lunes, 30 de junio de 2008

Libro “Mi amigo el Poeta” – Capítulo 6

RUBÉN.-Bueno, tengo que confesar que los hábitos que actualmente me permiten llevar una vida relativamente ocupada, me han ayudado a, como se dice, pasar el tiempo.
Pero yo, como una persona cercana a ti, he comenzado desde hace un tiempo a cultivar mi mundo espiritual, que estaba por cierto un poco desértico, como un baldío. Una de las cosas que comenzaron a ser de mi interés fue la poesía. He leído poemas tuyos, así como de algunos poetas clásicos; en estos últimos he encontrado la poesía que más me interesa y me gusta.
A mi modo de entender, todo poeta comienza cantando a su ser y termina cantando al Ser. Me da la sensación de que la poesía es un camino bello, en donde la esencia se transforma, se manifiesta como presencia; un camino que trata de ver, no de encontrar, la verdad. Porque en si la verdad no es otra cosa que el don de ver, de allí la palabra verdad.
He encontrado que la diferencia con los filósofos, es que estos últimos buscan la verdad. Los poetas pareciera que ya la contienen y lo que tratan de hacer es primero verla en ellos mismos, para luego expresarla, ponerla como esencia dentro de esos cántaros que brillan aún en la luz del día, y que se llaman palabras.
La tan mentada inspiración se genera en almas profundas y puras. Sé que tú no estás de acuerdo con esta opinión, pero creo que es ésta una condición fundamental para que nazcan en el poeta nuevos pensamientos, nuevas ideas que emocionen y conmuevan a sus semejantes.
En la poesía de nuestro tiempo hay como una necesidad de esconder a través de palabras lo que uno siente en forma directa. Pero esta actividad humana, que es ante todo una comunión (común unión) con lo divino, se hace a través del corazón, y de una forma natural. Por lo tanto, hasta el ser menos instruido tiene posibilidad directa de esta comunión.
El poeta tiene el don de llevar a la palabra ese contacto íntimo con lo que siempre está. He tenido la posibilidad a través de ti de conocer a algunos poetas a los cuales podría definir como poetas-intelectuales, a los cuales he encontrado con un acento exagerado, para mi gusto, en la parte intelectual.
Me parece que por lo general los intelectuales, y en particular este ultimo tipo de poetas, forman una especie de enjambre de abejas que revolotean alrededor del panal (es decir, de la verdad) e impiden que los más alejados, como yo, podamos verla. A veces pienso que de esta manera nos protegen, y otras siento que lo único que hacen es confundirnos.
Lo que quiero resaltar es que veo una cierta ceguera en el alma de los poetas contemporáneos, ponen demasiado acento en sus mentes. De esta forma se acercan demasiado a sus hermanos filósofos.
La poesía ante todo es una espera, una entrega a la manifestación del espíritu, ya sea dentro del alma del poeta, como en su alrededor. Un poema es ante todo una ofrenda capturada con palabras, que el poeta entrega, da, como si él fuera sólo un transmisor de vida; como si él fuera esa morada en donde la esencia se condensa en presencia.
La poesía moderna ha sido influida por el consumismo tan esparcido en nuestros días. Últimamente he leído poemas, de nuestros contemporáneos, en donde se pone más acento en la estética que en lo que se quiere decir. Esta bien que cada época tiene sus propias características, pero creo que la poesía desde siempre ha sido una manifestación en donde la verdad, la belleza y lo ideal se juntan, como si alguien formara un ramillete de flores: este ramillete tiene que contener lo que conmociona primero al poeta y luego al lector. No sólo es emoción, sino también estremecimiento.
Me da la sensación de que los poetas modernos escriben para que los lean o, mejor dicho, tienen este objetivo. Había leído algún verso tuyo que decía: ‘’El hombre no ha nacido para ser héroe ni dios para los demás, ha nacido para ser héroe y dios para él mismo’’. En este verso puedo ver y estar de acuerdo en que tal vez lo que está faltando en nuestros días es espontaneidad. Es fuerte, por lo menos a mi alrededor, la tremenda necesidad que hay de ser admirado por los demás. Creo que los poetas de nuestro tiempo viven con demasiada intensidad nuestra época.
Nos olvidamos a veces de que el admirado es presa del admirador. Deberíamos mirarnos en el espejo de nuestra alma, que nos dará una imagen más real.
Creo que este es el origen principal de por qué ahora ya no tenemos poesía que nos conmueva, que nos lleve a la claridad, el único lugar en que los poetas y el común de los hombres sienten la verdadera felicidad, aquella que no se gasta con el tiempo.
La poesía nos hace sentir parte del todo, un elemento de todos los elementos. La verdad vive en nosotros, somos la verdad, vivimos en la verdad, pero con los ojos vendados. Lo que siento es que la poesía es una actividad del ser humano que lentamente va quitando la venda de nuestros ojos, ya cansados de estar buscándola en lugares equivocados.

JULIÁN.-Tus observaciones relacionadas con la vida que llevan los poetas son bastante cercanas a lo que yo he podido observar. Hay que saber comprender que no hay un sólo camino, que son muchas las formas en las cuales esta actividad se lleva a cabo.
En mi caso particular, de muy joven me interesó. Me gustaba leer poemas, y escribir algunos que ahora no recuerdo; lentamente, a través de los años se fue germinando en mi alma mi pasión por la poesía, hasta llegar a este momento en que realmente es mi actividad, es mi pasión.
En los momentos de inspiración siento tener dentro de mi algo que me habita, misterioso, oscuro, silencioso. Está, sólo sé que está, y en mis instantes de inspiración puedo sentirlo como presente. Sólo son instantes, no suficientes para poder describir lo que se siente. Queda entonces la intensidad del instante con algunos rastros, huellas, que como estelas dejan esa presencia dentro del alma. Luego queda describirla con algunas palabras, insuficientes para poder portar aquello que se vivió.
Después de un determinado tiempo, al leerlo se puede encontrar lo que en parte se quiso expresar. Sólo es algo aproximado de aquello que sentiste en ese contacto, cuya intensidad es particular en cada persona que escribe estas experiencias.
Surge la necesidad de volver a frecuentar esos lugares. El problema del poeta comienza aquí, ya que él quisiera vivir su vida con esta intensidad. Como todos sabernos, la vida no es así, pero es demasiado fuerte esta necesidad, razón por la cual dentro del alma del poeta se instala la melancolía, esa tristeza velada por no vivir con lo puro que está ahí, tan cerca y tan lejos a la vez.
Un ejemplo que nos brinda nuestro pasado es la obra que construyó un gran poeta llamado Heráclito. Como nunca, el hombre estuvo tan cerca de su esencia; los fragmentos que nos quedan de él todavía iluminan al hombre moderno. Tardamos más dos mil años para volver a tomar ese camino, tuvimos que renacer. Y el punto álgido de esta nueva etapa fue Hölderlin.
El poeta es una parte, un elemento de humanidad. Es más, es un testigo, un custodio de la tea encendida que el espíritu nos deja a su paso. En su paso por cada uno de nosotros, él nos abre a la vida, al mundo; más aún, nos hace mundo. El poeta es el que registra este acontecimiento.
Una expansión es lo que es el hombre. Una expansión como la del Universo, en donde algunos seres como el poeta viajan en el pelotón de avanzada; como si fuera la punta de una lanza que al roce con lo nuevo, se consume prematuramente. Así también debido a ese encuentro con lo desvelado, su alma se llena de júbilo, y de una plenitud tal que a muchos de ellos los lleva a la renunciación de las cosas materiales.
Su obra es describir esos momentos sublimes que vive; pero también es la narración de esta especie de tragedia en la cual se siente atrapado.
Ello es en sí su tragedia humana. De toda tragedia brota una niebla, que no sólo empaña el alma del hombre, y en particular la del poeta, sino que lo sumerge aún más en sus profundidades.
No se siente seguro de lo que escribe, sólo sabe que eso que está ahí escrito sobre un papel es su alimento. Su trampolín para un impulso más, para poder penetrar aún más en esa oscuridad desde donde todo brota, desde donde el mundo se hace mundo, y desde donde brota su poesía.
El escribir de esta forma se convierte en la más natural de las actividades; sólo tiene que dejar, permitir que las palabras fluyan, que lo que quiere decir se vaya depositando sobre esa armoniosa columna de palabras, cada una diferente, pero eslabonada con la que sigue, con la que la antecede. Todo un fluir natural como cuando el agua fluye por el cauce de un río, río abajo, río afuera; volviéndose nuevamente al mar, nuevamente nube, nuevamente rayo, lluvia, rocío y fuente.
El don divino del narrador, de ese poeta que puede ver, que puede escribir de lo que no nos damos cuenta los hombres comunes: el espíritu hecho belleza, que se torna melodía entre las palabras entretejidas. Lo bello y su perfume son lo que conmueve.
Una manera de ver la naturaleza del poeta es tratando de comprenderla como una descompensación. Como si el equilibrio que existe dentro del alma del poeta, es decir entre el mundo exterior y el mundo interior, se rompiera. La razón se debe a que el mundo interior es muy rico y, por así decirlo, se desborda; el poeta entonces comienza a escribir, comienza a expresar lo que le está pasando en su interior. Es al comienzo como si se encendiese una pequeña chispa que luego se convierte en una llama, que él trata por todas formas de mantener encendida, ya que ella le da plenitud.
Así es como él lentamente va armonizando lo que vive. El dialogo interior va siendo más pleno, abre su mente y deja salir de una manera natural lo que hay, lo que vive en su alma. Es como si el inconsciente fluyera.
El poeta escribe en un estado de inspiración, en un estado natural, pero algo está atento en él, algo sublime que es como una mano que va tomando lo que ella quiere tomar, en total oscuridad para sus sentidos.
Es como un acto doble, el de la espontaneidad y el de la actitud de tomar, de poseer, en esos instantes que son cortos, pero que no impiden que algo pueda poseer, pueda capturar.
El poeta tiene poco tiempo, él lo sabe; además sabe que dispone de un lenguaje muy limitado. Pero no tiene otras cosas que ese corto tiempo, que ese limitado lenguaje y eso que está dentro de su alma. Con todo ello construye su poema, edifica su obra.
Muchos grandes poetas, tal vez la mayoría, nunca serán conocidos, nadie leerá sus obras; pero estos hombres han vivido y viven en estado de gracia.
En ese mundo espiritual desde donde brotan sus poemas, desde donde el mundo se eleva de sí, en donde se cultiva el alimento más delicado y necesario, que por ser invisible, no deja de ser el más real de todos.
He tenido la suerte de conocer a algunos de ellos, de escucharlos. Son como columnas que sostienen el mundo a través de esa delicada luz que emiten sus palabras, sus ideas, sus presencias. Son espíritus acabados, llenos de luz, de sabiduría, son teas que iluminan el mundo.
Como puedes ver a través de este pequeño análisis, mi pensamiento radica en que la poesía es una actividad más del ser humano, con una particularidad: que trabaja con cosas puras del alma.
Para terminar creo que hay, como decía Kierkegaard, tres niveles en el hombre; lo estético, lo ético y lo místico. Extendería este tema y diría que hay tres niveles en la poesía de nuestros días. La estética, que ha florecido mucho en la modernidad, aunque la veo un poco ligada al consumismo que ella misma ataca. La poesía ética, que pasa inadvertida. Y la poesía mística, que bien floreció en el pasado, desde el tiempo de los presocráticos, y resurgió en la época romántica, nos ha dado, ha sentado las bases de lo que es la modernidad. Para corroborar esto último basta leer las obras que tienen valor en nuestro tiempo; en todas ellas están presentes los pensamientos, las ideas, la sabiduría, el conocimiento que nos han dejado estos grandes poetas.
Karigüe

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Gracias. Karigüe

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