lunes, 21 de junio de 2010

Libro “La Vida – Capítulo 3

NEGOCIAR

En Córdoba, Argentina; más aun en las sierras de Córdoba hay una enredadera de flor amarilla, que se instala sobre los arbustos salvajes, naturales, vive de ellos, los consume, los seca y por un tiempo así secos, vive de ellos.
Si vemos a todo lo vivo, incluido por supuesto al hombre, vemos que todos nos alimentamos de lo que nos rodea. Debe haber indudablemente un eslabón entre la vida en sí; la vida orgánica y la vida inorgánica. Eso podemos dejarlo para las ciencias; con mayor razón las conexiones infinitas que existen en el universo.
Uno de los hechos más importantes del desarrollo de los animales, fue cuando teniendo vista miraron su rostro en un charco de agua. Eso es verse a sí mismo; no es muy diferente a cuando Sócrates nos decía: “Conócete a ti mismo” Vete a ti mismo como eres.
Otra fue el camino desde Tales, quien comenzó a pensar o a decir que debería haber una sustancia, desde la cual las demás son: el agua. Luego Heráclito el fuego. Empedocles el aire. Anaxinandro o Esiodo la tierra. Hasta llegar a Parménides quien dijo que debería haber un ser, algo desde donde todo es.
Es largo el camino que hemos transitado, como investigación, como conocimiento, de lo que somos, de lo que es la vida en sí.
A la vida deberíamos verla como un río profundo, caudaloso por momentos, calmo en otros, que pasa por la tierra, por la naturaleza, por nosotros, por nuestra mente, y arremete.
Podrías decir: yo no me dejo arremeter; pero lo que arremete en este caso, son sentimientos, pensamientos, instintos, sueños, ensueños, fantasías, que nos llevan a actuar, a ser más que permanecer.
Podríamos ser más inteligentes, si queremos ser algo más y no una hoja en la tormenta de la vida, deberíamos negociar, y para ello está la razón.
Tenemos cosas dentro nuestro que llevan millones y millones de años siendo y que son parte del cuerpo mudo: los genes, las células, los órganos, los sistemas, desde donde brotó el cerebro; y, éste dio lugar a que tengamos pensamientos, ideas y hasta sentimientos.
Contamos para ello con una seria de poros o sentidos, ya sea del cuerpo o del alma; por donde entra el mundo exterior y se conecta con nuestro mundo interior, he ahí ese intercambio fluido. He allí esa roca por donde la vida pasa; la carcome es cierto, pero ella ahí se muestra; y hasta quiere hablar, cuando somos la roca y ella es mar, el mar.
Es decir que somos una manifestación de ella, ella se manifiesta a través de nosotros y de otras cosas por supuesto.
Comenzó tal vez tratando de hablar con la roca, de bramar en los pajonales; luego en el aullido del animal, el grito de espanto o simplemente como código, que fue uniendo a la especie; para terminar en lo más acabado que conocemos, que es el habla del hombre, la manifestación más acabada de la vida en él, de la vida como espíritu.
La vida en el hombre, es como cuando un río se sumerge sobre la tierra y va por ella hacia el mar, pero por debajo de su superficie. Nadie lo ve, pero está. Así hoy la vida como naturaleza, como tierra, se vuelve invisible, virtual, como puede ser un poema. Se puede describir un paisaje, al mar, al cielo, a las nubes, a las montañas, al sol y sus relaciones, queda gravado en un papel, en la mente.
Y si imaginamos, podemos enviarlo, como ya se ha hecho, al universo, a lo abierto, a lo que desconocemos; y, es haber enviado algo de lo que somos, algo de lo que es la vida.
Da la impresión que es como un adelanto, un ancla enviada sobre lo alto de la torre; y he ahí, ya estamos escalándola.
A todos eso impulsos los hemos llamado animo, espíritu; pero inclusive el espíritu pertenece a la vida, es la vida, es lo que nos lleva a actuar, a crear, a concebir, a imaginar, a soñar. He ahí occidente.
Pero la cultura Oriental, como es por ejemplo el Budismo, pone énfasis en que sufrimos, sufrimos porque tenemos un yo, ambiciones, un ego que no deja de pavonearse frente a los demás, para terminar bajado de un hondazo, como un pájaro.
Ellos dan valor a la iluminación, a dejar ser, lo que somos, lo que ya somos, dejar fluir lo que desde siempre vive en nosotros: la luz.
Escuche en una oportunidad, que por la temporalidad Lau Tze es Buda, ya que cuando Lau Tze se fue al Tibet, apareció luego Buda. Supongamos que fue así, sabemos que Lau Tze fue un bibliotecario, un hombre que se dedico a leer, lo dejado por sus antepasados, lo heredado y en él maduró, se destiló y brotó como una idea nueva, una forma de ver al mundo, a la vida. Y he allí uno de las formas de vivir, una metafísica con la que podemos sobrellevar ésta carga, que si bien es pesada, no deja de ser una carga que nos alimentan a lo largo del camino de nuestra existencia.
Es decir la vida tomó un desvío. Es bueno aclarar que ella desde siempre a tomado los caminos que le dan seguridad, como los toma todo hombre. Si hay duda de ello, veámosla hace 60 millones de años, falló su apuesta principal: los dinosaurios, y ahora ha apostado a un animal, a un mono que piensa.
El negociar, en la negociación, hay que ver ha las dos partes. Ella quiere vivir, existir, seguir existiendo, como nosotros; y, por cierto como toda cosa tiene algún día que desaparecer
Vamos a recorrer un corto camino juntos, corto para nosotros. Ella seguirá pero sin nosotros, aunque acompañada por nuestros descendientes.
Hay un hueso que nos da para afilar los dientes, y esa es la satisfacción, el placer, de hacer las cosas bien; las otras cosas que nos da muchas veces es sólo como un dulce, que además de destruirnos los dientes, nos destruye, es decir nos elimina, porque considera que no nos necesita.
Pero hay como un estrecho sendero por donde podemos caminar compartiendo con ella tiempo, ella nos cuida y nosotros a ella. He aquí un punto en común.
Nos da cosas como para elegir, obstáculos inclusive, problemas y hasta sufrimiento, dolor; son cosa de alguna manera cultivadas por nosotros en ella, si a ella la consideramos naturaleza, tierra; y, ella nos da lo pedido, lo cuidado; nada nos da la vida sin esfuerzo, sin un sano esfuerzo: trabajo. He ahí otra cosa en común, porque nos gusta verla si ella trabaja, para permanecer aquí.
O sea que la negociación es algo que tenemos que hacer constantemente con ella, primero encontrando lo común, segundo hacerla salir a la intemperie para conocerla mejor; y ¿cómo hacerlo? Dejándonos ser; tal vez aquí los Budistas tienen toda la razón de tomar su camino.
Pero algo más simple he importante, darle nuestro amor, el quererla tener más tiempo con nosotros, de dejarla ser, de hacer lo que ella nos ha dado para ser.

Karigüe

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Gracias. Karigüe

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