El dialogo, la palabra, una conversación, una lectura; un libro, una exposición ¡Qué cosas más maravillosas, más espectaculares! y a la vez tan cotidianas.
Nuestros amigos, los genes, las células, los órganos, los sistemas ¿Podrán ver su obra?
Sin ellos nosotros no somos, pero ellos sin nosotros son; tal vez de una manera no tan pulida como es el hombre. Tenemos que reconocer que hay muchos seres sobre la tierra que son más especializados que el hombre, en distintos temas, en distintos rubros. No es necesario enumerarlos, ya que no terminaríamos de contarlos.
El umbral, sí el umbral, ese limite móvil, flexible, que separa al cuerpo mudo del alma, a los animales y al hombre, a las cosas animadas de las inanimadas, etc., es solo apariencia. Es una capa, virtual, simple y llanamente creada por la ignorancia del hombre, animal no especializado en nada.
Si hay una característica fuerte en el espíritu del hombre, es la de no aguantar pulgas. Su espíritu es un animo; su alma es una anima, un espacio abierto, desde donde ese su espíritu ha brotado.
Esta característica del espíritu es la libertad. El tiende a lo nuevo, su expansión es tan grande, tan poderosa, que ahora se mete en las cosas y desde ahí nos mira, más aun nos espía: la obra de arte.
El espíritu es como un Águila de ojos potentes, rapaz. Animal que habita en las alturas.
Miremos un poco al tiempo de cuando las cortesanas francesas, comenzaron ha hacer sus reuniones, sus charlas, en casas de la nobleza, en las casas de los burgueses. Las charlas entre ellas, entre los invitados, entre los invitados para exponer.
Aunque parezca paradójico, da la impresión que allí nació, allí comenzó de una manera clara y potente, el intercambio de ideas, se globalizaron los temas.
Siempre será así: desde el pueblo, desde los plebeyos, desde ese almácigo, la vida provee de nuevas ideas, nuevas vidas al mundo.
Volviendo al diálogo. Al diálogo en donde las cosas están representadas, estas supuestas, están allí virtualmente, y se mezclan, se combinan; son usadas, empleadas, retiradas, eliminadas y por qué no creadas, en una conversación.
Dos personas pueden hablar de Heráclito, de Valery, de Holan, de Confucio, de Soroastro, por un determinado tiempo; durante ese espacio de tiempo ellos de una manera, estuvieron representados, estuvieron sus ideas, sus pensamientos.
Estuvieron en la memoria, allí sí guardados, como se guarda la ropa en un ropero. En nuestra bendita memoria ¿cuántas cosas debemos tener, debemos tener guardadas?
Si vemos a un hombre caminar por la calle, es una masa de huesos, de músculos, de sangre, que camina, que mira, que escucha, que ve, que entiende, que sueña; que puede atacar, huir, llorar, reír y además fantasíar, es decir hacer jugar sus imágenes pensadas.
Sin embargo está ahí, camina en dos patas, es verdad que no puede trepar a un árbol como lo haría un mono; no puede morder un hueso como lo haría un perro, no puede correr como lo haría un caballo, etc. etc.; pero, qué me dicen de su rica parte invisible.
¿Podríamos encontrar a un animal que pinte como él? No, pero sabemos que él es un copiador, un copiador que copia, por ejemplo, un campo de girasoles, un lago, un crepúsculo, un zapato, como el que pinto Vango. Pero allí Vango puso, pinto, además del zapato, su historia. Se puede leer allí entonces, la historia no solo del zapato sino del campesino, del hombre de trabajo.
Pero, pero es solo para el hombre, es como un traje a media hecho para él; para ese mundo que se incrementa día a día, un mundo representado, un mundo espiritual, creado y hecho, a medida por el espíritu mismo, el espíritu del hombre.
Las palabras nombran, expresan, representan, comunican, trasmiten. Ellas son los glóbulos rojos de la sangre del mundo. Esta misma sangre, pero evaporada, es la poesía; nube de sangre que irriga no solo la tierra sino al cielo, el cielo del corazón del hombre.
Es como una atmósfera llena de imágenes, de ideas, pensamientos, de sueños, fantasías, que ya están dentro del alma, del cuerpo, del hombre.
En el diálogo, aquellos mundos se comparten, se relacionan. Bueno, eso ya es un sistema, como el sistema solar, en donde hay un sol y varios planetas; que es imposible hasta ahora conocer, solo lo imaginamos, con algunas cosas que nos traen nuestras ciencias.
Pero qué pasa si son más de dos personas. Bueno, bueno eso ya escapa de nuestro entendimiento, solo podemos escaparnos y decir: esto es así y punto.
Pero hurguemos, escarbemos, un poco dentro de este tema. Aparece una galaxia como de repente: la imagen, sí la imagen como metáfora de lo que se está formando en un grupo de personas, una familia, un pueblo, una ciudad, un país, el mundo. ¡Por Dios, qué maravilla, qué milagro!
Sin mirar a lo más pequeño, porque eso sí, nos daría un infarto, de tanto impacto con la realidad.
Ahora si paremos en un punto, en un claro del bosque, desde donde mirar, desde donde poder contemplar al mundo. No, no entra en nuestra cabeza, y por lo tanto lo tomamos como es el mundo y punto.
Entonces tendríamos las siguientes cosas, sí cosas: la mente, el cuerpo, las personas, el mundo, las galaxias, el universo. Es decir, es una cierta unidad; que crea, que hace la mente, el alma, a costa de su espíritu inquieto.
Si ese punto fuera exterior al universo, podemos decir: somos dioses. A lo que quiero llegar es que esa mente capaz de imaginar, es capaz de todo, inclusive de jugar con eso imaginado y crear la maravilla de las maravillas: las fantasías.
Entonces he aquí la pregunta ¿El espíritu tiene limites o el que realmente los inventa es el hombre, este ser aun no especializado?
Ahora sí el espíritu, ese ánimo, que se anida en nosotros, que ha brotado desde dentro nuestro, no tiene limites. Los limites no existen, ellos son un invento del hombre.
Pero la realidad nos muestra que existen, es cierto, la piel, el alcance de nuestras mansos etc., etc.
He ahí la paradoja, he ahí el milagro. El milagro de la casa hecha por el caracol a lo largo de su existencia, su casa, su morada.
Primero el cuerpo, luego el mundo y después ¿Qué será?
Será entonces, que las cosas contienen, retienen, envasan, al espíritu, más aun lo capturan, aunque sea por el tiempo de una vida.
Es como sacar un poco de agua del mar y contenerla en un vaso, he ahí la vida, he ahí el milagro. Hemos tomado un poco de espíritu y somos, ese mismo espíritu al que seguimos irremediablemente, como al flautista de la Flauta Mágica de Mozart.
Pero ¿Quién lo sigue?
El hombre, ese barro pensativo que siendo alma es espíritu. Él ha almacenado algo de espíritu dentro de sí y vuela en ese maravilloso vuelo que es estar aquí, que es vivir, que es existir.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
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