Cómo civilización tal vez 10.000 años ¿Qué si nacimos, brotamos, por la guerra, por el deseo, por el placer, por el miedo? Realmente estamos en camino a saberlo.
Pero estamos aquí ahora en la era de Platino, salimos al espacio, enviamos ojos que nos están informando desde lo inimaginable; y cada vez que avanzamos, que conocemos algo mas, pareciera que la realidad de la verdad se aleja; pero no podemos por ello dejar de avanzar, dejar de investigar.
Uno si lee el Libro de Edgar Allan Poe “Eureka” nos encontramos que Poe ya imaginaba, digamos así, lo que después se llamó el Bing Bang cien años después. Tenemos visionarios como Heraclito, como Nostradamos, como Verne, como Leonardo da Vincy.
Pareciera que primero el hombre imagina, supone, luego juega con la imaginación, es decir lo que hemos llamado fantasía. Ésta es una actitud, aunque en realidad deberíamos llamarlo sentido; y, más que del alma del espíritu.
La oscuridad y el silencio no rodean; aunque a veces hay ruido y luces, pero si a ellos no los podemos distinguir, no los podemos interpretar, son como si fuera silencio y oscuridad.
Es decir tenemos una mente, una conciencia capaz de interpretar, pero interpretar con lo ya sabido, con lo ya entendido, ya conocido, ya digerido.
Podemos decir que el yo imagina ó es la conciencia; aunque no nos debería importar quién es el que imagina, deberíamos decir se imagina y punto. Pero al tratar de por lo menos presentir, iremos descubriendo, des ocultando aquello que somos.
Ya sabemos cómo actúan gran parte de nuestros órganos, de nuestros sentidos, inclusive algunas cosas del cerebro también; pero tenemos que saber del alma, del mecanismo del alma o la mente; allí es como si existiera un organismo, casi como el cuerpo mudo. Esta bien que se ha inventado a la Psicología, inclusive a la Filosofía también; ellas son herramientas que nos ayudan a saber algo más de ese organismo.
Ante todo nos deberíamos preguntar ¿Quién es aquel que investiga? inmediatamente diríamos el yo, si pero el yo como intención, como si él mismo fuera una fuerza que se dirige a algo, ya sea para saber o a actuar; pero no actúa de una manera instintiva sino deductiva, analizada, consensuada. ¿Con quién? Nos sale inmediatamente con la conciencia, aunque deberíamos decir con el tu.
Veamos ahora ¿quién es el tu? Si lo llamamos la conciencia no estaríamos errados, pero nos faltaría mas, podría ser la memoria, pero una memoria no solo de experiencias vividas sino una memoria almacenada, destilada, ya sea por la comparación o por un buen análisis inconsciente.
Es algo incoherente hablar de análisis del inconsciente; pero ¿por qué? No será que tenemos un yo más profundo, un yo que actúa en la oscuridad, que es oscuridad, pero no por ello deja de ser un yo.
Preguntémonos ¿quién es el que ve nuestros sueños, cuando los soñamos? No es el yo consciente, podríamos decir es el yo dormido. ¿No tendremos como los rumiantes varios estómagos, varios sectores de la mente, por donde pasa lo vivido, lo experimentado hasta ser lo adecuado para el cuerpo?
Los procesos de censura que solemos realizar son para que no afecte a los niños, para el cuidado y la preservación de ellos.
No será que nuestros organismos (en sí el cuerpo mudo tiene diferentes órganos) los que van digiriendo, lo que la vida como mundo nos va dando, por ejemplo los sueños, esos escombros del universo con los que nos construimos. ¿No fue así la formación de la tierra, por la aglutinación de partes, de escombros del big bang?
La pregunta ahora es ¿qué es lo que hace que se formen este tipo de cuerpos, como el de la tierra ó como el del hombre? Debe haber un centro catalítico, que podría ser la de un universo anterior, un universo en donde la memoria es más antigua, más potente; tal vez ese, ese otro universo es el que se erige, el que se forma, el que se va formando por el big bang; siendo en sí ello solo su alimento; como el hombre toma de la tierra el suyo propio.
Es decir podemos entrar en un mundo de ideas nuevas, con las viejas, como si fuéramos desencadenando, desvelando, algo que ya es, que está aquí, pero no lo podemos ver
Volviendo sobre el inconsciente reflexivo, como algo desde donde somos, desde donde se erige nuestra existencia; casi podríamos decir un pedestal, una base, un cuerpo mudo que no deja de actuar; y, que hoy tenemos conciencia, tenemos un yo, con los que seguiremos hurgando, escarbando, esa montaña de deslave que el tiempo a tapado, que el tiempo a cubierto, solo tal vez para protegernos, para preservarnos; como hace un jardinero cuando cultiva una rosa.
La rosa es porque si, pero se necesita del agricultor, del jardinero, que la cuide, que la preserve, para su placer, para su goce. Es decir así como necesitamos de alimento y lo tomamos de la tierra, también necesitamos goce, belleza, las cosas bien hechas, pero para ello tenemos que obrar.
Nunca ha sido diferente, cualquier sentido u órgano que hemos podido desarrollar, lo hemos logrado con esfuerzo; pero la pregunta ahora es ¿esfuerzo de quien? De esa parte, de eso que quedó no solo del universo anterior, sino de los universos, de los universos que lo antecedieron.
Es decir un tu rico, profundo; cuyas raíces se sumergen en los orígenes del tiempo, si los hubo; y un yo que va erigiéndose constantemente y desde siempre también. He ahí la maravilla del mundo, he ahí la maravilla del presente.
Para completar, para poder entender un poco mejor, podemos decir que el yo consciente activo, obrador, del hombre, es solo la punta de un iceberg. El yo como un río que fluye, que brota como manantial de este nuestro cuerpo mundo.
Ríos hay en la tierra, en el mar los llamamos corrientes, nuestra sangre puede ser vista como río; entonces por qué dejar de ver como río al yo, a esa gran cantidad de cosas por las que actuamos, por la que inclusive decimos: “pienso luego existo”
Aquí el pensar no es solo el diálogo del alma entre sí, que no seria mas que el diálogo del yo y del tu; sino que además el pensar es como el cultivo; un cultivo antiguo, en donde el agua es el yo y la tierra es el tu.
Ve entonces como surgen bosques, valles, flores y frutos agradables, gustosos, bellos, que agradan, que van agradando ¿a quién?
A eso más profundo, más grandioso que somos: un SER.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
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