No había en el mundo, un solitario
que habitase los reinos de la nada
con la misma maestría y tolerancia
que mi amigo poeta,
el gran hidalgo.
Tomaba de las cosas lo más bueno,
de los hombres, solamente la nostalgia
y de todas las mujeres su sustancia.
Sólo compartía con los vinos,
su talento.
Recorría las calles con el viento,
se sentaba a la orilla de los bares,
cómo en las playas de alucinantes mares
detenía el agua de los valles,
con su solo pensamiento.
Evocaba poetas y escritores
que igual a él, en una orilla soñaron
de todos los tiempos, los sueños mejores,
convenciendo a las damas del pasado
que era mejor amar que ser amados.
Día y noche le eran iguales
como la vida surgiendo a manantiales.
Sólo durmió cuando el sueño quería
jamás pensó en dormir,
para él proponérselo era igual que morir
y a morir, el no pensaba ni temía.
Aun así,
seguramente a través del tiempo,
en alguna arriesgada jugarreta del destino,
se le escapara la vida, pero nunca su alma de poeta.
Estas líneas fueron enviadas por Rubén Fernández Rienzi a quien agradecemos por su aporte. Si usted escribe y quiere compartir su material, puede enviárnoslo a info@karigue.com.ar y lo publicaremos en la sección “Amigos”.
sábado, 8 de marzo de 2008
El Poeta - Rubén Fernández Rienzi
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