Es un camino casi a ciegas; intentamos, como si la vida fuera algo que está afuera y adentro de nosotros; como si ella fuese ese conjunto de deseos, de miedos, de necesidades, que nos hacen salir, que nos hacen existir; y, allí afuera el mundo, ese recinto en donde se realiza el más milagroso de los milagros: el convivir, el estar con los demás.
Podemos estar parcialmente a solas; la soledad no es sino un modo de estar, de vivir, de convivir, con los demás; por más aislados que estemos, estaremos con la naturaleza, con el universo, con el cosmos; pero están los otros, aunque están en forma de extraños, de evitables, pero siempre como un referencial.
Sino estamos con los otros, con el mundo, nos convertimos lentamente en naturaleza, en animales o en plantas.
Pero son los otros, aquellos que están presentes, aquellos con los que conversamos, con los que amamos, inclusive a nosotros mismos, pero siempre en base a la existencia del otro; aquel que siempre tememos, que estamos enfrentados: nuestro espejo.
Desde niños aún cuando jugamos con la naturaleza de una forma que consideramos como lo otro, a ella misma; pero están los padres, los hermanos, los otros, aquello a los que contamos, aquellos a los que volvemos después de estar solos con el cosmos, con la naturaleza.
Aún en el estado de rebeldía, de aislamientos, están presentes los otros, el otro, el que está enfrente mirándonos, observándonos o inclusive ignorándonos.
Es el otro el que nos hace salir de la madriguera, de la cueva; nos medimos, nos comparamos, nos escuchamos, nos pensamos, nos imaginamos; es una relación el estado de existir; no sólo es respirar, comer, tomar agua, sino es el hecho de comparar, de relacionarnos entre sí.
Si bien la palabra, por la palabra nombramos; pero nombramos para decirle al otro, para contarle, para que nos pongamos de acuerdo en algo.
Inclusive cuando tejemos, cuando tejemos palabras que no son otra que frases, que oraciones, es para decirle al otro, para hacernos entender y entender al otro, a los que están enfrente, hacerlos conocidos; compartir con ellos nuestra existencia, nuestros conocimientos y por qué no nuestros propios miedos también.
Tal vez el hombre es creado, formado, por esa sombra llamada miedo, es como hacer crecer, hacer brotar y cuidar después una serie de consideraciones, para poder paliar ese miedo, que en realidad, no solo es miedo al otro, es miedo a la muerte; que si bien puede deberse al otro, pero también sabemos que llega inexorablemente; pero a la cual tratamos de demorar, de demorar para solo morir por la muerte misma, no por el otro.
Pero tenemos ese periodo natural de vida, de existencia, que tratamos de vivirlo lo mejor posible, dentro de nuestras posibilidades.
Parecería que se instala en nosotros ese miedo al otro, porque en nuestros orígenes, fue lo primero, ser devorado por el otro, inclusive, por los de la misma especie, o más aún por los más cercanos.
¿Qué podemos hacer cuando somos niños? Casi nada; solo después de un cierto tiempo, que en el caso de los hombres es el más extenso de los animales, los que necesitan ser más cuidados, más custodiados, más protegidos.
¿Será que a medida de que se avanza a estados superiores de existencia, se necesita más tiempo de incubación, de aprendizaje, de cuidados?
Tal vez lo más desarrollados necesitan de más tiempo de aprendizaje, de conocimiento, más aún no solo del cuerpo físico, sino del cuerpo invisible, como es el alma, el espíritu.
Nos encontramos entonces con un fondo de miedo, de temor; como un telón de fondo en donde se realiza la existencia, y en escena, como representación, lo logrado por ese miedo, por ese temor al otro; pero solo como excusa, como quién quiere disimular su ignorancia, su miedo real, por algo que ponemos en el otro, que con el tiempo se ha convertido en mundo, lugar en donde compartimos con los otros lo realizado, lo logrado, pero no hay que olvidar: por el miedo.
Tal vez ahora, como es el caminar, nos olvidamos de ello; para seguir erigido sobre pedestales olvidados, al mundo, a la realidad nueva que es el mundo de hoy, el mundo en donde estamos compartiéndolo con lo creado, con lo convertido en utilidad, como es la maquina, como son nuestras ciencias.
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Gracias. Karigüe
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