Es una realidad el medio; el que es expuesto de una manera clara por Ortega y Gasset: “El hombre y sus circunstancias”.
El hombre y su medio, su medio ambiente, con el que tiene que convivir todos los días, y el que a la vez nunca es el mismo.
Varía el hombre, el medio y la relación entre ellos, la cual es a la vez cada vez más compleja.
Como contrapeso en el corazón del hombre, se anida el irremediable deseo de armonía y paz, queriendo además permanecer, crecer, avanzar, disfrutar lo que ha sido capaz de hacer, crear en la tierra, en mundo. Un alma que es morada y un espíritu que lo anima
Una idea, un pensamiento, una hipótesis, una teoría, son cosas que han brotado en el alma, en la mente del hombre. Allí están, allí reposan, hasta que son registradas, escritas, almacenadas afuera de lo que es él; en un libro, por ejemplo.
Estando afuera del hombre y siendo registradas, comunicadas, pertenecen ya a otro ser, pertenecen al ser humanidad. A un cuerpo más grande formado por el conjunto de todos los cuerpos de los monos que miden.
El mundo es un alma abierta con un espíritu. Este espíritu, este ánimo que se esparce en el éter, en las cosas. Una forma de verlo con claridad es en las obras de arte.
Es la primera vez que el espíritu sale de la naturaleza y se convierte en cosa. Una cosa viva. ¿Qué es sino la 9 Sinfonía de Beethoven, La pasión San Mateo de Bach, El Zapato de Van Gogh, La Mona Lisa etc., etc.?
Primero fue el espíritu del universo, luego pasa a ser espíritu de la naturaleza, de la vida, del hombre, y ahora de las cosas.
Un libro está vivo, mantiene encendido imperceptiblemente al espíritu del hombre.
Por mucho tiempo hemos considerado a las cosas como elementos constitutivos de la naturaleza, pero inertes, sin vida. Ahora está apareciendo un tipo de cosa viva: la obra del hombre.
El animal ha sido capaz de convertir a la naturaleza en una cosa útil para su existencia, para su conveniencia. Lo está haciendo desde que brotó sobre la tierra y la ha convertido en su morada.
Una morada que lleva con él. No una casa, ni menos una choza, una morada capaz de hacerlo existir hasta debajo de las aguas del mar, como afuera de la madre tierra, aunque por ahora en forma temporal.
El hombre, como animal que mide y habla, partirá inexorablemente y será nuevamente. Logrará tener la velocidad de desplazamiento de un cometa, para fecundar otros planetas, otras galaxias, otros cielos.
Este ser está alcanzando su madures, aunque aún es un adolescente. Siente dentro de sí la necesidad de partir y ser un ser fecundador. Está siendo expelido por su propio cuerpo.
Su cuerpo mudo lo siente así, pero él se demora siendo espíritu, siendo vida en las cosas, en sus obras, como quien quiere, desea demorarse. Inclusive planta estacas en el seno de su madre, que el viento, que las tormentas de la vida, de la existencia del universo, se las arrebatan. Tan cruda es su realidad, que su propia madre ya falleciente, quiere, desea que su hijo ya maduro, parta, sea hombre.
Mientras aquí permanecemos, creemos, pensamos, obramos, como un hijo ded naturaleza diferente, que tiene otras condiciones, otros desafíos. Eso es el truco, el engaño que nos hace la naturaleza a todos los seres que la ven, que la tratan de ver, comprender y si aún quisiéramos llegar lejos, amarla.
Fue Heráclito el primero que observó, que contemplo al hombre, a la vida, al universo, desde afuera. Luego Nietzsche. Todos lo demás se han entretenido en crear ideas, teorías de lo que somos pero viéndonos desde nosotros, desde el espíritu que se ha almacenado en nosotros. Desde Parménides hasta Haidegger, hasta el mismo Wingestein.
Poder vernos desde afuera es una aventura, es la posibilidad de ver nuestro pasado, nuestro presente y el futuro; no sólo a todos ellos, sino a todos ellos juntos..
Sentir como todas las cosas entran en un sumidero y desaparecen. Todo aquello que tenía gran velocidad o permanecía quieto, es arrastrado, absorbido, para ser nada, para ser silencio nueva – mente.
Sin embargo está el canto del gallo, como nos decía Holan. El canto del niño que reclama una vida, la vida que le pertenece. Una vertiente nueva siempre está surgiendo, está brotando desde dentro y desde afuera de nosotros. Una vida que se hace así misma y que nos engloba, que nos contiene
Una vida que por momentos late dentro de nuestro corazón. Una vida en la que quisieras amar, soñar, pensar, crear e inclusive luchar, pero con los ojos abiertos, sabiendo que si remamos, iremos a un lugar mejor, a un morada; y no perdernos en luchas inútiles: Hölderlin.
El camino de la poesía es un camino posible. Un sendero que se abre, que se ha abierto a los hombres que cultivan dentro de sus almas, aquello se les da para poder ser puesto en palabras y ser transmisible. Una vida nueva, una sangre nueva.
Una vida, una forma de vivir, en donde podamos ver lo que estamos siendo.
El hombre es un ser que se hace así mismo, pero esto cuesta trabajo; pero quiere además placer, el placer de ver no sólo a la obra, sino verse labrarla, conocer lo que labra, aquel ánimo que lo impulsa, que lo expulsa de la quietud, para ser, para permanecer en la intemperie.
Ver al obrador de los obradores no es la meta del antropólogo, sino la del poeta.
Él no solamente quiere verla, sino describirla, atraparla en esas palabras elegidas de lo común, del común de las palabras, sobre y dentro de las cuales coloca, pone, deposita, almacena, de otra forma ya, lo que estamos siendo como mundo.
Alimento presente y futuro para la continuidad; alimento del hombre, del mundo y de lo otro que los hombres ya están cultivando.
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Gracias. Karigüe
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