Sentimos, registramos, lo que nos pasa; guardamos lo que vivimos, lo que hacemos, lo que nos pasa en cada momento; algunas cosas más que otras; solemos llamar a eso sensibilidad, propensión, como si no fuéramos iguales todos los humanos. Así como hay millones de especies de plantas, de animales, así también hay millones de seres humanos diferentes, cada uno diferente a otro; cada uno con una historia diferente.
¿Qué entonces tenemos en común? Muchas cosas, muchos intereses, muchos deseos; podríamos pasarnos mucho tiempo describiendo lo común, lo general; pero mucho tiempo también describiendo lo particular.
Pero en sí hay una cosa muy común entre los humanos, entre los hombres, es el espíritu. Ese ánimo que nos moviliza ha hacer cosas, ha obrar, a crear y porque no también a pensar y a sentir. Es como un pedazo, un trozo de energía, un pedazo de sol dentro de cada uno de nosotros, que vamos consumiendo lentamente a través de nuestra existencia.
Existimos porque fuimos creados, fue la unión de un óvulo y un espermatozoide, ese contacto energético, milagroso que al unirse, al juntarse, forman a un nuevo ser, que toma del exterior su alimento, y se va expandiendo, como un pequeño big bang, para luego desvanecerse como una nube; sino a creado, sino ha sido capaz de formar otros seres que lo continúen.
Tenemos ya conciencia, conocimiento de lo que es una bomba nuclear, algo tan pequeño y tan destructivo. Nuestras ciencias nos alcanzan cosas, nos explican lo que pasa con un gen, con una célula; ya podemos hacer, realizar el genoma de una planta, de un animal, y vamos explicando lo que es vida, cómo se crea, cómo se forma; pero no sabemos todavía de donde vino ese soplo, ese aliento por el cual se diferencia de lo que es vida de lo que no lo es.
Pero más aún, lo incomunicable, lo intransferible, que es nuestro espíritu, nuestro yo, nuestra alma, nuestro corazón; algo que somos, algo que está ahí, adentro de cada uno de los hombres, sea cualquiera su grado cultural, su grado de desarrollo mental, espiritual.
Estamos aquí, en esta tierra, en este mundo, ahora. Estoy escribiendo, mirando cada tecla de la maquina con que escribo, estoy desarrollando un tema, y es como si lo escribiera automáticamente, como si alguien desde adentro, me los dictara.
Estoy escribiendo sobre lo que somos, sobre ésta existencia, sobre ésta presencia, sobre éste presente y me doy cuenta que hay dos, el medio que me contiene, el mundo, lo estoy viendo actuar al hombre, sentir, odiar, amar, soñar, luchar por algo que es su existencia; quiero saber qué es esto que estamos pasando, sintiendo, registrando a través de nuestros sentidos del cuerpo, del alma, del espíritu.
Todo un arsenal de tentáculos, de poros por donde intercambio ideas, pensamientos, suposiciones, percepciones, para poder poner sobre la pantalla, sobre un papel, nada más lo que somos, lo que es la vida.
Dije que hay un mundo exterior, un medio, una representación mental que hago; pero hay alguien también que mira, que ve, que va registrando con palabras, ideas, pensamientos, lo que está pasando.
Una especie de yo, de un yo activo que observa, que mira, que contempla, y porque no que goza haciendo, lo que estoy haciendo.
Se está formando un ser, el ser del hombre, aquello que va formándose, se va trasmitiendo por medio de palabras; como si estuviera erigiendo un pueblo, una ciudad, un país, y éste a la vez se fuera comunicando, se fuera vinculando, uniendo, para formar algo más grande, más potente, como un panal de abejas, como un hormiguero: el mundo.
Si miramos un poco nuestra evolución, desde una célula simple hasta el cerebro del hombre, veremos que al crease el hombre fue producto de una conjunción de elementos, de partes, para ser un todo, bueno ese todo es el hombre.
Hoy está pasando algo similar y se está formando otro todo: la humanidad, el mundo
Y ese mundo y esa humanidad tendrá un yo, tendrá un tu, una conciencia, que todavía no podemos ni imaginarla, que se erigirá sobre la tierra y levantará vuelo como una mariposa en el universo.
Es como si la misma tierra se fuera transformando de capullo en mariposa. Es la misma tierra que tiene almacenado dentro de sí el fuego de su existencia, alimentado por astros amigos, astros hermanos, como el Sol, la Luna y las estrellas.
Nosotros solo un eslabón, unos transmisores de vida, de una vida que va tomando diferentes formas a lo largo del tiempo.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
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