Del libro: “ El porvenir está abierto"
de Karl Popper y Konrad Lorenz.
Popper:
Ciencia e Hipótesis retoma el título de un libro de Henri Poincaré (La Ciencia y la hipótesis), una de las obras más sobresalientes de la filosofía de la ciencia; por eso la he elegido como título para esta jornada.
Me gustaría empezar haciendo una profesión de fe en las ciencias de la naturaleza. La ciencia se halla hoy en día bajo el influjo de unas corrientes modernistas más que cuestionables. No solo recibe ataque desde afuera, sino también desde adentro. Yo, sin embargo, considero que las ciencias de la naturaleza, junto con la música, la poesía y la pintura, constituyen la mayor realización del espíritu humano. Claro es que cualquier cosa puede ser mal empleada. Incluso la música puede ser mal empleada, y de hecho lo es, y lo mismo ocurre con la ciencia. Pese a todo, las ciencias de la naturaleza constituyen nuestra mayor esperanza. Si logramos salir del pantano en el que nos hemos metido, será sin duda con la ayuda de la ciencia. Probablemente esta afirmación suene muy “cientifista”, como suele decirse hoy día.
El reproche del cientifismo no procede
Por eso me gustaría subrayar que el reproche de cientifismo que se hace a los científicos no procede. Ni uno solo de los grandes sabios puede ser calificado de cientifista. Todos ellos eran escépticos, cautos, respecto a la ciencia. Siempre supieron lo poco que sabemos. El reproche de cientista apenas cabe dirigirlo, por ejemplo, a Henri Poincaré. Newton, ha sido uno de los hombres más grandes que ha existido y quizá el mayor de todos los científicos, hablaba de si mismo como de un muchacho que recogía piedrecillas y conchas en la playa sin darse cuenta, que tenia ante si un fenómeno tan desconocido como el mar. Yo creo que todos los verdaderos científicos se han visto así mismo como lo hacía Newton, siempre han sabido que no sabían nada y que, incluso en terrenos labrados ya por la ciencia, dominan una inseguridad casi absoluta. Como sin duda saben todos ustedes, la teoría newtoniana ha sido reemplazada mas o menos por al de Einstein. En la ciencia ocurren esas cosas.
Hasta hace aproximadamente un siglo, se creía que el campo de la mecánica descubierto por Newton había de englobar el dominio de la ciencia en su totalidad. Pero hacía 1890 apareció un campo totalmente nuevo con el descubrimiento de los electrones, obra de JJ Thomson, esto es, el campo de la electrónica. Ello dio lugar a una revolución que paso desapercibida a casi todas las personas ajenas al mundo de la ciencia. Se trataba de la revolución de la física atómica, en la cual vivimos inmersos hoy día. Puede distinguirse en ella distintas fases, aunque ahora no voy a entrar en ello. Lo que si me gustaría resaltar es el hecho de que la ciencia es obra de los hombres y, como tal, falible. Pues bien, precisamente la conciencia de esa falibilidad de la ciencia es lo que distingue al científico del cientifista. Porque si algo puede decirse del cientifismo es que se trata de una fe ciega, dogmática, en la ciencia. Y esa fe ciega es ajena al verdadero científico. Por eso los reproches del cientifismo quizá vayan dirigidos a ciertas ideas populares que se tiene de la ciencia, peor no afectan a los científicos propiamente dichos.
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