¿Está bien que estemos fragmentados? Que seamos de una forma en el trabajo, de otra en el hogar, otra con los amigos, con los demás.
Pero a la vez son roles, funciones, actos, de diferente naturaleza; pero ¿Es posible dividirnos, ser de diferentes formas?
Una cosa es ser jefe de un cierto grupo de trabajo, otra ser un cariñoso amante, un respetuoso correligionario, un buen colaborador del barrio, del municipio.
Es como si tendríamos diferentes frentes, diferentes capacidades, diferentes caras de un prisma, ¿ó somos siempre uno?
Tenemos una serie de valores, de normas, de reglas, por las cuales nos guiamos, nos comportamos.
Pero en el fondo soy uno que ve, que observa, que piensa, que analiza, que se comporta; es una voluntad que decide qué hacer, cómo actuar, cómo continuar, cómo comportarse.
Los valores, los hemos recibido, ya sea dentro de nuestros genes, como en la educación familiar, en la que se imparten en las escuelas, en lo colegios, en los lugares públicos en donde los recibimos, en los medios de comunicación, etc.
Luego elegimos como ser, como relacionarnos, como vivir con uno mismo y con los demás; no es nada simple tomar una postura, una posición, un camino, una forma cómo vivir.
Tal vez la verdadera posición es cuidarnos, elegir, las cosas que nos hacen bien, tanto a nuestro cuerpo físico, como al espiritual; vamos por ese sendero de cabras como ciegos, con bastón; se nos presentan oportunidades de ser de diferente manera; porque las cosas, el mundo es y está abierto, avanzamos y nos encontramos con cosas, con hechos, en los cuales tenemos que tomarlos o dejarlos; somos por lo general los que elegimos qué tomar, qué hacer, cómo continuar.
Aún, después de haber elegido mal, tratamos de continuar, de aceptar según la realidad que esos mismos hechos o errores han creado, han creado alrededor de ellos.
A una cierta edad está esa realidad delante de nosotros, convivimos con ella, es nuestro mundo, nuestro micromundo; y, por lo general ya es difícil cambiar, abandonar.
Pero hay momentos en que nos vemos, en que vemos esa realidad; y decimos fue la que pude conseguir, lograr; porque fue lo conveniente en su momento. ¿Fue así realmente? No lo se, pero ya estoy en alta mar, tengo que continuar, tengo que seguir.
Llega el momento es que lo de alrededor es como vacío, como sí estuviéramos rodeados de un precipicio, de abismos; y, no nos queda mas que la resignación.
El bendito remordimiento, de él nos decía Nietzsche: “El remordimiento es como cuando un perro muerde una piedra” Será así, o será una oportunidad para cambiar, para ver con claridad y hacer un viraje, en nuestra existencia.
Allí no es el espíritu, no el alma, la que ve, la que quiere, la que desea; allí está como quieto el corazón, el corazón es como un recinto, una morada, en que todas las partes que nos conforman, que son nuestras, se reúnen; y, es como un parlamento.
Nos reunimos todos y cada uno da su opinión, su discurso, su punto de vista. Como si esas mismas partes nombradas fueran como independientes, como individuos, con su propia personalidad, más aún con opiniones diferentes, distintas.
Pero el que está, el que vive es el corazón, todos los demás son como satélites que giran alrededor de él; y dice “soy yo el que quiere vivir, sentir, ser, Uds. solo son mis tentáculos”
Cada uno, desde entonces, le informa, cuándo se ha realizado la toma de poder, cuando el corazón, el verdadero corazón del hombre a tomado su poder, lo que es realmente el.
El centro de toda nuestra existencia. El sale y ve, esa realidad que se ha estado formando, creando. Desde que el entro adentro de sí, desde que ese niño dejo de jugar, de soñar, de ser lo mas puro; para soportar luego la educación, las reglas, las rejas que nos pone el mundo como condición de vivir allí, de estar con el, allí.
Es decir que es corazón el que está dentro del mundo, el que se relaciona directamente con el; más aún es al que realmente el mundo teme: porque lo puede cambiar; porque sin él el mundo no existiría.
Es como un rey que sale, en la madurez, a ver sus dominios, a ver en que nos hemos convertido, qué hemos hecho, con nuestro tiempo donado, dado; y por lo general es la tristeza, no tanto porque el tiempo se está terminando, sino porque no hicimos lo que ese niño soñó, deseó.
Es como si la existencia fuera un engaño, un engaño hecho a ese niño; pero si bien otros participaron, lo hicieron en parte; uno fue el que realizó, el que hizo la parte más importante, la parte más pesada, por la que estamos de ésta manera.
Es la morada melancólica del anciano, es la vida misma de ese corazón que ve con tristeza nuestro fracaso, no hicimos aquello puro que nos pidió hacer nuestro corazón.
El corazón aquí es como un dios que nos habita, que nos habitó, el cual fue engañado, traicionado, por lo de alrededor, por lo próximo nuestro, ya sea nuestra alma, nuestro espíritu y nuestro cuerpo mudo.
Todos miran atónitos, confundidos, como si nunca se dieron cuanta de lo que hicieron, repiten como un coro “Hicimos lo posible, no pudimos hacer algo mejor”
Esta abertura, este parlamento cuyo presidente es el corazón calla frente a tan cruda realidad. Se escucha una voluntad decir “he vivido de acuerdo a uno valores, que fui puliendo con el tiempo y lo continuo haciendo y lo seguiré haciendo hasta que termine mi tiempo asignado”
Todos lo miran lo observan. Como si fuera por primera vez, menos el corazón que lo ve con afecto, con cariño.
¿Quién es esta voluntad? Se preguntan todos; pero la ven todos como si fuera un joven al que el tiempo no destruyó, menos, parecería que no paso por el.
Se va acercando lentamente hacia el corazón y se funde con el. Todos quedan sorprendidos, se preguntan ¿Es el corazón mismo?
El corazón responde: sí, el es como un brazo invisible, como una fuerza que ha estado actuando siempre desde mi, con mi consentimiento; era como la sangre, como el aire, tan necesario que nadie le da importancia porque lo cree natural, porque lo considera que debe ser así.
Pero no es; es el hijo del hombre hecho dios, es lo que les ha llevado mis leyes, las leyes del corazón, los valores; porque esa es mi sangre, no otra cosa, esas normas que la misma voluntad divina ha hecho brotar desde mi naturaleza; con ellos Uds. han sido capaces de crear al mundo, rengo como es, pero está ahí como vuestra morada.
Es esa voluntad, la que ha sido palabra, idea, sueño, fantasía, la que ha despertado en el espíritu su naturaleza hacedora, en el alma las cosas más dulcemente afectivas y en el cuerpo esa naturaleza tan fuerte como un tornado, tan potente como un trueno y tan presente como el universo mismo, es decir el cuerpo es realmente el cosmos, todo lo demás es sueño.
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Gracias. Karigüe
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