Las tareas, los compromisos; las cosas que tenemos, que usamos, que empleamos; algunas necesarias, otras superfluas; nos quitan vida. Ellas son también, como seres, mejor si decimos, como plantas que tienen sus raíces incrustadas en nosotros, y desde allí con esas sus raíces nos extraen, lo que ellas necesitan para existir, para estar, y nosotros somos como la tierra, que tiernamente amamanta, se deja extraer, chupar, vida, nuestra vida.
Cuando Hölderlin dice: “El hombre pierde gran parte de su vida en luchas inútiles” Es cierto, es una verdad.
No sabemos vivir, o tal vez estamos o deberíamos comenzar a vivir; pero ¿Por donde? - Se suele escuchar.
Por ti, por vos. Mírate al espejo, mira tu rostro; pero no lo hagas como hizo uno de los primeros animales, cuando vio su rostro reflejado en el agua; el no solo se descubrió sino que seguro pensó, si a eso se pueda llamar pensar, y se asustó con seguridad.
Con el agregado de que tu, tienes ya conciencia del tiempo, de tu tiempo asignado, y que de una manera u otra lo haz perdido.
Rastros, huellas, de que algo somos; de que fuimos echados, fuimos expulsados del paraíso. Si bien puede ser, desde el punto de vista Psicológico, el vientre de la madre, podría ser también del seno de la tierra, y si seguimos escarbando podríamos decir del seno del universo; y así llegaremos a un seno lejano; en donde no sé por qué razón suponemos, pensamos, imaginamos, presentimos, que era un paraíso, el paraíso.
He allí el animal aún no especializado, el que quiere hacer de todo con todo, el que se ha plantado aquí en la tierra y se autodenominado: el hijo del Dios, el que fue creado a imagen y semejanza del Dios.
Sin embargo está sólo, sólo llega y sólo se va, y sólo piensa. Decimos compartir, es lo que los Tibetianos nos dice: “Todos estamos muriendo” Nuestro lenguaje, nuestro idioma dice o nos hace decir, con – partir, no se refiere a partir, de dividir, sino de ir, irse, un estar acompañado en la partida, en el camino sin destino que es no estar más, no estar más aquí.
Salvo excepciones el hombre ama la vida, ama el estar aquí, que el ser ahí se quede, que esté, pero que esté presente. Algo en nosotros quiere estar aquí, nos agarramos a la vida, como esas algas o esas lapas que se pegan a la roca y no hay ola que las desprenda.
Pero del otro lado la rueda tiene que girar, ya que en si la vida es movimiento; ese delta, ese diferencial, es lo que hace mover la rueda, una energía desviada, un ángel echado, algo es, algo está aquí para ser movimiento, para ser vida, para ser espíritu.
Que nos vayamos o no, que algunos se vayan o muchos, no interesa, habrá otros, volverá la vida como una ola, los cometas fecundaran algún otro óvulo incandescente, habrá otro big bang, otro latido.
Y tú, si tú mi hermano, sentirás que una ola te brota de lo más profundo de tus entrañas y llega a tu rostro, sale por tu mirada al espejo y se trastoca allí.
No es que sea otro el que está al otro lado del espejo, eres tú, pero un poco más viejo que cuando te comenzaste a ver.
Eres la imagen que se ve así misma. Eres una imagen, en las cosas, por ejemplo en el espejo que haz podido crear a imagen y semejanza del que ya existía, el del charco de agua.
No existes si las cosas no existieran, eres por las cosas que te rodean. Pero dices: yo soy en sí mismo, yo pienso, yo quiero, yo siento, etc., etc.
Pero ser es estar, estar aquí, por lo menos nuestro ser. Pero y sino estuvieran las cosas en las cuales té reflejas, en las cuales te ves, ¿qué seria de ti?
Demos una vuelta y pongámonos detrás del espejo, que tú fueras sólo imagen; no verías nada, porque el baño de mercurio no deja pasar ni siquiera tu imagen.
Es decir, vamos al claro en el bosque para continuar, que las cosas están aquí, como tu; y que hay una sola energía para ambos (limitémonos a dos, a los dos) y que si eres inteligente, sagas, como hasta ahora lo haz demostrado, sentirías que las cosas son con las que tienes que repartir esa energía donada, regalada, que es el presente, tú presente.
Con esto lo que quiero hacerte ver, es la importancia de las cosas y el respeto que se les debe dar, como consideración; con equilibrio, con prudencia.
Porque sino ellas son un mar, en las cuales terminamos ahogados, como decía Holan: “Como ese nadador que se ahogo tratado de aprender a nadar para no ahogarse”
No hay que luchar con las cosas hay que utilizarlas. Hemos domesticado a la mayoría de los animales, aunque nos cuesta cada vez los más pequeños; pero no nos damos cuanta que las cosas están ocupando su lugar.
Nos hemos extendido tanto, a través de nuestros tentáculos, que hemos caído como en una red, y si piensas y te ves solo un poco, te darás cuenta, que esa red está tejida de cosas. Hemos caído en la red que supimos tejer, por no decir conseguir.
Tal vez una manera de comenzar a caminar y es la de ver, cómo hemos quedado atrapados en ese mar de cosas, la mayoría en honor a la verdad, no necesarias, son superfluas.
Nos viene a la memoria otra vez Holan, cuando se pregunta: “Seguiría siendo malo el hombre, si lo dejaran de ver”
Bueno, bueno; el problema sería sencillo si otro hombre lo ve, sino que es complicado porque lo que ve el otro no es en si a uno, sino a las miles de imágenes de uno, reflejadas en las cosas, en las cosas de su propiedad.
El hombre ahora se mide por las cosas que tiene, no por lo que es, es decir salió afuera de sí, el tan agradable ser ahí ahora es el ser allí, allí afuera en las cosas que él dice que son suyas.
Y lo peor, sino existieran ellas, las cosas, sus cosas, este hombre de la era de Platino no existiría o existiría mal, es decir desperdiciaría ésta su vida, éste su tiempo asignado. Esa energía otorgada se la ha regalado a las cosas y ahora parece un pollo pelado, sin plumas.
¿No es así hoy? Que sí al hombre le sacaran sus cosas, sus propiedades, sus títulos, quedaría como un insecto, que me perdonen los insectos; la palabra correcta sería un energúmeno.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.Gracias. Karigüe
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