En algún momento el animal comenzó a caminar, a tener patas, pulmones, ojos, olfato, oídos, etc.; en algún otro momento, comenzó a sentir, a pensar.
El animal comenzó también a sentir la necesidad del otro, las de compartir, intereses, deseos, necesidades.
Necesidades básicas como comer, beber; de alguna manera hasta ciegos podían conseguir cosas para beber, para comer; y, otro deseo profundo, tan fuerte como los primeros, pero no tan necesario, fue el deseo, la necesidad del sexo; debe haber sido en una época ya más avanzada.
La prole, los antepasados, también como necesidad, pero ya de grupo; aún antes del grito debe de haber estado ya la afectividad. El cerebro fue evolucionado, fue almacenado información, experiencia, de las cosas, de los fenómenos, pero también de la afectividad.
La caricia, el gesto, el roce, el juego, etc.; tantas maneras de expresar, de dar, de recibir, el contacto con el otro.
La aparición del lenguaje es como la confirmación de todo ello, de todas esas cosas que se querían trasmitir, dar, dar a saber, a conocer, al otro.
Mucho más adelante es el abrir, el sacar, el crear, lo que estaba ya dentro del alma del animal, y expresarlo, darlo a saber, pero ya en una órbita más amplia, más etérea como es la de uno mismo, como es el caso de un poema.
El lenguaje lo que hace es potenciar la afectividad. Así como el hombre en sus primeros tiempos temía al fuego; el fuego de la leña y después logró el uso de otros combustibles como es el petróleo, hasta llegar a la energía atómica. Bueno así se fue potenciando el alma del hombre con el lenguaje, fue ampliándolo, fue modernizándolo; usando esa herramienta para crear al hombre, a ese formador de mundo, por no decir de mundos.
El aporte extraordinario del lenguaje, como formador de mundo, fue además del de comunicar y almacenar las cosas, los pensamientos, las ideas, creadas, fue y es aún el formador del ser; mejor si decimos el aporte de dar fundamento, base, al ser.
La palabra como átomo, como elemento primero, luego, el pensamiento, la idea, como astros, como sistemas, como galaxias, han formado un universo dentro del universo físico, un universo superpuesto.
En este nuevo universo habita, vive el hombre de nuestro tiempo. Es un universo virtual, etéreo; pero a la vez tan real, desde el momento que no entendemos nuestra existencia sin él.
El yo del animal que fue formándose para ser el yo del hombre, el yo entero, existía desde tiempo inmemorables. Soy el que quiero comer, beber. Una necesidad, la suma de necesidades, lo indujo a sentir, por así decir, que hay algo dentro de él que es, que ya es, alguien que trata de imponerse al otro, al medio habiente, para satisfacer la necesidades.
Podríamos imaginar que esos momentos fueron de creación, de formación de un espíritu, de un ánimo; de esa destilación de necesidades y después de deseos, que poco a poco fueron formando, creando, lo que es hoy el yo entero del hombre, su ser.
Es como si el animal hubiera estado dentro del bosque; y, con el lenguaje, con esa nueva herramienta creada por el, sale afuera, hace un claro en el bosque, lo tala y crea la choza, la tribu, el pueblo, la ciudad, el mundo.
No está demás, recordar que cuando el animal rompe las amarras, es decir se desprende de la tierra, rompe el cordón umbilical que lo tenia atado como vegetal, él creo un sistema circulatorio, la savia se convierte en sangre y se forma, se crea, un corazón, como después creó sus pulmones.
Aquí con la palabra, con los idiomas, con le lenguaje, pasa algo parecido, el animal crea su laringe, sus cuerdas vocales, su lengua, para emitir sonidos y su oído para oír.
El sistema circulatorio es cerrado, sólo tiene contacto con lo exterior a través de los otros sistemas, de otros órganos. Eso es lo particular de nuestro querido corazón, se vuelva algo personal, algo intimo, como después es el mundo interior, el alma. Ello es como un movimiento espiralado que se introduce dentro de ese mundo aparentemente vacío del animal, del hombre; digo aparentemente, porque dentro del animal, del alma del animal, hay algo no hay duda; tal vez es sólo lo vivido, pero con seguridad está nuestra bendita energía oscura.
Lo que hace el lenguaje no es solo trasmitir, dar y recibir cosas, inclusive ideas, pensamientos, necesidades, sino que es como una balsa que nos ayuda ha adentrarnos dentro de esa serena oscuridad, que somos.
Es como si nuestro espíritu, iceberg de nuestro ser, se abriera camino, con ese movimiento espiralado hacía adentro, como si fuera un tirabuzón, una energía, un río de energía que se adentra, en una balsa. Esa balsa es el lenguaje.
Los sentidos físicos son como tentáculos de nuestro cuerpo, no han bastado ellos, no han sido suficientes; hemos creado nuestras ciencias, nuestras técnicas, para alcanzar más cosas, para ver más cosas, para sentir más cosas; ahora no solo caminamos sino que corremos, vamos en bicicleta, en auto, en avión, en cohetes, nos guste o no nos estamos expandiéndonos de una manera inverosímil.
El lenguaje es uno de nuestros más desarrollados tentáculos, que nos expande hacia fuera formando mundo, el mundo exterior, y hacía adentro formando en mundo interior; es un tentáculo, por no decir el tentáculo, por que el mismo es creador de otro tan sofisticado como él: el pensamiento.
Es decir que aquí lo vemos al lenguaje como el formador del mundo interior, si bien ya existía, como vimos más arriba, cosas; pero eran cosas como dentro del bosque, solo con el lenguaje se abre un claro en el bosque y se funda una choza, una tribu, un pueblo, una ciudad pero ahora virtual, no posible de ser vista por los sentidos antiguos y originales del cuerpo.
Si bien es claro la fundamentación del mundo, de ésta forma podemos ver también, a través del lenguaje la fundamentación del ser del hombre, del mismo Ser.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
No hay comentarios:
Publicar un comentario