Nombramos, es cierto, ponemos nombres a las cosas, a los seres, a los sentimientos, pensamientos, percepciones, fantasías, etc. A lo que somos y a todo con lo que estamos relacionados, les ponemos nombres.
Los nombres son palabras. Tratamos de encontrarle un significado a la palabra: palabra, dijimos que era la pala que abre, podía ser una manera de introducirnos en las cosas, abrir, ¿desenterrar el significado?
Para poder seguir, tenemos que volver atrás, a cuando el hombre gritaba, daba alaridos; pareciera por deducción, que los primeros alaridos que emitió el animal fue para espantar a lo otro, luego tal vez llamar, señalar; más tarde, tal vez, ponerles nombres, los sustantivos; luego calificarlos, por último aquello que da movimiento, que nos ubica en el tiempo, como son los verbos.
Nos debe haber llevado milenios lograr comunicarnos a través de un lenguaje, sonidos que emite la lengua; aunque en realidad ya sabemos que tenemos todo un sistema para emitir sonidos, controlarlos, recibirlos, analizarlos, pensarlos.
Veámoslo ahora al lenguaje, a los idiomas, como sangre del mundo, de la humanidad; estamos comunicados, nos trasmitimos cosas, pensamientos, ideas, a través del lenguaje. Sí es la sangre de la humanidad, la pregunta sería: ¿cuál es el cerebro que recibe y emite palabras, nombres, ideas, pensamientos, teorías?
Para dar una respuesta, debemos ver que las ideas, los pensamientos etc., fueron creados por el diálogo del alma del hombre, primero con ella misma, después con los semejantes, ello se llevó a cabo por la acción de un cerebro.
Hagamos un pequeño descripción de lo que es el cerebro. El cerebro es la máxima creación de un organismo llamado cuerpo del hombre, cuerpo mudo del hombre; en donde órganos y sistemas se han organizado de tal manera, que han creado un órgano organizador con sus correspondientes sistemas, el cual coordina el funcionamiento de todos ellos.
De alguna manera sigue creándose, sigue evolucionando; y, éste cerebro a sido capaz de emitir el grito, la palabra, la idea y las teorías así como sus ciencias, las nuestras.
Podemos responder ahora, que si bien el cerebro es el órgano que ha creado el lenguaje, y ha creado el mundo también; pero en unión de los otros: los semejantes. Es como si ahora el mundo, algo virtual, está formado por el conjunto de cuerpos mudos, mejor si decimos cerebros, de sus componentes, es decir de los hombres.
Pero como dijimos en el capitulo anterior, las ideas, pensamientos, teorías, que estaban dentro del hombre, ahora se han mutado y están a fuera envolviéndolo, como una masa, como una piel.
Un hombre piensa, crea una idea, la comunica e inmediatamente una cierta parte, como si fuera un órgano, está informado y por lo tanto actúa ó puede actuar.
Dos ejemplos que hablan de ello. Cuando se cristalizó el Genoma Humano, fue un grupo de hombres, no fue un solo el que lo creo, se explicó cómo es nuestra estructura, cómo está compuesto nuestro organismo, nuestro cuerpo mudo.
Otro ejemplo, la comunicación vía internet, puede no saberse nada de los que se están comunicando, sólo son las palabras que dicen, que escriben, que envían y reciben, no interesa el sexo, ni la raza, ni la edad, sólo la inteligencia, el conocimiento, la capacidad de crear cosas que al otro le interesa. Es como crear otro mundo, un mundo virtual, inexistente de acuerdo a la física, pero a la vez real.
¿Que está sucediendo entonces? ¿El mundo en si, la humanidad, es lo que nos envuelve y nosotros quedamos adentro; como la caparazón de los moluscos, cuando se convirtió, se mutó, en columna vertebral o espinzo, de los que descendieron de ellos?
Es como una campana de cristal, un envoltorio, como una nueva piel. Sabemos ya que el hombre en sí es como una piel que vibra; por dentro, todo un mundo interior, por fuera el otro, el mundo exterior; en el centro el hombre, vibrando, viviendo, existiendo.
El mundo en sí como una piel exterior, cómo una campana que nos envuelve, que nos involucra.
Ahora, como nunca antes, cuidamos a la tierra. Es como si hubiera miradas, como si se pusiera atención sobre las cosas y se emitieran opiniones, acuerdos y se llegara a un consenso, con un sentido común. Pero ya no el de nosotros, el que está adentro sino el de afuera, el del consenso, en ultimo caso el de la mayoría o de los que tienen poder para decidir, porque todavía en el mundo, como mundo no hay democracia con voto universal sino democracia con voto selectivo y ésta selección es por el poder, por la inteligencia o en ultimo caso por la picardía, en esto no ha variado. El mundo en si es una metáfora del mundo interior de cada uno de sus componentes.
Es decir que el mundo interior de la persona, de un hombre, comenzó siendo la metáfora del mundo exterior; ahora se ha invertido, la del mundo es la de cada uno de sus componentes.
Es interesante este vaivén, pareciera que se cumple la de lo opuestos de Heráclito; pero más se vería como una honda que avanza, que se ondula como los movimientos de una serpiente, pero que va hacía adelante, como la de una espiral, como la espiral del ADN.
Ahora es saludable hacer la siguiente metáfora, un gen es al cuerpo mudo, como un hombre es al mundo.
Lo interesante es que no se ha roto esa cadena. Esa cadena parte desde la oscuridad de los tiempos, desde el comienzo y sigue, avanza pero no se rompe; eslabones nuevos, eso sí que hay; pero parecería que se repite de una manera increíble, lo mismo pero de distinta forma solamente.
Un ADN, un gen, una célula, un órgano, un sistema, el hombre, las ideas, el mundo y lo más interesante: ¿Qué más? ¿Qué será lo que viene? Ahí si que abandonamos el barco de la razón y nos quedamos pensando, con la boca abierta.
¿Cuántos big bang? ¿Cuanto latidos? Es como si llegara una fuerza desde lejos y abriera una rosa, por un tiempo seria rosa, para luego marchitarse ¿No seremos así, los hombres?
Olas de aliento que llegan desde lejos y se quedan vibrando por un tiempo y a eso llamamos vida, nuestra vida, un aliento retenido en la materia, que luego se desvanece.
Tal vez somos eso, aliento, energía que llega desde lejos, desde los tiempos inmemorables y que sigue, continua, aún nosotros no estemos; y, otro aliento perpendicular al de la vida, que nos ilumina, que nos hace ver, entender, y por qué no crear, para luego desvanecernos también.
Así como hay dos y tres ejes, los que somos capaces de representar en el espacio, así también debe haber, debemos ser formados por varios alientos, una conjunción de alientos que se unen por un tiempo, nuestro tiempo de existencia, para luego desvanecerse.
Y ese instante, como si detuviéramos por un instante la espiral de lo vivo y nos ubicáramos allí, y desde allí viéramos, describiéramos, eso tal vez es el istmo, lo más alto a lo que podemos llegar a ser: el hombre.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
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