Nos despertamos aún oscuro
para jugar, para entrenarnos
en las chacras de alfalfa recién
cortada
le decíamos cancha de palotes,
primero corríamos y hacíamos
ejercicios, luego jugábamos un
partido
mientras la claridad nos inundaba,
primero era como si
se encendiera suavemente el
horizonte, luego comenzaba
a asomarse el sol como un ojo
ojo dorado que nos veía a
unos adolescentes, casi niños
jugando, entrenándose para
un partido de la liga
desde entonces siento al amanecer
como una arenga.
Karigüe
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