Tenemos, sentimos la necesidad de crear, de formar, como alimento, algo que nos eleve del fango en donde estamos; y esto no quiere decir que el fango sea algo malo; sino que, así como al quedar expuestos al aire y tener que habernos, creado, formado, los pulmones para respirar; hoy estamos nuevamente a la intemperie, en lo sin respuesta; y es allí cabalmente que tenemos, sentimos, la necesidad de crear, de formar un conjunto no solo de respuestas sino de cosas bellas, capaces de ser respiradas por nuestro espíritu.
Ese espíritu que ha cambiado también y ahora es el creador, el formador de eso mismo que tiene que respirar, es decir formador de su nuevo alimento.
Tal vez por primera vez que en el hombre, que en el animal que piensa, no tiene que recibir de afuera, de la tierra o de la naturaleza, su nuevo alimento, sino que el mismo se lo tiene que crear, más aún fabricar.
Gelhen decía, que la cultura es algo que hace de y a la naturaleza algo útil; es decir que ya la cultura, al crear, al formar la cultura, el hombre, más aún el espíritu del hombre estaba transformando a la naturaleza en algo útil, para el, algo que le permitía crear, formar, transformar a la misma naturaleza, en algo que al mismo espíritu, lo transformase.
Hoy tenemos frente a nosotros mismos, un mundo, el mundo mismo, ya que esa parte nueva, esa parte transformada ha creado al mundo, lo ha hecho humano al animal que piensa, lo ha transformado en eso nuevo, desde hace tiempo es, lo que hemos llamado: humanidad.
Estamos en el mundo, vivimos más en el que en la naturaleza; las técnicas, las ciencias, lo están demostrando, nos están demostrando; vivimos en un mundo, que es en parte virtual, es decir no es natural.
Tenemos los libros, las artes, las ciencias en sí, creadas, formadas, como para habitar aquello, que sentimos la necesidad de tener, más aún de conocer.
¿No es el mismo conocimiento algo virtual? ¿No es también el pensamiento, aquello que imaginamos, aquello que creamos, para luego formar una idea? ¿No es la misma idea algo virtual ya?
Es como si viviéramos en algo así como dos mundos, un mundo el real, en el que pasan las cosas de todos los días y otro virtual, que es imaginado, pensado, y al cual recurrimos para poder habitar con más precisión, como más sensatez, con mayor profundidad, las cosas de nuestro querido mundo real.
Allí es donde podemos ver con más claridad, en esos instantes, puntos, espacios de tiempo; algo así como atmósfera que el arte crea, que el arte permite que se forme, como un lenguaje nuevo, ese lenguaje que permite que el diálogo entre los dos mundos, para crear, para formar un tercero: el mundo espiritual.
Es como si fuera en tercer eje, el eje Z, el que se eleva de aquel plano formado por el mundo virtual y el natural.
Pero primero para poder habitarlo tenemos que crear su atmósfera; nos debemos preguntar: ¿No es la cultura ya su atmósfera? Aquella naturaleza transformada.
¿No es la atmósfera, aquello formado por parte del agua y la tierra: hidrogeno, oxigeno, nitrógenos, etc.? ¿No es aquello ya: la música, la pintura, la poesía, sus elementos que están creando, que están formando la nueva atmósfera?
¿No es el mundo espiritual ese nuevo habitad, ese nuevo lugar, ese nuevo espacio, más independiente del tiempo que los otros dos? ¿No es acaso la evolución, aquello, aquel camino, que nos permite, que nos hace más independientes del tiempo? ¿No es acaso el tiempo nuestra capa, nuestra piel, nuestro capullo del cual nos desprenderemos algún día para ser nosotros mismos?
El arte visto así, es solo como un nuevo paso, un nuevo escalón, un pequeño salto, no sólo paso, que hace el espíritu para volver a ser espíritu.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
No hay comentarios:
Publicar un comentario