El tiempo es un río, que nos lleva inexorablemente al mar; allí nos batimos por un tiempo, luego un dios benéfico, como es el sol, nos eleva, somos nube, lluvia, río otra vez y así seguimos por ciclos, llamado tiempo también.
El universo debe ser así, los hombres no tendríamos que ser diferentes, porque somos parte, componente, de este nuestro bendito y querido universo.
El agua ha llegado a la tierra y se está yendo. El hombre nace, se reproduce y muere y durante esa su existencia, su madre lo provee con alientos de su vientre, que brotan debido al agua que la fecunda constantemente. De todas maneras no esta demás decir, que la tierra, la naturaleza, la vida, tienen que morir, que además tienen también ciclos.
Todo un conjunto de seres que viven unos de otros, se fecundan y mueren, es decir cambian de estado.
No podemos negar que el agua es como la sangre del universo, va llevando de un lugar a otro, cosas, cosas que por nuestra ignorancia no alcanzamos a ver.
Y no está demás aclarar, que toda cosa que se crea en el universo es para siempre, a algún lugar va ha descansar, va a depositarse; de acuerdo a este principio, en nuestro cuerpo mudo está la historia de la vida y con seguridad la del universo también.
He ahí que aparece el lenguaje como una consecuencia, como una necesidad de unirse, de intercambiar cosas, que tiene un ser especial llamado hombre. Es bueno aclarar que no es el único ser que se comunica por medio de un lenguaje, los animales también, ya lo estamos sabiendo por los delfines
Lo que se dice cuando dos personas se atraen, es que hay química entre ellas. Nuestras ciencias además, verifican que las plantas tiene atracciones químicas, olores, sabores, ellas reconocen en donde pueden estar, buscan lo familiar, lo que les permita vivir más.
Las plantas no se quedan ahí siguen avanzando, lo mismo los animales, el canto de los pájaros es un idioma, incomprensible para nosotros.
De alguna manera, nos multiplicamos, pero a la vez debe haber una fuerza que compensa esta expansión, ella es la de estar unidos; ya sea por la pareja, los hijos, los familiares, las razas, las culturas. Pero, cómo hacer tal aglutinamiento, no hay duda que había que crear una forma, y esa forman fue el lenguaje. Aunque no hay que descartar que puede haber sido el lenguaje, lo que nos expandió y que nosotros creamos los vínculos para no desparramarnos. Cualquiera que pueda haber sido la razón, el camino, lo importante es que contamos hoy con una forma de comunicarnos llamada lenguaje.
Es algo que tiene vida, lo vemos como la sangre, que va llevando cosas de un sistema a otro, de un organismo u órgano a otro, y además fundamenta al ser.
Veamos que es esto de fundamentar el ser, al ser del hombre. Ello significa que le da base, es cimiento, es fundación. El cimiento de una casa es lo que le da estabilidad, es como un vinculo entre la tierra en desde donde se erige la casa y la casa en sí. La casa como morada en donde habitamos.
Recuerdo de niño, que en una oportunidad nos mudamos a una casa nueva, antes de habitarla vino un señor que tenia todos los rasgos indígenas, primero rompió una baldosa, luego abrió un agujero en la tierra, en donde enterró un zullo, que es un feto de vaca, fumo y enterró cigarrillos, tomó y compartió con la tierra cañazo, alcohol; se puso ha hablar con la tierra en quechua. Yo pregunté, qué pasaba, me respondieron que estábamos pagando a la tierra, para que ella nos permita habitar ese lugar, este lugar, ya que él es de la tierra.
Consideraban a la tierra como un ser vivo. Desde ahí comencé ha pensar que el idioma, la palabra era algo que al nombrar una cosa, al ponerle un nombre, la separaba de las demás; al nombrarla la identificaba, le daba identidad.
Al decir tierra, hombre, vida, cielo mar, volcán, hermanos; hemos ó estamos separando, y solo en la separación se ve, se conoce, se reconoce, la distancia es el alma de la belleza, tenemos que tener una distancia, un foco, en donde ya sabemos que nuestra vista ve mejor al objeto.
El lenguaje, eso es lo que hace, separa, para que el espíritu pueda ver, y nos guste o no el espíritu va en pos de la belleza, del gusto, del sabor; en otras palabras de una devoración sutil y digestión además, una digestión virtual; y, así cómo cada vez comemos mejor, aprendemos y conocemos cada vez mejor, también.
El leguaje como generador, productor, de esta separación a través de la palabra, a través del nombre. Pero no queda ahí, vincula al hombre con los objetos, con las cosas, y por qué no con los otros hombres también. A través del adjetivo calificativo, les da un valor, los valoriza, los jerarquiza de acuerdo a un patrón, que la misma palabra ha ido haciendo, construyendo en el alma del hombre. Bueno, es la fundamentación, es una escala de valores, piedra sobre piedra, desde donde se va construyendo la morada, la casa, el mundo.
Pero es el verbo el que la da al lenguaje movimiento, no sólo es una expansión pura como fue la de los primeros animales que no tenían columna vertebral; lo que logra el animal en la Época Cámbrica, lo logra el lenguaje con el verbo, consigue flexibilidad, se puede mover no solo en el espacio sino en el tiempo también, sobre estos dos ejes (X e Y) se nueve el lenguaje.
Pero no debe ser difícil deducir, cuál es el tercer eje en donde se nueve el lenguaje; y ese es, el de la penetración en el ser del hombre, que tiene dos sentidos: uno a través de su historia y otro a través de sus fantasías, sus sueños, su imaginación, su espíritu aventurero.
Pero la bipolaridad, de los opuestos, que ya Heráclito nos lo muestra, nos lo da entender, es el que todavía tiene validez; lo único que en este nuestro caso, es decir del lenguaje, su expansión es como el de la esfera, así con tantas direcciones en los que puede desplazarse a través de sus rayos, que por cierto tienden al infinito; pero, pero con doble sentido, uno hacía lo profundo, hacia la historia de la persona, de la vida, del mundo, del universo y la otra hacía lo abierto, que nos espera con los brazos abiertos.
Y en el medio nosotros y el lenguaje, como nuestra más bella herramienta, morada, sueño.
Podemos decir ahora dos cosas: El verbo se hizo carne, y la carne creó al verbo y ahora habita en él.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
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