martes, 11 de marzo de 2008

Libro “El mar” – Capítulo 6

SENTIDO

Cuan hermoso es recibir la brisa del mar cuando está amaneciendo, cuando todavía las gaviotas caminan por la arena, por esa arena mojada, por esa arena húmeda que descubre la ola cuando se retira, dejando a su paso burbujas, huellas, rastros dejados por almejas presurosas de no quedar a la intemperie, mientras las gaviotas picotean lo que dejan las olas.
Se pueden ver así sobre las orillas, las bandadas de cangrejos, bancos de cangrejos amenazantes con sus patas hechas pinzas, avanzando como las tropas de Atila. Pueden caminar sobre la arena, como nadar en el mar; seres que todavía conservan la habilidad de vivir en el agua como en la tierra.
El cangrejo realmente no es una criatura agradable para la vista; el sólo ver las patas, como mordazas, como las mordazas de un escorpión, de un alacrán, nos impresiona. Nos estremece además esos ojos rasgados, como los de los chinos, pero más alargados aún, con ese cuerpo de camarón cuadrado.
Son espectaculares todas esas especies de animales que caminan con varias patas y brazos–mordazas; dan la impresión que fueran articulados, cómo si sus cuerpos estuvieran hechos de a pedazos, por secciones, de formas alargadas como tienen los lagartos, como las culebras.
Lo que lo hace aún más especial al cangrejo es que camina tanto para adelante como para atrás, con igual habilidad y velocidad.
Cuando se lo contempla, imaginamos aquel lejano tiempo en el que los animales comenzaron a quedar sobre la tierra; cuando las aguas del mar se retiraban. En aquel entonces había un sólo mar que cubría toda la faz de la tierra.
Es la necesidad lo que nos hizo caminar, lo que nos hizo respirar, aunque siempre tuvimos que contar con nuestra astucia para poder sobrevivir. El quedar al descubierto fue algo fuerte y diferente.
Algunos debimos haber quedado sobre un charco, dentro de un lago, de una laguna, que luego lentamente se fue secando. El barro fue nuestra placenta, vientre desde donde comenzamos a caminar.
Una cosa es nadar, otra caminar. Nadar es desplazarse en un medio familiar; un poco de esfuerzo sobre el cuerpo nos suele impulsar suavemente sobre y dentro de esa masa uniforme; pero al salir al aire, a la intemperie, necesitamos respirar, necesitamos tragar cierta cantidad de aire. Un material distinto al de nuestro cuerpo; y además tenemos que lograr introducirlo en él para que purifique la sangre en nuestro pulmones.
Las branquias solo hacen o permiten el intercambio de medios acuosos; un cambio relativamente tenue: agua y sangre, líquidos muy similares. Mientras que el aire y la sangre son diferentes; uno es gaseoso y el otro liquido, aunque ambos tienen oxigeno, pero sus estructuras en sí son diferentes.
Al caminar estamos siendo sometidos por la gravedad, la fuerza de gravedad sobre nosotros, en los pies. Cada paso es vencer a esa fuerza y luego ceder, para así avanzar, caminar, correr, por lo general distancias cortas; recorridos de un puñado de kilómetros, nada comparables con los realizados por el vuelo de los pájaros
Todo este esfuerzo titánico tuvo que sostener por mucho tiempo el animal. Si observamos con detenimiento a la evolución de la forma de desplazamiento, notaremos que fue lenta, desde la de la serpiente, la del gusano, la de la lagartija, la del cocodrilo, hasta llegar al mono, que comenzó a caminara con cuatro patas, para luego lograr ponerse erguido, y caminar en dos.
Todo un proceso casi continuo. Hay algo curioso: a los primeros ascendientes del hombre se los está encontrando en Tanzania. Allí se encuentra también la reserva más completa de animales sobre todo el planeta. Debe haber comenzado ahí a caminar la especie que dio origen a los hombres. Debe haber habido alguna razón para que el agua haya comenzado a dejar al descubierto a la tierra en esa zona.
Solo después, el mono que piensa se comenzó a desplazar; comenzó a moverse hasta llegar a la actual Europa; luego a Asia, y por último a América. Ya han pasado unos quinientos mil años desde que el mono comenzó a hacer, a tener cultura, a cultivarse así mismo.

Uno de los sentidos más especiales que tiene el hombre es el de vista. El que le permite captar imágenes.
Es verdad que los cuerpos emiten una cierta forma de energía que hoy en día se pueden captar por medio de los rayos infrarrojos; pero a la vez el receptor tiene que tener un instrumento capaz de registrarlo.
¿No sucede lo mismo con el sentido del pensar y el Ser?
Veamos como:
El sentido de la vista capta imágenes que son enviadas al órgano llamado cerebro. Allí son registradas, guardas, almacenadas; pero también procesadas, ordenas y relacionadas.
Cuando el animal vivía aún en agua, en donde la claridad es poca, casi nula, los sonidos, las vibraciones eran más nítidas; para ello tenía la piel como elemento receptor y porque no, l informador del incipiente cerebro.
El cerebro, de tantas imágenes, sonidos, sabores, olores, recibidos, de tanta información almacenada, fue relacionándolos y formando algunos tipos de conexiones entre las neuronas. Tal vez en las primeras etapas del hombre, todo ello era como la informática de nuestros días; el cerebro era una máquina procesadora de datos y de imágenes.
Pero en algún momento, ésta máquina muy especial, además de procesar los datos, comenzó a crearlos ella misma; y ello fue la imaginación. Comenzó a imaginar cosas nuevas, que no existían. Comenzó a crear.
Este es un paso tan grandioso como el de la transformación del ARN en ADN. Allí comenzó a reproducirse y a tener memoria activa. Con nuestro incipiente cerebro comenzamos a imaginar, a relacionar las cosas. Debe haber sido una cantidad impresionante de datos que ésta bendita máquina tuvo que identificar, ordenar. Indudablemente no tenía mucho con que.
Entonces comenzó a nombrar en silencio, sin palabras. Comenzó a identificar, a marcar, a almacenar ordenadamente. Es allí y no con las primeras palabras salidas de su boca, cuando el hombre comienza a separar lo que es mundo de lo que es universo. En otras palabras allí comenzó a crear su choza, es decir, el mundo.
Solo después, mucho después, aprovechando el grito (aquel que empleaba para defenderse o para atacar), el animal comenzó a identificar a los otros, a las otras cosas, a través de esta nueva herramienta o tentáculo. El grito o alarido, fue perfeccionándose, puliéndose así hasta llegar al canto; sabemos como eran las canciones, las primeras danzas. Ya ahora las podemos comparar, podemos ver entonces la diferencia.
Bueno, así también avanzamos en el campo de la palabra
Pero ese nombrar, ese identificar para poner orden, fue teniendo o tomando otro cariz. El nombrar las imágenes, los sentimientos, es decir, toda aquello que nos incumbía, fue tomando color, forma. Eso separado que crecía, ese mundo nos identificaba como grupo, como diferente a los demás. Surge entonces la necesidad de identificar a este mundo, a esto diferente.
La evolución natural del cerebro como órgano coordinador, va creciendo en número de datos, que a la vez se van trasmitiendo por medio de los genes, y de la cultura; ya que cultura no solo se debe al pensar, sino al obrar. Cultura es el cultivo de nuestra alma.
¿Teníamos alma antes de hablar? Sí. El alma es la que llega ha hablar, por necesidad de decir, de expresar aquello que ya estaba dentro del cuerpo del animal, en el cerebro, almacenado.
Este es el cerebro que llegó a decir: ser y pensar es lo mismo ó pienso luego existo. Ha comenzado desde hace no mucho tiempo a creer que el pensar, este diálogo del alma con ella misma, lo ha hecho y lo está siendo parte del Ser.
En honor a la verdad, no creo que los otros animales no estén incluidos dentro del Ser.
El pesar es simplemente otro sentido; como el de la vista al cual lo estamos desarrollando. Si bien es uno de los últimos sentidos, pero no veo que tenga que ser el último.
El animal tuvo el tacto como primer sentido, luego el del oído, el del gusto, el del olfato y por último, mucho después, fue la vista: sentido que le proveyó imágenes al cerebro, que solamente sirve de poro por donde entran imágenes.
El cerebro fue el creador de la imaginación, creó además la palabra, el lenguaje, etc.
Nos encontramos ahora con que dentro del cuerpo del hombre hay un cuerpo mundo que guarda toda la historia de la evolución, del cual nuestra ciencia nos informan que sus genes no desaparecen, sino que quedan como acorazados hundidos, que de vez en cuando participan de la vida diaria, de los conatos eventuales. Tenemos además un alma y un espíritu, es decir un ánimo que salió y ahora se vuelve hacía adentro, hacía la oscuridad, tratando de perforar el muro del silencio.
Estas tres partes, cuerpo, alma y espíritu, tiene cada una de ellas, sus propios sentidos. Del cuerpo ya lo sabemos, del alma es la reflexión, las virtudes, el amor, los sentimientos, inclusive los pensamientos. Y está el espíritu, animo que traspasa los sentidos del alma y del cuerpo, les das vida, les da fuerza. Es entonces el espíritu una fuerza que está presente durante nuestra existencia, y dentro de nosotros.
Es ese fuego permanente que se mantiene como una tea encendida y misterioso, cuyas raíces, cuyo combustible, viene de las profundidades, no sólo de la naturaleza, ni del universo, sino de todos los universos.
El ser es todo. No es sólo el acto de pensar, ni menos está compuesto de pensamientos. Observemos al acto de pensar como un sentido más del alma; como es el de la vista para el cuerpo; pero sólo un sentido.
La pregunta inmediata sería ¿Cuál es el sentido nuevo que está surgiendo o está por surgir? No lo podemos identificar, porque nosotros siempre caminamos algunos pasos más atrás de los de la naturaleza.
Karigüe


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Gracias. Karigüe

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