesgo de secarse y endurecerse por dentro.
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