Lentamente las palabras van goteando, una a una; por la falta tal vez de técnica, de conocimientos de la técnica, de cultura, de capacidad.
Si sólo hay un ánimo, una intención, un anhelo de expresar, de conocer, de entender las cosas como son, es posible ver las cosas con más nitidez, claridad, belleza; lo que se quiere ver, disfrutar, gozar
Quiero adentrarme en un bosque, alejarme del mundo, de las cosas; sentarme sobre la orilla, en donde el río parece lago después de la caída, después de la pequeña catarata. Ver caer al agua; convertida en espuma blanca como la leche, como esas nubes blancas que pasan por el cielo azul, inmensamente azul. Ver las plantas, los árboles, el pasto que crece a sus orillas; dos orillas que parecen medias lunas, una herradura amplia que se abre solo para hacer pasar al agua del río, más abajo el río toma velocidad, baja presuroso, rápido, hacendoso, parece como alguien que tiene que cumplir una tarea más abajo.
Tan hermoso el lugar, tan fresco, el aire es cristalino, puro, la brisa que llega es parte del agua desprendida del río en su caída; si parecieran que cae del cielo el río y la brisa, se ve debajo la roca desnuda.
Que morada allí debajo de la cascada, un techo de agua, una agua que no es la misma de siempre; cae, cómo puede ser que caiga siempre, que no pare ni en invierno ni en verano, que siempre esté viva moviéndose; nunca la misma, no deja de ser agua, que maravilla, es ella que pasa siempre por ahí.
Veo el círculo en mi pura imaginación. Lo veo bajar al río hacía el mar, veo como parte de él solo se detiene para irrigar, para alimentar vegetales, animales, ciudades, luego vuelve a su cause, vuele y sigue, sigue hacia el mar; cuando llega, cómo se bate en esas olas, cómo choca sobre las rocas, cómo se adormece sobre las playas blancas.
Luego el sol, el padre de todos nosotros, la levanta con mano suave y la lleva, la eleva por los cielos; llegan los vientos, aparecen como si desde la nada, tal ves estuvieron agazapados, cubiertos por la inmensidad del cielo, tal vez brotan del éter puro, pero llegan; y, ya el río convertido en nubes, se mueven, se agrupan, se juntan, viajan, juegan, chocan, junto al viento; cuando hermanan fuerzas son salvajes, más salvajes que bestias enfurecidas, arrasan cuanto pueden a su paso, pero el agua cae irremediablemente, cae tal es ese su destino, viajar en círculos.
La veo allí detenida en las alturas, en las cumbres nevadas, como si fueran copas invertidas, gorros de las montañas me la imaginaba de chico, desde ahí se destilan, caen, vuelven a desprenderse, por qué será que ni en los polos pueden estar quietas.
La veo caer bajar de la montaña convertida en hilos de agua, en arroyos, que se deslizan entre las piedras, entre los matorrales.
Ví, tuve la suerte de ver en donde nace el Amazonas, allí arriba en el Coropuna, en el Mismi, como se van formando, esos cuatro pequeño riachuelos: Carhusanta, Apacheta, Caccansa y Sillanque; y de ahí, de lo alto los veía como hilos de agua, así me gustaba llamarlos, así parecían; pero cuando se ve al Amazonas llegar al mar, es el río más caudalosos del mundo. ¡Qué inmensidad! Cómo creció, si ahora parece, en su llegada al mar, un gigante, un monstruo potente, llevando, arrastrando, conteniendo dentro de su vientre vida. Y ver esos bosques, esas selvas vírgenes donde miles y miles de animales, de razas de animales viven y se alimentan de este ser llamado Amazonas.
Todo mirando, contemplando, desde esta laguna - río, que se formo después de la cascada ¡Qué agua más pura, más fresca!
Las imágenes, las imágenes pensadas eran como el agua, como esa agua que caía, que llegaba y seguía su camino; así las imágenes del agua, de los infinitos caminos que el agua tenia sobre la tierra, pasaban, salían desde el fondo de mi memoria; brotaban algunas nuevas que salían al encuentro de las almacenadas; y todas ellas juntas como esta agua formaban la bella representación de la vida del agua, sobre al tierra.
En mi era solo la metáfora, la representación, como las representaciones de Sófocles, de Shakespeare, de Ibsen, en una escena, en un escenario y ese escenario era mi mente, mi alma.
Cómo no disfrutar de esa representación, de ese juego, de ese conjunto de imágenes, de metáforas, que me habitaban.
¿No es eso crear otra vida? ¿No hace el hombre crear la representación de lo otro, de lo que está sucediendo? Pero como resumen, cómo en un instante. Por ejemplo, ver el nacimiento del río Amazonas y ver su llegada, ver cómo se abre entre las olas del mar, cómo se introduce en él; y ver también los bosques, lo que creó éste río, el agua de este río, y casi un instante después ver las nubes, el cielo azul, el viento, el sol y todos ellos conjugar una tormenta; y ver a la tormenta, ver cómo uno puede estar con la imaginación dentro de ella, volar junto a ella ¿No es esto algo así como deben ser los dioses? ¿No estamos siguiendo el camino hacia ellos?
Un milagro sí, nuestra mente, nuestro cerebro. Es un milagro también, crear vida, otra vida, más vida, más placer, más goce.
Si ha leído este capítulo, me gustaría escuchar sus comentarios, enviando un mail a pensamientos@karigue.com.ar.
Gracias. Karigüe
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