Karigüe.
TAREA
Si el cuerpo viene con una cierta constitución. ¿Por qué el alma, su alma, no debería venir así, también?
Miles, millones, de seres los conforman, los determinan, los constituyen.
Crisol divinamente humano, animal que encierra dentro de sí un universo. Cada gen, cada célula, van formando los órganos, los sistemas, desde el nacimiento; van formando, van formando también, los órganos, los sistemas, del alma.
Al cuerpo en si, lo hemos llamado cuerpo mudo, hasta que comenzó ha hablar, a nombrar, a describir, a ordenar, a crear eso que después llamaríamos el ser, el ser de ese animal que habla.
Dentro de ese crisol que es el cuerpo, se funde: lo recibido y aquello que vayamos recogiendo por la vera del camino que nos ha tocado vivir, y además lo que cosechemos en esa parcela que nos dan y ó que pudimos lograr, arrancar podría ser la palabra, al mundo.
Si bien el mundo está dentro del universo, nosotros vivimos primero en el mundo y si somos capaces podremos vivir en el universo también. Esto quiere decir que tenemos la posibilidad de lograr ver al mundo desde afuera, desde el lado puro del universo.
Lo que vemos es un poco menos de lo que sabemos y lo que en realidad sabemos es solo la punta del iceberg que es nuestra alma.
El crisol es algo sólido, casi sin fisuras, así se tiene que conservar a lo largo del tiempo asignado. Se puede ver como se derraman algunas almas, como se van antes de tiempo; pero es por el cuerpo, por las fisuras del crisol, por donde se va la existencia de los dos.
¿Podríamos hacer una división entre cuerpo y alma? ¿Son diferentes, de diferentes naturalezas?
Qué podemos decir, que respuesta podemos dar si estamos adentro; sí además de los dos ha brotado ese yo, esa presencia sutil y a la vez potente que es nuestra voluntad de ser. A esa voluntad la hemos llamado espíritu.
Tal vez el hombre es espíritu, brotado del cuerpo y del alma; como es la naturaleza, brotada de la tierra y del agua.
Ahora la naturaleza cubre a la tierra, pero sigue necesitando de las dos fuentes que le dio vida. Ahora de ella han brotado las plantas, los animales; y de ellos, en ellos, está brotando el alma y tal vez de esa alma, de esas almas, está brotando el espíritu.
Un encadenamiento formada de eslabones espiralados, como es la forma, como tiene la forma el ADN del cuerpo de los seres vivos. Es importante hacer notar que hasta aquí no hemos hecho diferencia de plantas y animales, solo decimos seres vivos.
La función de cada gen, de cada célula del cuerpo de los seres vivos, es hacerlos durar, permitirles ser, estar presentes, a la vez ellos también logran permanecer: La pregunta inmediata es: ¿No es así el mundo, también?
Ellos han creado al cuerpo, nosotros estamos creando al mundo. Qué tarea titánica la nuestra, que tarea titánica de aquellos que nos conforman.
Podemos ver, analizar, entender, estudiar, al mundo; y él nos sorprende día a día: guerras, masacres, amor, delicadeza, todo un conglomerado de cosas, como si fuera un crisol en plena ebullición, en donde se mezclan una variedad inmensa de elementos, de materiales, de seres, para lograr mantenerse vivo, existente. El mundo, esa criatura que hemos sido capaces de formar.
¿No sentirán, no verán, no entenderán los genes así, al cuerpo, al cuerpo mudo, más aun ahora al cuerpo mudo que habla?
Hermosa visión podríamos tener si por un momento nos imaginamos ser un gen, una célula, un órgano, un sistema.
Hay como un eslabón, podríamos decir perdido, mejor si diríamos casi invisible. Ese eslabón es aquel que permite que el cuerpo sea alma y el mundo sea eso otro que estamos construyendo. Debido a nuestra falta de visión no podemos ver todavía, es como un semi – eslabón, que trata de cerrarse arriba de nosotros, allí a donde va, a donde crece, a donde se expande el mundo.
Porque en sí el alma debería ser el eslabón que une el cuerpo mudo del hombre y el mundo, y el mundo debe tener algo como una alma, abierta al vacío, tratando de cerrase.
Nuestra situación de angustia, la angustia sin nombre, la por ahora existencial, es el no poder ver, encontrar la forma como el mundo, cómo los seres que lo conforman.
Es una tarea titánica para los genes enfrentar, luchar, contra los nuevos virus, las nuevas bacterias, los nuevos peligros que a diario están enfrentando. A nosotros también, lograr, cuidar la retaguardia y enfrentar los nuevos peligros que a diario se crean en el mundo; es fácil verlos en nuestras familias, en nuestros trabajos, en las comunidades, en las sociedades, etc.
No es tarea fácil para lo genes, para nosotros tampoco; pero ellos lo están logrando desde hace unos tres mil millones de años, nosotros tal vez quinientos mil años, es muy grande la diferencia, en cuanto experiencia.
¿Por qué podríamos pensar que los genes no intervienen también en las decisiones del mundo? Seria bastardo de nuestra parte, no darles su lugar en esta formación del mundo. Y en honor a la verdad debieran, mejor dicho, están interviniendo los elementos, desde siempre, pero mejor dejémoslo así, para no perturbar nuestras mentes; para lograr así que nuestra alma se concentre en solo algunas cosas, de esta forma lograr un buen resultado.
En este pequeño pantallazo de lo que es el alma, vemos la grandeza de ella, lo inmensa que es, lo compleja que es; pero para llegar verla hay que salir aunque sea con la imaginación afuera de ella y verla. Vernos, así nos vamos a comprender y lo que es más importante perdonar aquello errores que solemos cometer, porque en sí nuestra tarea es enorme, inmensa, de la cual también conocemos sólo la punta, la punta del iceberg que es nuestra función, nuestra tarea diaria.
PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 11 de enero
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Gracias. Karigüe
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