lunes, 14 de julio de 2008

Libro “Mi amigo el Poeta” – Capítulo 8

RÚBEN.- Hoy realmente no quisiera seguir con este tema. Te propongo cambiar por otro que me tiene intrigado en estos días, te paso a contar. Tuve la oportunidad de ver una obra del Noruego Ibsen. Dentro de mi poca cultura lo considero a Ibsen sucesor de Shakespeare y éste a su vez del griego Sófocles, o mejor dicho de los tres trágicos. Este conjunto de hombres en gran medida han creado el teatro de nuestros días.
El teatro para mí es el escenario donde se representan los grandes temas de la existencia humana. Podemos ver en estas representaciones los problemas que han vivido otros, pero que en el fondo son los mismos que por lo general nos habitan.
Hago un pequeño paréntesis. No hace mucho, en una reunión social, un señor preguntó muy sinceramente para qué sirve la filosofía. Dijo que él honestamente no lo comprendía. He escuchado muy frecuentemente esta pregunta y creo que yo, en mi juventud, me la he hecho también, y ésta, a mi entender, es una de las razones de las dificultades que actualmente tiene la sociedad.
Nos abocamos muy enteramente a las cosas prácticas, aquellas que nos brinden una seguridad, una serie de satisfacciones en nuestra vida diaria. La competencia, la ambición nos llevan a exagerar, a tener más y más cosas, pero las preguntas están. Ellas aparecen cuando se vive una desgracia, cuando tenemos dificultad en nuestras relaciones sociales, enfermedades o el miedo a la muerte.
El ser humano diariamente se plantea una serie de interrogantes que no tienen respuesta para él; muchas veces se da respuestas fáciles que le permiten, por así decir, salir del paso, pero los interrogantes siguen estando.
No está de más decir que no hay respuesta para la mayoría de los interrogantes a los que el hombre se propone encontrar una respuesta. Pero igualmente al hombre se lo mide por la capacidad de resolver los problemas prácticos que se le presentan en su vida diaria. Aunque él no encuentre las respuestas a sus preguntas existenciales, solamente el intento le permite desarrollar su capacidad de reflexión, de raciocinio, de pensamiento. Es decir, la pregunta hace movilizar algunas neuronas y las entrena para resolver problemas prácticos.
El pensar, para el alma, es tan importante como el aire para los pulmones. Ella tiene dos fuentes de donde se alimenta. La primera es lo almacenado, es decir, su experiencia personal y genética de grupo. Y la segunda, lo que es capaz de lograr, capturar, en su presente.
Hay una tercera que es difícil de detectar, que es la que todo hombre carga como su culpa ancestral. Ella es lo que los marineros llaman el lastre, aquello que permite a los barcos sumergirse para que las hélices puedan impulsarse en el agua.
Así, todo lo que es nuestra realidad nos permite vivir y compartir esta hermosa travesía con los que están a nuestro lado. Es la actividad, es el compartir esa actividad con los demás.
Hay una actividad personal, particular, con la que el hombre está construyendo su mundo, como si ella fuera el cemento que une las piedras de un muro. Esa actividad es el pensar.

JULIÁN.- Has logrado explicar claramente lo importante que es pensar, el reflexionar sobre los temas que nos angustian desde siempre a todos. Partiste de un tema que era el teatro y llegaste al pensar, al reflexionar y, más aún, al filosofar. Este arte tan antiguo que significa representar en un escenario, en un tiempo asignado, lo que ocurre en la vida, contado por un hombre que la percibe y a la vez le encuentra un sentido: el significado; la manifestación del espíritu en la vida cotidiana.
Primero lo escribió el artista, luego un grupo de actores lo interpreta. Estos últimos pueden pulir la representación, pero casi nunca el significado. De otra manera, sería otra la obra que se representara. En el arte de la representación, el hombre, para observarse, puede ver a los otros, lo que les está sucediendo. Es una manera de aprender como la tiene el sabio, ya que éste aprende por ver, no por experimentar.
El teatro es el lugar en donde se ve representado. Puede contemplar sus bajezas, sus grandezas, dejando que los actores lloren, rían, sufran, lo más real posible, porque mientras más real es, más fuerte es la vivencia interior de los espectadores.
El espectador se conmueve con mayor intensidad, cuando lo que le está sucediendo en la vida real, en el presente, lo ve representado por los actores.

RÚBEN.- En esta obra de Ibsen, Madera de reyes, escuché algo interesante relativo a los poetas. Se decía que cuando se le pregunta a un poeta, de él sólo tienes que escuchar la verdad, pero si no le preguntas, él te la dirá en forma de anécdota, de parábola; de alguna manera te llegará la verdad, aunque tú no la quieras escuchar.

JULIÁN.- toda persona habla de los temas que rebasan su corazón; como si el corazón tuviese una cierta capacidad de poder callar. El poeta es un ser inquieto que tiene la particularidad de ver un poco más; ve con un poco más de claridad las cosas relacionadas con el alma, con el espíritu y con todas esas cosas oscuras que tanto intrigan al ser del hombre.
En todos esos temas, el poeta está como sapo en su pozo. Además de contar con una cierta sensibilidad para las cosas de su mundo interior, estudia, investiga, percibe más nítidamente el alma de los otros, de las personas de su alrededor. Ése es su talento: ver.
El hecho de ver, le proporciona información, y como está en permanente actividad con su espíritu, lo lleva a ser como un crisol en ebullición; toda la información elaborada (como si fuera metal fundido) tiende a rebasarse. El poeta tiende a decir, y lo dice por lo general en forma de metáfora, ya que la metáfora es un recinto, una vasija de múltiples bocas, de múltiples compartimientos, múltiples significados, que contiene la esencia del mundo real.
Normalmente la verdad enriquece a los hombres. Es el mejor regalo que uno puede hacerse a sí mismo y a los demás. Lo poco que he observado a mis amigos poetas, me ha llevado a pensar que un poeta, cuando entra al mundo de las musas, expulsa una mentira dicha o pensada, inmediatamente. Para mí lo más hermoso de la poesía es el hecho de poder vivir esos instantes maravillosos que nos provee la inspiración.
Pero no se dejan de disfrutar las consecuencias ni las cosas que generan esos momentos particulares. Un poeta no es un elegido por los dioses, es un hombre particular, cuya tarea es la de trabajar lo más cercano posible a las cosas por donde el espíritu se manifiesta. Es un artista.
Por lo general las relaciones con los demás no le resultan placenteras, ya que para él es como si los otros hablasen otro idioma. Y en parte es así, ya que a medida que se asciende, el aire es más escaso. Hay que tener cierta capacidad pulmonar para poder permanecer planeando, como los cóndores. ‘’Cuando están sobre la tierra tienen dificultad para caminar por sus grandes alas’’, dijo Baudelaire.
El poeta siente la potencia de su ser; pero a la vez siente los limites, como si una malla de acero impidiera su expansión. Es como si a un ser humano al que le han dado alas para volar, lo ataran con una soga al poste de la vida. Siente la inmensa atracción del cielo azul, y en ese deseo ciego por volar, sus alas rozan el barro, las piedras: de ese roce, que es dolor, brotan los versos desde las profundidades de su alma.
Sus poemas se desprenden como aves hacia la serena inmensidad. Ese desprendimiento, ese vuelo lo llenan de jubilo; ya que si bien él no puede volar, vuelan sus poemas, sus versos, adonde él nunca podrá morar.

RÚBEN.- La búsqueda de la verdad y la belleza hacen al hombre un ser que se eleva hacia las cosas puras en donde habita la serena oscuridad. Pero tú sabes que todavía soy un reptil, todavía me arrastro en el barro y desde allí, todo manchado, quiero elevarme, pero no lo logro.
Por lo que te pido tratar un tema como es el del trabajo. Me parece que en nuestros días lo hemos tomado como una carga, y no creo que sea así. Siento como una necesidad la de reivindicar la tarea que tenemos que hacer los hombres para ganarnos el sustento.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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