LO DIFERENTE
Eran esos momentos en donde podíamos ver a la realidad. El placer solo como paliativo, solo como si recibiéramos un vaso de agua caminando en medio del desierto.
Es duro el camino, inclusive para aquellos seres, cuidados, protegidos por el destino. Aún ellos sienten dentro de sí la insatisfacción, aquello por lo cual no podemos vivir en paz, no podemos amar.
Vivir es un esfuerzo, inclusive al respirar estamos haciendo un esfuerzo automático; que aunque no nos damos cuenta es un esfuerzo. Muchas cosas podemos llamarlas, decirlas, nombrarlas como naturales, pertenecientes a nuestra naturaleza, a esa costumbre milenaria, a ese conjunto de actos aprendidos, internalizados que han hecho de la materia adquirida una forma, una materia con forma llamada, primero órgano, luego cuerpo.
Somos una costumbre repetida, que a la vez a aprendido a repetir, a repetirse, a multiplicarse, a unirse, a realizarse, a conjugar, así como si se conjugase un verbo, un verbo primero.
Vean sino cómo ésta masa, éste masa amasada en la repetición, late. Vean como ha tomado aquello que es vida, aquello a lo cual llamamos vida.
Nosotros, aquellos que tratamos de ver, de entender, estamos suspendidos, estamos sobre ese castillo construido por cada uno de nosotros, y aquí debemos incluir a todos aquello que participaron en esta monumental obra, a todos los seres vivos.
Si es verdad que decimos yo soy, yo soy el que siento mi mismisidad, mi ipsidad; pero sólo somos aquello que habla, aquello que piensan. Hasta nos podríamos considerar el fruto, pero ¿Qué seria del fruto sino existiera el árbol, las raíces, el agua, la tierra, el aire?
Somos la destilación de esa montaña de huesos, de esa montaña de troncos, de esa tierra que late; de ese sol que se consume siendo, entregando luz y calor, para que, como consecuencia existamos, exista aquello a lo que tratamos de nombrarla como vida.
¿Qué es la vida? Sino una destilación de todos ellos, de todo ello, un resumen, un sentido, una costumbre que se arroba así misma, formando el cuerpo, el cuerpo del caracol, el bendito hogar, el bendito mundo, la bendita humanidad.
Y hoy que miramos al cielo, que ya podemos mirar al cielo, contemplamos; hemos aprendido a imaginar, a suponer, a inventar otros cielos, otros techos de moradas que nos puedan contener, que nos puedan dejar morar, demorar por lo menos por algún tiempo más.
Ya hemos dejado el agua, tuvimos que hacer brotar de dentro nuestro los pulmones, esas alas, como las de la mariposa, que nos permiten caminar por los desiertos, por el agua, por las montañas, por los bosques, y allí en cada rincón de la tierra hincar el bastón de oro, como lo hizo Manco Capac, como lo hicieron los colonizadores cuando descubrían un nuevo lugar, plantar la bandera de sus patrias.
Hoy casi toda la superficie de la tierra nos pertenece, somos los conquistadores. Navegamos, caminamos, volamos, por la superficie de la tierra, como lo hacen las moscas alrededor de una bola de billar, cuando se les ha cortado las alas.
Somos conquistadores, pero no dueños; el dueño, los dueños, viven en las sombras, son aquellos a los que por ahora los hemos imaginado, les hemos puesto el nombre de dioses.
Algo superior gobierna el universo, el mundo, la tierra, nuestra humanidad, inclusive a nosotros mismos. Son leyes, a través de ellas, de ellas que a veces son fenómenos, otras caos, otras plenitud; nos gobiernan, nos rigen, nosotros en realidad poco podemos hacer contra ellas, solo, por ahora cumplirlas, muchas veces soportarlas, resistirlas.
El mundo existe por estas leyes, podemos nombrar una, la atracción de los astros, de las masas, la llamada fuerza de gravedad, por la cual estamos unidos a nuestra madre tierra, todavía pertenecemos, perteneceremos a nuestra madre, aunque hayamos roto las raíces.
Podremos y por cierto lo estamos haciendo, desprendernos de la fuerza de gravedad de la tierra, pero seguiremos dependiendo de otras semejantes. Así como el animal se desprendió de sus raíces, las rompió y pudo caminar, siendo así un astro, cuya savia ahora tiene un camino más corto, pero más intenso, así también lograremos romper, vencer a la fuerza de gravedad, pero para ello deberemos construir, formar, crear, nuestra propia ley, una ley a la cual le podemos poner el nombre de coherencia, sentido común.
Como cuando el carbón se comprime, se aglutina de tal manera que se convierte en un diamante, así son los seres sometidos a esas inclemencias de las leyes. Como cuando se abre para ser, para ser otro, es sometido por otras leyes más potentes, más precisas, que actúan en forma más directa sobre aquello diferente; aquello que ha salido de lo normal, del vientre de lo que debe ser.
Cuando una célula no cumple su función, esa función lograda a través de la costumbre, de millones de años, dentro de ella hay un gen que la insta al suicidio.
Así es el universo también, el tiene elementos, fuerzas, que mantienen un orden, cualquiera sea ese orden, pero un orden es mejor que ningún orden.
Él tiene elementos, fuerzas, para evitar lo diferente.
PRÓXIMO CAPÍTULO: lunes 6 de Mayo
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Gracias. Karigüe
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