Los colores, los sonidos, las palabras, parecieran estar emparentadas, relacionadas; sabemos que es uno el origen, lo encontramos en la naturaleza.
Los sonidos pareciera que están también en los animales; los animales los escuchan; pero no sabemos si lo colores, menos si tienen palabras, es decir sonidos con sentido, pero poco a poco estamos descubriendo que sí, que algunos animales las tienen como los delfines, los pájaros, el perro.
Pero ¿qué es lo que nos deferencia de ellos? Tal vez porque pensamos, porque tenemos ideas; pero en sí también, no sabemos si los animales los tienen.
Así que concentrémonos en el hombre, el hombre ve las formas y los colores, escucha los sonidos, pronuncia, pero más que pronuncia escucha y emite palabras en donde deposita lo que siente, lo que quiere, lo que sueña etc., es decir todo un mundo interior, que sin lugar a dudas es más rico que el de otros animales.
¿No será que toda esa riqueza se ha ido almacenando dentro del alma del este animal, y se ha ido decantando a la vez; y, hoy tenemos como una vida extra, una vida dentro de otro vida, una vida inteligente, afectiva?
Como cuando en la tierra ese calor atrapado fue fundiendo a las piedras o rocas próximas; pero que algo igualmente quedó atrapado, hirviendo en ella; siendo ahora que emite bocanadas de vida, de existencia, como es la lava a través de los volcanes.
¿No habrá pasado así también en el hombre? Nacemos, somos creados con una determinada energía, luego somos recubiertos por el cuerpo y de vez en cuando emitimos ideas, pensamientos, etc., como si ellos fueran lava, solo por un tiempo, como lo emite la tierra también.
Pero en el hombre se produce un cambio extra, comienza a realimentarse con los demás; los otros le van dando, donando cosas, ideas, pensamientos y porque no hasta sentimientos.
¿Será que la tierra también de vez en cuando recibe meteoritos desde afuera, de los otros astros, como realimento? No nos damos cuenta porque los tiempos son diferentes.
En el hombre, ese intercambio de cosas, con los otros, crea, forma órganos, deberíamos decir organismos, grupos de hombres, podríamos decir hasta países que hacen, que forman, que crean funciones, como si fueran partes de un cuerpo, de ese cuerpo al que lo hemos llamado humanidad.
El yo nuevo, se erige sobre ésta realidad, sobre ésta realidad a la que podemos llamar el tu; la comienza a describir, a decir, a escucharla; pero lo más importante a pulirla.
Al sacar de ella los pedazos de roca, de mármol, les da forma; pule también los sonidos, dándoles forma de palabras y juega con los colores dándoles no solamente forma, sino combinándolos, convirtiéndolos, en imágenes que hablen.
Es decir va produciendo una transformación, como cuando el gusano abre su caparazón y es mariposa; cómo cuando la savia es flor, es belleza. Es como si fuéramos formando un nuevo tu, una nueva realidad, una realidad formada, pulida, por esa fuerza interior llamado el yo, llamado el espíritu.
¿No es de ella, desde donde brota la más bella de las flores que pueden crecer sobre la tierra y que solo brota en el hombre? Esa flor se llama: alegría.
Es como el perfume, como la atmósfera que respira ese hombre nuevo, es aquella flor que es fruto cuando el músico convierte la belleza de la naturaleza en melodía, como cuando el pintor la atrapa en un cuadro y la hace decir; como cuando el poeta la atrapa en un poema, y la hace decir cosas, como si fueran ladrillos, adoquines, que son pilares, paredes y techo de ese nuevo templo en el cual crece, en el cual está creciendo el corazón de ese hombre nuevo: lo sagrado.
Y ¿qué ese eso sagrado? No es mas que el Ser del ser del hombre, es decir lo que es, pero con más claridad, con mayor pureza.
Lo vemos a través del arte, lo vemos, lo sentimos con más calidad; pareciera que nuestra evolución, nuestro sentido es un encuentro, una mayor conciencia de que somos una presencia del Ser sobre la tierra. Somos el Ser en sí.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
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