Pude por momentos parar el ritmo enloquecido de mi vida y reflexionar. Aprendí a reflexionar, creo que este fue el aporte más grande que recibí de este tratamiento. Además, alcance a sentir una cierta seguridad en mi mismo. Y, tal vez, lo más saludable, dejé de tomar tranquilizantes, los que había tomado por mucho tiempo.
Es muy difícil tener armonía cuando uno ha perdido su paz, sumergido en el excesivo trabajo. Con algunas ambiciones logradas y con miedo a perder lo alcanzado, ya no podía sentir mi fe, que como tú sabes era muy fuerte en mi niñez.
Desde hace un tiempo, y creo que es debido a las conversaciones que tenemos, mi mente está logrando un cierto equilibrio. Un equilibrio que nace o brota del hecho no sólo de conocer mi realidad, sino de entender lo que es esto a lo que llamamos vida.
Mi pregunta ahora, Julián, es referente a las culturas o religiones de Oriente, y más particularmente la de la India. En algún tiempo pasado intenté practicar meditación, me interesaron los poemas de Tagore. Me hizo mucho bien, pero no pude seguirlos, sentí que era una cultura muy diferente a la mía.
JULIÁN.- Se requiere de tiempo y esfuerzo para estudiar las diferentes culturas y más aún, las diferentes religiones. Como esta es una conversación de amigos, me voy a atrever a reflexionar sobre este tema, ya que por lo general las religiones y la política son lo que separan a las personas.
Estamos inmersos en lo que llamamos mundo occidental, que es nuestra cultura, nuestra forma de vivir. La cultura nace desde que el hombre comienza a pensar, desde que se pregunta y se puede dar una respuesta, es decir, desde cuando comienza a hacer (a ser). Como definió Epicuro: ‘’Un movimiento mecánico de átomos que piensa’’
En el hombre habita un impulso que lo lleva a avanzar, a crecer en todos los sentidos o direcciones; pero además siente que hay algo dentro de él qué es distinto de ese ánimo, de ese impulso. La cultura se inicia cuando el espíritu del hombre inquiere a lo oscuro y quieto que lo habita; surge luego el pensar, es decir, el dialogo del alma con ella misma, el dialogo del incipiente yo con el siempre maduro tú.
Se produce entonces en el ser del hombre la apertura, los caminos. Uno de ellos rápidamente sublima a este yo inquieto del hombre y trata de anularlo, es decir, interrumpir su expansión divina. Esta es separación antes de tiempo, antes de poder ver, entender quién es esta criatura extraña a la que llamamos hombre. Una de las medidas tomadas es tratar de anular los sentidos, medio por el cual se desarrollan los deseos profundos de esta bestia todavía salvaje.
El occidental suelta su ánimo, su espíritu. Este se expande, crece mas allá de su instinto El espíritu libre, en movimiento puro, elige el camino más largo, el camino de la vida, el camino que la vida le presenta sobre la tierra. Este hombre acepta su condición humana y a través de sus sentidos tiene verdadera dimensión de lo que es él, de lo que habita en él.
Cuenta con un alma casi oscura y a la que intrépidamente se larga a comprender. Lo hace a través de la única forma posible para nosotros, los mortales, que es el hacerla vivir, hacerla actuar y así saber qué es y quién es el que la piensa.
Es necesario, para poder seguir este pensamiento, aclarar que esta voluntad divina que es el hombre tiene oídos porque quiere escuchar; tiene sentidos porque quiere sentir, quiere husmear, quiere saber. ¿En qué mundo vive? ¿Quién es él?
Siente que anular sus sentidos, sus deseos, es detener la marcha de este aguerrido gladiador.
En estos tiempos este gladiador está muy confundido, es como si no pudiera ir más adelante, el exceso de ropaje no lo deja caminar, se está entreteniendo tanto que ha perdido su razón principal, que es volver a ser el que fue, lo perfecto.
Está como borracho de tantas bebidas que le ofreció el mundo de nuestros días, que él descubrió o creó, aquí no hay diferencia. Este es el momento en que el hombre occidental tiene que mirar Oriente y volver a beber del éter puro (que por adelantado esta bebiendo el Oriente).
Sé que lo hará, a veces veo lo mano divina en la vida del hombre, pero en forma tan nítida que me lleno de fe. Es como si fuera siempre necesario que una cultura avance por los caminos escarpados y otra cuide lo conquistado, lo logrado.
Volviendo sobre tu pregunta, los dos son caminos un poco diferentes, pero complementarios. Analizando nuestra realidad, que es la que nos toca de cerca, te diré que ahora más que nunca necesitamos ver muestro mundo interior, al que hemos olvidado, y de eso tiene mucho la cultura oriental.
El hombre necesita sentir la armonía, la paz dentro de él. Pero al no encontrarla, recurre a medios artificiales como son los calmantes, el alcohol, las drogas o el peor de todos, la huida de sí para terminar la vida como en un criadero artificial de pollos, como tú me contaste anteriormente.
Los peligros están, yo soy un hombre de fe y creo que saldremos adelante. El hecho de poder conversar entre amigos, ya es comenzar a caminar. El aporte tuyo es muy interesante, ya que vives en tu vida diaria con lo más adelantado de lo que puede ser el desarrollo material del hombre.
Te cuestionas, y también con toda tu sinceridad me contaste que tu recuperación comienza cuando a través de la ayuda humana que recibiste, comenzaste a rezar, a reflexionar, a pensar. Son actos divinos que puede hacer el hombre. Hay algo por lo que estamos así y aquí, hay algo que nos da la voluntad, que nosotros mantenemos y cultivamos. Algo que late dentro y fuera de nosotros. No hace falta ponerle nombres. Ello es, como nosotros somos.
RUBÉN.- Es muy clara tu explicación respecto de las distintas culturas o formas de pensar de los pueblos de Occidente y Oriente. Ahora quiero tocar un tema casi diferente, pero relacionado con la educación; después veremos la relación. Como tú sabes tengo cinco hijos, tres varones y dos niñas, tres relativamente ya mayores y dos de ellos de aproximadamente diez años.
Indudablemente, siempre el mayor es el que recibe los manotazos del mono (debido tal vez a mi inmadurez y la inseguridad que uno vive cuando se está buscando un lugar en la sociedad, tanto laboralmente como socialmente). Yo proyecté en mi hijo todos los miedos o fantasmas que tenía, todo ello produjo como una castración de su personalidad. Creo que sí en ese momento alguna persona me hubiera hablado sobre este tema, habría podido aliviar esta dificultad. Lo hermanos que le siguieron fueron mejor criados y, por ultimo, las mas pequeñas disfrutaron de mi relativa madurez, que he logrado después de muchos años de tratar de comprender por lo menos de una manera aproximada la realidad que me tocó vivir.
PRÓXIMO CAPÍTULO: Lunes 23 de Junio
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Gracias. Karigüe
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