He caminado sobre desiertos
ávidos de compañía,
de ese cariño que se siente
por los seres que se ama.
Poco a poco caminé,
y una vez llegué a un oasis;
era como lo extranjero
lo extraño.
Comencé entonces
a cultivar,
a cuidar esa agua fresca
que brotaba cada mañana
Luego sin darme cuenta
brotó una ciudad
llena de gente
y miradas maduras
Mire hacia el desierto
y de allí
un niño me sonreía.
Karigüe
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